Una de las visitas que más disfrutamos de nuestra estancia en México fue al Museo de los Murales Teotihuacanos Beatriz de la Fuente. De hecho, el sólo salir del D.F. nos propicia una vista panorámica de la ciudad que nos permite tener una idea de lo que es en sí esa gran metrópolis. El tráfico es un tema en esa gran urbe, pero una vez salimos, las cosas van cambiando un poco, para bien. El paisaje es único, empiezas a ver aquellos elementos tan característicos de la cultura azteca como por ejemplo las diferentes variedades de cactus.
Luego de siglos de investigaciones arqueológicas, hoy los visitantes pueden tener la posibilidad de disfrutar de hermosos murales representativos de las culturas prehispánicas. El recorrido que realizamos fue realmente didáctico lo que nos permitió comprender mejor una serie de detalles que de nuestra cuenta serían imposibles de reconocer a pesar de las múltiples opiniones que se podrían recorrer en los libros sobre el tema.
El discurso que se proyecta en sentido general tiene mucho que ver con los elementos arqueológicos de la zona y, a pesar de que hay algunos objetos de función utilitaria, la colección está basada fundamentalmente en pintura mural.
En líneas generales, se ha procurado realizar una lectura cronológica y espacial, se recrean tanto dioses como aspectos de la flora y la fauna, elementos acuáticos, pero esencialmente se aprecia una visión recurrente del dios Tlaloc o dios del agua que de por sí es la figura principal de la cultura teotihuacana. Asimismo, encontraremos representaciones de Quetzalcóatl o la serpiente emplumada.
Antes de terminar, debemos señalar que otro de los aspectos que más llamaron nuestra atención es que el museo de murales teotihuacanos fue erigido en el mismo espacio en el que se encuentran ubicadas las pirámides del sol y la luna, nombres éstos asumidos luego de que los aztecas fueran los que gobernaran la zona, pero que originalmente no son más que las pirámides del agua y la lluvia.
