Pura vida

Se dice que la paciencia excede a la fuerza, y que el tiempo todo lo cura. La cuerda se afina con el roce constante del experto, soltando su música, de lo rudo pasa a lo sublime, de lo simple a lo exquisito, de la cuerda del pensamiento a la audible;&#82

Pura Vida

Mis amigas que ahora son madres han tenido que tragarse sus palabras: “¿Por qué son tan cursi? Yo nunca seré así”, decían. Y llega el momento, el de ser madres y por supuesto, el de ser cursi. Es como si una palabra…

Se dice que la paciencia excede a la fuerza, y que el tiempo todo lo cura. La cuerda se afina con el roce constante del experto, soltando su música, de lo rudo pasa a lo sublime, de lo simple a lo exquisito, de la cuerda del pensamiento a la audible; sucede en cada minuto de apasionada persistencia y estratégica determinación. Todo “lo que se quiere” debajo del sol tiene su hora. Y dado que nadie puede atrasar o adelantar el minutero, hagamos lo propio, vivamos la espera como la meta, “ahora” es tan relevante como la “hora” esperada. La existencia humana es como un instrumento que quien aprende a tocarlo puede hacer que el tiempo se convierta en música, la música en momentos sublimes y esos momentos en pura vida. 

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Mis amigas que ahora son madres han tenido que tragarse sus palabras: “¿Por qué son tan cursi? Yo nunca seré así”, decían. Y llega el momento, el de ser madres y por supuesto, el de ser cursi. Es como si una palabra fuera inherente a la otra. Y la verdad es que es algo bueno y válido, aunque algunos piensen lo contrario. Yo no soy madre aún, pero he sido tía múltiples veces. Sin embargo, esta última vez me tocó una hebra sensible, casi esa misma que convierte a la mujer más dura en la madre más kitsch. Conocí a Vida, mi nuevo amor. Debo admitir que me ha removido un poco el reloj biológico, y de hecho, también ha desempolvado mi álbum de recuerdos con mi mamá. Por alguna razón, y les juro que fue sin darme cuenta (y no me gusta jurar), esta edición resume esos dos momentos “bipolares” vividos en los últimos meses: el de tía feliz y el de hija que añora a su madre. Siempre he creído que todo pasa por una razón, el día a día me lo ha demostrado. No me quejo, pero una vez al año, el comercio me “muestra” lo que no tengo conmigo. Nada, todo sigue. Y mientras estas páginas me recuerdan a mi primer contacto humano, también evocan a mi amor más reciente. Entonces, reconozco que el ciclo de la vida se cumple, y una sonrisa vuelve a posarse en mi rostro. 

Sin más, te aseguro que estas páginas harán que añores, ames, llores, te motives, sientas, que busques en tu propio baúl de recuerdos; todo por el amor que envuelve la maternidad.

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