De esta forma, el autor, nacido en Arequipa, Perú, en 1936, se convirtió en el sexto escritor latinoamericano y undécimo de lengua española que recibe el más importante galardón de las letras universales, al que le precedieron relevantes galardones como los premios Príncipe de Asturias 1986, Miguel de Cervantes 1994, PEN/Nabokov y Grinzane Cavour, entre otros.
Ahora, el autor de La ciudad y los perros, apenas su segunda obra (primera novela) y con la que obtuvo los importantes premios Biblioteca Breve de 1962 y de la Crítica de1963, forma parte del exclusivo grupo de novelistas y poetas de lengua española reconocidos con el Premio Nobel, constituido por José Echegaray (España), quien lo obtuvo en 1904; Jacinto Benavente (España), en 1922; Gabriela Mistral (Chile), en 1945; Juan Ramón Jiménez (España), en 1956; Miguel Ángel Asturias (Guatemala), en 1967; Pablo Neruda (Chile), en 1971; Vicente Aleixandre (España), en 1977; Gabriel García Márquez (Colombia), en 1982; Camilo José Cela (España), en 1989, y Octavio Paz (México), en 1990.
Que la Academia Sueca haya otorgado el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa significa, entre otros méritos, reconocer el talento, la disciplina, el compromiso ético e intelectual, además de la poderosa imaginación y la inagotable capacidad creadora y transformadora de la realidad de uno de los escritores con mejor conocimiento y dominio de las técnicas, la belleza y el misterio del arte y el oficio de escribir.
Además, significa este premio, un reconocimiento universal, una vez mas, a la lengua española y al legado de Alfonso X el Sabio y del inmenso Cervantes, que en Vargas Llosa tiene a uno de sus pilares en la invención de personajes, de historias y de mundos, que por ser, de algún modo, reflejo de la historia política, social y cultural de Latinoamérica, la transgrede y da valor estético y carácter universal. Es más, la salva, dicho sea al pasar.
El premio a este notable representante del llamado Boom Latinoamericano, discípulo aventajado de Flaubert, admirador furibundo de Juan Carlos Onetti, gran pensador, autor dramático, ensayista y defensor a ultranza de los derechos individuales en democracia, significa exaltar, en la obra de un portento de la lengua escrita, el valor y la dimensión trascendente de nuestras culturas y naciones, en un año en que varios países del continente celebran el bicentenario de sus respectivas independencias.
