Lo esencial es evitar que aparezca la enfermedad, es lo que conocemos como “prevención primaria” . Para ello debemos mejorar cada día el estado de salud mediante actividades como la inmunización, la sanidad ambiental, la disminución de factores de riesgo a través de cambios en el estilo de vida y la protección contra accidentes y riesgos en el trabajo. Dice un aforismo: “Vale más una onza de prevención que una libra de curación”.
El fracaso de la atención primaria de salud, que propugna por su conservación, nos conduce al segundo nivel: la “prevención secundaria”, que consiste en la detección temprana de los signos y síntomas de la enfermedad y su tratamiento precoz y eficaz, mediante métodos seguros de diagnóstico y recursos terapéuticos efectivos.
La vida sin salud es un fiasco. El fallo en adoptar medidas saludables, no solamente nos conduce al simple quebrantamiento de la salud, sino que tiene serias consecuencias, como la aparición de complicaciones y secuelas, y en ocasiones su severidad puede tener carácter letal.
La “prevención terciaria”. Cuando, desafortunadamente, la enfermedad ha hecho su manifestación clínica, consiste en tratar de retrasar la aparición o el progreso de las complicaciones. Este nivel de prevención tiene también como objetivo la rehabilitación del paciente, evitar las secuelas o la discapacidad y tratar de reintegrarlo a una vida normal.
