El inicio de 2013 fue inusualmente tumultuoso y auguraba un discurrir del año muy complicado. Por una parte, se había recién aprobado una reforma tributaria que prometía una contracción económica en el corto plazo. 

Por otra parte, el fracaso del diálogo sobre temas fiscales entre el gobierno y los gremios empresariales y sociales apuntaba a un ambiente tenso y a dificultades en avanzar en acuerdos en algunas áreas críticas. Además, la herencia de 2012 en materia fiscal fue tan nefasta que imperaba un alto grado de desconfianza, particularmente porque debido a sus compromisos políticos, el gobierno hizo poco para esclarecer los hechos.

Por último, la economía mundial se mantenía muy débil lo que apuntaba a un pobre desempeño económico en general. El gobierno proyectó un crecimiento económico de 3%, lo que implicaba implícitamente un aumento del desempleo porque se trata de un crecimiento insuficiente.

A pesar de todo eso, se vislumbraban algunos elementos esperanzadores, si bien de carácter limitado. En primer lugar, el presupuesto de 2013 parecería ser un primer paso en el camino hacia la racionalidad y la sostenibilidad presupuestaria, después de 5 años consecutivos de altos desbalances. Además, las medidas de austeridad enviaron una señal tranquilizadora. Junto a ello, se advertían intenciones de avanzar para sanear los procesos de compras y adquisiciones públicas y de contratación de personal.

En segundo lugar, se impulsaron innovadores programas sociales como el de la alfabetización, el de atención a la primera infancia y el de la tanda extendida en educación. También se concretó el compromiso presupuestario con la educación pre-universitaria.

En tercer lugar, el gobierno empezó a mostrar interés por los sectores productivos, y puso recursos y esfuerzos por apuntalar la agropecuaria, y las pequeñas y medianas empresas.

En síntesis,  para los más optimistas se estaba apuntando hacia un gasto de más calidad, más efectivo y una fiscalidad más sostenible, hacia una nueva política social, y hacia una nueva política de desarrollo productivo.

Un año después, ¿qué nos queda? ¿dónde estamos? Desafortunadamente, bastante lejos de esos augurios.  En materia fiscal, el punto positivo es que la meta de déficit se cumplirá. De hecho, es probable que el déficit termine siendo menor al esperado, pero más que nada por la incapacidad del Estado de cumplir con el programa de construcción de aulas. Pero parece que eso será todo y que el proceso de reducción del desbalance y del endeudamiento resultante no continuará en 2014. Mientras tanto, se perciben avances muy lentos en materia de racionalización global del sector público y de mejoras ostensibles en la calidad del gasto.

En política social, los nuevos programas sociales son casi literalmente experimentos. Son programas de dimensiones reducidas que no parecen dirigirse a darle un giro significativo en el mediano plazo a la política social, la cual sigue descansando en demasía en la asistencia social y en servicios sociales de muy mala calidad. Una prueba de ello es que el presupuesto para 2014 no apuesta por escalarlos significativamente, mientras la tanda extendida corre el riesgo de convertirse en más horas en el aula pero con las mismas precariedades en el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Por último, con respecto al desarrollo productivo, hay una clara ausencia de una propuesta integral. Los énfasis en agricultura y PyMEs aparentan parches que alivian urgencias pero es evidente que no existe una propuesta amplia de desarrollo rural, industrial y de sectores seleccionados de servicios que contribuyan a relanzar la economía.

Es cierto que varias de estas áreas suponen un trabajo de largo plazo y que es difícil ver resultados inmediatos, pero el impulso inicial y la visión de largo plazo, elementos críticos para el éxito, son claramente débiles.

En síntesis, 2013 no sólo deja bajo crecimiento y más desempleo sino un modelo económico y un aparato estatal esencialmente intactos y con pocos visos de cambio. Peor aún, deja una estela de retrocesos potenciales o reales en materia de derechos con claras implicaciones sociales como la desnacionalización de descendientes de inmigrantes, y una reforma del Código Laboral en discusión que podría estar sentando bases para retrocesos en derechos laborales.

A pesar de la falta de determinación gubernamental, tenemos la obligación de hacer que en 2014 caminemos en otra dirección.

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