Preguntas al alcalde Di Blasio

¿Por qué Haití se convirtió en Estado fallido? ¿Cuál es la responsabilidad de las potencias en ese desastre, en especial, de los EE.UU.? ¿Cuál es el balance de más de 20 años de intervención de la ONU en ese desdichado país, y particularmente&

¿Por qué Haití se convirtió en Estado fallido? ¿Cuál es la responsabilidad de las potencias en ese desastre, en especial, de los EE.UU.? ¿Cuál es el balance de más de 20 años de intervención de la ONU en ese desdichado país, y particularmente después del devastador terremoto del 2010? ¿Por qué influyentes actores de la comunidad internacional se afanan en buscar en RD un chivo expiatorio para evitar asumir la suma de todos sus fracasos?

Esas y muchas otras son las preguntas que debe hacerse el alcalde Di Blasio de Nueva York, y todos los que como él, agreden de forma injusta y desaprensiva a la nación que ha sido más solidaria con la patria fundada por Toussaint Louverture. Nación que, además, ha cooperado con la comunidad internacional, en la gestión de la crisis generada por una realidad geopolítica extrema e inocultable: Haití es zona de desastre ecológico y sanitario, perdió la guerra contra la pobreza y desde hace tiempo ha estado sometida al dominio de una oligarquía antinacional, mafias criminales, ONGs parasitas, y una MINUSTAH ineficaz, que ha costado mucho y ha resuelto poco.

El desafío es complejo para todos. Los problemas de migración descontrolada e indocumentada -en una isla de 76,000 km con 20 millones de habitantes, que equivale a decir, con una densidad demográfica 10 veces mayor que la de USA- constituyen en realidad el reflejo de un esquema de relaciones internacionales perverso.

En vez de la comunidad internacional ir a un proceso de reconstrucción serio y sostenido de las bases nacionales de Haití, que es lo justo y realista, se han concentrado en tres líneas de acción:

1. Evitar que los haitianos salgan por mar hacia los EE.UU. y otras zonas del Caribe

2. Mantener la percepción de un “gobierno haitiano de apariencia democrática” pero inefectivo para transformar las desastrosas realidades imperantes y revertir las tendencias avanzadas hacia una implosión social y nacional.

3. Pero, sobre todo, convertir a su vecino insular -empleando recursos blandos y duros de poder- en un estado pivote, en un espacio de amortiguamiento o buffering que solo atenúa los efectos de esa pavorosa crisis estructural.

El esquema ha ido tan lejos y la compulsión que tienen los que han desgobernado en Haití es tan intensa, que quieren desconocer la soberanía y autodeterminación del Estado dominicano, expresada en un proceso generoso y flexible, de poner orden en materia migratoria, y demandar de las autoridades haitianas y la comunidad internacional que asuman sus responsabilidades con sus nacionales, que no sigan confundiendo indocumentación con apatridia.

Ciertamente, hay una deuda histórica y moral con Haití, pero sería una enorme insensatez y una inmoralidad de los que más pueden y deben querer saldarla sacrificando al estado vecino. Forzar la integración insular entre un estado fallido con un estado funcional pero débil y dependiente, solo puede terminar provocando dos estados fallidos, y una enorme crisis en el corazón del Caribe.

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