Particular preocupación

Ya es historia que Danilo Medina es el presidente electo de todos los dominicanos a la luz de lo que permite la Constitución de la República y a partir de esa realidad nos preocupa ahora el recuerdo de un déficit fiscal que sugiere una reforma…

Ya es historia que Danilo Medina es el presidente electo de todos los dominicanos a la luz de lo que permite la Constitución de la República y a partir de esa realidad nos preocupa ahora el recuerdo de un déficit fiscal que sugiere una reforma consensuada más un enorme fardo de cuentas por pagar que, en efecto, alarman a los técnicos del gobierno, hombres de empresas y al pueblo dominicano, en sentido general.

Tenemos la necesidad de una nueva reforma fiscal, y es el caso de que el país todavía no está en condiciones de resistir más impuestos, porque nuestra famélica estructura económica aun está notoriamente deteriorada.

De todas maneras, Danilo Medina ha dominado la situación en apreciable proporcionalidad, aún cuando es necesario resaltar que el presidente de la República está obligado a responder al pueblo en términos de evitar que se repita la historia de mantener al país en un engorroso estado de atraso social.

A Danilo Medina, altamente valorado desde el punto de vista político, le deseamos buena y santa suerte, por todo y cuanto significa haber enfrentado en cuatro años una densa amalgama de consecuencias, tan difíciles como estimar el reto de la alimentación y sacar de la pobreza a una buena proporción de dominicanos.

Desde luego, se impone hacer un enorme sacrificio entre el Gobierno y el pueblo, al tiempo de exhibir un armónico interés en salvar al país de sus particulares desventuras.

Por ejemplo, superar retos gubernamentales como el sistema energético; organizar el transporte; superar la seguridad pública, versión delincuencia, y generar la salvación del pueblo dominicano, verbigracia, en términos de evitar que Haití ocupe a la República Dominicana en su total extensión telúrica, diplomática y geopolítica.

En ese orden, se impone agregar esfuerzos especiales ante la tragedia que implica, por ejemplo, aumentar salarios a más guardias y policías con más profunda particularidad económica y el pueblo de su parte, pagar impuestos, pagar la luz; el agua; la recogida de basura; y, para decidirlo como totalidad, pues, pagar los servicios públicos, que también reclamar.

Todo esto es bueno, porque potencia el desarrollo como unificación crítica, ante la permanente vigilancia de los que nos preocupamos por el país y, dicho sea de pasada, por el mal uso de los recursos que pertenecen al pueblo. Los funcionarios saben a qué nos referimos.

Con esto, no dañamos a nadie, sino que ayudamos a superar los males que afectan al país y, en esa dirección, defenderemos todo lo que entrañe bienestar, sin renunciar al mandato del Santo Padre y de las cartas pastorales de nuestros obispos que combaten la corrupción.

Y como somos una entidad pluralista, estamos en el deber de recibir con humildad las arengas de nuestros pastores, que concluyen en organizar al país, lejos de la impunidad y cercano a la posibilidad de castigar la corrupción con verdadera y aleccionadora firmeza.

Entonces, al comenzar un nuevo gobierno, el país debe ser totalmente sometido al rigor de la planificación y en tal sentido, evitar estrujar la imagen nacional ante el anhelo de esperar diez millones de turistas ante el permanente encono de tener la guardia en la calle como si se tratara de un permanente estado de sitio.

El país espera salidas ocupacionales para los “ninis”; espera la creación de técnicos en las universidades; y espera, por ejemplo, que de la producción textil pasemos a la producción técnica y a partir de aquí, considerar que las universidades completen el gigantesco proyecto de aplicar una proporción equivalente a la superación de los brazos ociosos.

Finalmente, recordar que el agua es vida; que depredar es matar al país; que reforestar es impulsar la vida y que “gobernar es cumplir y hacer cumplir las leyes”. ¡Amén!

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