La poesía negra caribeña como expresión de dolor

Cadáver de un frenesíEl recuerdo de un camino que sube mucho a la sombra de los bambúes di guarapo…

Cadáver de un frenesí

El recuerdo de un camino que sube mucho a la sombra de los bambúes di guarapo que vuelve a inventarse siempre y el olor de los ciruelos de España se dejaron olvidadas las enaguas del mar los tiempos de la infancia el parasol de los coccolobis.

Al llegar a la curva me vuelvo y miro por encima del hombro de mi pasado lleno del ruido mágico en el momento preciso siempre incomprensible y angustioso del fruto del árbol del pan que cae rodando hasta el barranco en donde nadie lo encuentra la catástrofe se ha hecho un trono instalándolo demasiado alto del delirio de la ciudad destruida es mi vida incendiada.

Dolor tú perderás él hábito que se grita: que he soñado con el rostro torcido boca amarga he soñado con todos los vicios de mi sangre y los fantasmas rondaron cada uno de mis gestos en el escote de la suerte no importa es debilidad.

Vela corazón mío único prisionero que inexplicablemente sobrevive en su celda a la evidencia del destino feroz taciturno muy al fondo lámpara encendida por su terrible herida. (Aimé Césaire).

El Caribe es una ficción. Su imaginario de unidad y uniformidad ha sido el producto del deseo de los caribeños y de sus élites. Escenario desde el siglo XVI de fuertes enfrentamientos entre piratas y soldados de los reinos europeos, vio silente cómo se fueron poblando sus tierras. Se pobló de negros esclavos que llegaron obligados a trabajar la tierra. Luego llegaron desde Asia.
La gran mayoría, compuesta por negros y mulatos, construyeron sus propias historias en el batallar de los días. Y a veces, en acto desesperado, expresaban en sus cantos, bailes y poesías el valladar de dolor y explotación. Nació en Cuba, en Puerto Rico, en Haití, en Guadalpue, Martinica, Jamaica y en cada isla por donde el machete de la plantación se había convertido en el amo, sus ansias de un mundo mejor se expresaba a través del canto y de la poesía.
Nacieron muchos poetas, quienes con su alma sensible, hicieron y sintieron como suyos el dolor de estos hombres y mujeres marginados de todo.
Por razones de espacio seleccionamos para engalanar esta columna un poema del gran Aimé Cesaire. Le sigue el maravilloso poeta cubano el gran Nicolás Guillén. El tercer poeta es dominicano, uno de los grandes defensores de la negritud y de las raíces africanas en la cultura dominicana, que nos dejó a destiempo y que hoy recordamos con profundo respeto: nuestro amigo Blas Jiménez  
Cuando yo vine a este mundo
Cuando yo vine a este mundo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo
se me alivia caminando,
pues cuando vine a este mundo,
te digo, nadie me estaba esperando.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que mirar para ver,
hay que andar.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud:
lanza de mi poderío,
coraza de mi virtud.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón,
y mi voz entera es
la voz entera del sol.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo;
ya estará el de abajo arriba,
cuando el de arriba esté abajo.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo.
Hay gentes que no me quieren,
porque muy humilde soy;
ya verán cómo se mueren,
nadie me estaba esperando.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que mirar para ver,
hay que andar.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud:
lanza de mi poderío,
y que hasta a su entierro voy,
con eso y que no me quieren
porque muy humilde soy.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que vivir para ver,
hay que andar.
Cuando yo vine a este mundo,
te digo, nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo, te digo,
se me alivia caminando, te digo,
pues cuando vine a este mundo,
te digo, ¡nadie me estaba esperando!
Nicolás Guillén
“Tu son caribe”:
Residuos históricos, sudores sin edades, interminables gotas en trópico húmedo, como Lamouth en el estrellato. Chorros de gotas caen como centellas, como los hombres en su descenso a la tierra.
En un nunca despertar del perenne letargo en tu son caribe.
Se siente pegado a la piel como lapa húmeda y caliente.
Todo puede suceder en la noche.
Todo puede ser en el delirio de la de- sesperación.
Con la piel pegada al color, con la vibración de la tierra con los secretos fluidos del Universo, tu son sigue llenando la distancia”.
“Como cimarrón bailando al caer la noche”:
Sentir los foetes sobre las espaldas sobre mi lomo indómito sobre la raza.
Sentir los grilletes alrededor del cuello alrededor de las piernas alrededor de mi alma.
Sentir las cadenas que arrastran los años que arrastran las historias que arrastramos. Sentir el odio contra el odio.

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