Los antiguos griegos,  políticamente divididos (el país era una serie de ciudades-estado autónomas y autárquicas), culturalmente unidos, tenían cada 4 años una  manifestación panhelénica: las competencias atléticas hechas en el santuario de Zeus de la ciudad de Olimpia. Las olimpiadas son la versión moderna de los antiguos juegos. Los participantes son ahora ciudadanos de estados nacionales. Cumplidos los 4 años reglamentarios, estamos de nuevo en tiempo de Olimpiadas. Río de Janeiro, Brasil, es esta vez la sede de los juegos, que despiertan los sentimientos nacionalistas y engrandecen humanamente, pero tienen en su haber una historia en la que temas negativos -política, discriminación, terrorismo-, tampoco han faltado. Los primeros 5 días concluyeron con desempeños decepcionantes para nuestro país pero faltan competiciones. 

La vida suele parecerse a una carrera con obstáculos en la cual la disciplina y la experiencia suelen tomar todas las ventajas cuando son impulsadas por la potencia de la fe.

Una vida sin fe carece de pasión, propósito y grandeza. Es en el campo de la aflicción, donde prospera la fe más robusta. Allí donde mirar tus adversarios resulta una cruel distracción y debes mantener los ojos en el galardón. Donde cada obstáculo te retará a evidenciar tu determinación.

La fe no probada, aunque auténtica, es debilucha, y hasta no ser azotada por la prueba permanecerá estéril. Has sido llamado a darlo todo, pero al final de la carrera tendrás una fe aprobada, más preciosa que el oro.