La conducta psicosocial de los dominicanos residentes en el extranjero ha sido un tema que he considerado de suma importancia para aquellos que trabajamos con la conducta humana. Siempre he interpretado que estos quisieran trabajar y producir los “dólares” en el día y tener la oportunidad de dormir por las noches en su país. La emigración del hombre de un lugar a otro ha existido siempre durante toda la historia de la humanidad, tanto así que la Biblia cita la condición de los mismos. En Levítico 19:34 se señala: “El extranjero que resida con vosotros os será como uno nacido entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo,…”, con lo que el mismo Dios nos enseña el sentimiento de pérdida del que abandona su tierra.
Creo que cada uno de nosotros tiene algún familiar cercano radicado en otras naciones.
Por lo que sé que han vivido la experiencia de cómo éste espera el momento de venir a visitar a los suyos. Tengo familiares en EEUU, por ejemplo, que han emigrado cuatro o cinco décadas atrás y han formado familias de hasta dos y tres generaciones con bases sólidas, tanto económico-social como moral, sin embargo, el sueño de regresar todavía permanece en ellos.
Si miramos ahora, tiempo de verano, no hay espacio en la diferentes líneas aéreas que vienen de diferentes puntos del mundo repletos de dominicanos que se pasaron el año ahorrando para venir a estar con los suyos, porque para ellos las mejores vacaciones consisten en venir, cada vez que pueden a pasar su verano a RD.
Acojamos con brazos abiertos a estos nuestros hermanos que vienen con la añoranza de recibir un abrazo, una sonrisa y, sobre todo, una expresión de: “¡Bienvenidos a su país!”.