El terremoto que agudizó las precariedades de Haití parece haber atizado los ánimos para robustecer las relaciones bilaterales con República Dominicana.
Más allá del posicionamiento que en el ámbito internacional le generen estas acciones al presidente Leonel Fernández, el sismo que destruyó gran parte de la capital haitiana, en enero del 2010, ha sido una coyuntura que el mandatario dominicano ha sabido aprovechar para mejorar las relaciones con Haití, impulsando iniciativas que trascienden el marco teórico de la rezagada Comisión Mixta Bilateral.
Dos días antes de que Fernández viajara a la comunidad de Limonade, al norte de Haití, para inaugurar la universidad estatal Henri Chistophe donada por el gobierno que encabeza, el Ministerio de Salud Pública anunció en el Palacio Nacional el programa preventivo “La Hispaniola Libre de Cólera”, que pretende erradicar en cinco años el avance del mal en la isla.
Hasta finales de diciembre del pasado año, el cólera había terminado con la vida de siete mil haitianos y de 363 dominicanos. El Gobierno dominicano pensó que la lucha contra esta enfermedad sería más eficiente, si el trabajo se hacía de manera conjunta y pensando en la isla como un todo, y no de manera aislada.
Para erradicar el cólera en la isla compartida por ambas naciones, se habla de una inversión que oscila entre mil 200 y mil 300 millones de dólares. La universidad que el Gobierno dominicano donó a Haití fue construida a un costo de 30 millones de dólares.
Datos suministrados por la Unidad de Cooperación Técnica para la Reconstrucción de Haití, del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, plantea que después del terremoto República Dominicana ha invertido unos 100 millones de dólares para asistir al vecino Haití.
Solo en asistencia humanitaria el Gobierno ha donado 34 millones, 846 mil 568 dólares, una cantidad que, partiendo de las necesidades y demandas que gravitan en el pueblo dominicano, hay quienes estiman escandalosa, pero que a Fernández no le ha temblado el pulso para ponerla a disposición del lento proceso de recuperación de Haití.
“Estas iniciativas son saludables, porque todo lo que contribuya a mejorar el clima de tensión que ha existido durante años en estas relaciones, pues, por supuesto, se aplauden”, sostiene Wenceslao Guerrero, ex encargado del departamento de Asuntos Haitianos del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Advierte, sin embargo, que los vínculos con Haití envuelven varios elementos fundamentales que deben ser tratados y analizados al margen de situaciones coyunturales, como la dolencia del cólera y las secuelas del terremoto en Puerto Príncipe. “Tiene que haber una visión más integral, sobre todo desde el punto de vista político”, apunta.
Eran estos precisamente los parámetros que dieron origen a la creación de la Comisión Mixta Bilateral, firmada por los gobiernos haitianos y dominicanos, en diciembre del 1996.
Objetivos
La Comisión Mixta Bilateral, rubricada por Fernández y el expresidente haitiano René Préval, selló el compromiso de formalizar acciones para dinamizar y profundizar las relaciones entre ambas naciones.
Pero estos planes entraron en una fase pasiva y solo cobraban vigencia cuando las relaciones de los dos países adquirían elevados grados de tensión y desempolvaban viejos resentimientos. Todo quedaba en el olvido.
Politólogo aconseja una estrategia compartida
El politólogo Daniel Pou cree que el asunto es mucho más complejo. Entiende que no puede haber una República Dominicana desarrollada en términos integrales, sin un Haití que también se encamine hacia la ruta de la prosperidad.
“Es una idea que tiene que ser madurada y asumida por los sectores políticos, económicos y sociales de Haití y República Dominicana. No veo una estrategia posible de desarrollo integral, si esa idea no logra calar de una manera profunda entre el liderazgo de ambas naciones”, dijo.
