Las escalas de ayer en Seattle, Hollywood y San Diego, tenían lugar al mismo tiempo que Obama ha cambiado su actitud, de buscar un compromiso con los republicanos en el Capitolio, a enfrentarse al presidente de la Cámara de Representantes John Boehner y otros líderes republicanos.
El presidente estadounidense los ha acusado de obstruccionismo y exigió su colaboración para aprobar cuanto antes un nuevo plan de estímulo de 447,000 millones de dólares, ostensiblemente para crear puestos de trabajo.
Esa nueva actitud combativa ha sido bien recibida por los activistas demócratas, hastiados de lo que consideran actitud conciliatoria con la oposición en el tema de la reducción de los impuestos y otros apartados, a la vez que la economía se ha atascado y el desempleo permanece sobre 9%.
El viaje de tres días de Obama le ofrece la posibilidad de calmar a sus bases más izquierdistas y más pudientes mediante una actitud nueva de enfrentamiento y ataque ante la campaña electoral de 2012.
Se consideraba muy probable que Obama fuera bien recibido entre sus partidarios y donantes ricos, incluyendo un acto privado donde cada uno de los asistentes pagarían 35,800 dólares, pero los activistas de izquierda pensaban recibir al mandatario con manifestaciones de protestas por su política y para recordarle que esperan más.
«Queremos que Obama defienda a capa y espada a la gente de este país que trabaja para sobrevivir», dijo Kathy Cummings, directora de comunicaciones del Consejo Laboral del estado de Washington.
