Mis personajes del año 2013

Me encanta la canción “Ronda en las viejas ciudades”, popularizada por Alberto Cortez. Nos dice que la historia que nos cuentan es la de reyes y grandes batallas, pero nadie sabe describir la morada donde amasaba pan el panadero y su mujer hilaba.&#8

Me encanta la canción “Ronda en las viejas ciudades”, popularizada por Alberto Cortez. Nos dice que la historia que nos cuentan es la de reyes y grandes batallas, pero nadie sabe describir la morada donde amasaba pan el panadero y su mujer hilaba. Y en ocasiones, digo yo,  sin los héroes ignorados, esos que ni idea tienen  de lo que es la gloria, lo escrito sería distinto.

En estos días está  de moda elegir a los personajes del año. De seguro la mayoría será gente famosa, con méritos para ser merecedora de galardones por sus obras en favor de la colectividad. Recibirán los aplausos en ambientes de gala, perfectamente sincronizados, con mucha publicidad para los patrocinadores. Reconozco, eso sí, que muchos de estos reconocimientos se hacen de buena fe y se pretende motivar el servicio al prójimo.

Sin restar méritos a los que aparecerán en las portadas de los diarios como los más sobresalientes de 2013, yo tengo mi lista. Sus nombres no importan, aunque sí sus acciones.

– Su compañero, motoconchista, murió en un asalto. Quedó sola, sin sustento, sin aliento. Tiene cinco hijos pequeños. Para sobrevivir, se levanta todos los días a las cuatro de la mañana, y se dirige al mercado, con la cara agrietada, apenas humedecida con lágrimas que se agotan.  En el basurero busca lo que sea para llevarle a sus hijos, algo medianamente comestible, que llene barriguitas, que evite los llantos que produce el hambre.  Y cada día, para ella, es un siglo de tormentos, pero sabe que sin su martirio su prole morirá.

– Él sobrepasa los setenta años. Tiene un hijo con VIH y tres nietos que mantener. Nadie le da u ofrece trabajo. Anda de construcción en construcción, dispuesto a hacer zanjas, levantar fundas de cemento aunque se le rompan las vértebras; pero siempre escucha lo mismo: “viejo, aquí no hay nada”.  A su edad sabe que puede caerse y no pararse jamás, especialmente porque es diabético, sufre del corazón y no tiene ni para la pastilla de un día. “Daría mi vida para que ellos coman”, piensa en el ocaso de su esperanza.

-Ella es religiosa. Proviene de una adinerada familia europea y dejó  todo para dedicarse a  servirle con amor a los pobres de esta isla, que son los mismos desamparados de cualquier país. Hace el bien en silencio, como se debe.  Cuida y baña a los enfermos, alimenta a los ancianos, sufre cada vez que uno muere, pero siempre tiene fe de que, dentro de las penurias terrenales, muchas de esas almas estarán al lado del Señor.

Estos son mis personajes del año. No olvidemos que los anónimos también pueden darnos grandes ejemplos.

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