El representante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en República Dominicana, Manuel Labrado, afirmó la semana pasada que el país tiene un nivel de deuda sostenible aún en condiciones difíciles, pues se mantiene en 30% del PIB. El análisis de los economistas del BID establece que la deuda es sostenible por lo menos hasta el 2015 ó 2016.
El señor Labrado, al hacer su afirmación, no se dio cuenta de que se refería a una parte de la deuda del sector público no financiero, excluyendo las deudas con los generadores, con suplidores y contratistas del Estado no registrada por Hacienda, las operaciones de “factoring” del Banco de Reservas con contratistas del Estado, y la deuda externa e interna del Banco Central. Por tanto, el análisis de los economistas del BID se basó en datos incompletos. Cuando no se deja nada fuera, la deuda pública dominicana asciende a 42.3% del PIB, superior al 30% del señor Labrado. Sin embargo, 42.3% no es un nivel exagerado de deuda pública, cuando se compara con el promedio de 40.1% que prevalece en el Continente.
Usar la relación deuda/PIB no es lo recomendable para determinar la sostenibilidad. El Gobierno no cobra el PIB, sólo un porcentaje del mismo. Ese porcentaje, llamado presión tributaria, gracias a la PIBitis del Banco Central, ha venido cayendo. México y RD tienen el mismo nivel de deuda pública como % del PIB. Un economista podría dictaminar erróneamente que ambas deudas son sostenibles. Si profundizamos veremos que la relación deuda a ingresos corrientes del Gobierno, en el caso de México es de 195.4%, mientras que en RD es 324.9%, el segundo más alto de la región. El pago de intereses de la deuda como % de los ingresos corrientes del gobierno es de 12.6% en México; en RD es 17.5%, el segundo más alto de la región.
Mientras el señor Labrado y sus economistas del BID dicen que la deuda es sostenible, los economistas del FMI, en un estudio reciente, concluyeron que la RD es el segundo país, entre 38 analizados, con el mayor riesgo de incumplimiento, por encima de Grecia. ¿A quién creemos? ¿Al BID o al FMI?
