Renovación curricular de las universidades

El concepto currículo tiene una acepción amplia: “es el conjunto de experiencias en las que se involucra y se ayuda a participar a un estudiante, diseñadas previamente por una institución educativa con la intención de apoyar el desarrollo de…

El concepto currículo tiene una acepción amplia: “es el conjunto de experiencias en las que se involucra y se ayuda a participar a un estudiante, diseñadas previamente por una institución educativa con la intención de apoyar el desarrollo de determinados aprendizajes (PUCMM, Centro de Desarrollo Curricular, 2011).

Esto quiere decir que currículo no es sólo un pénsum, o un plan de estudio, o una lista de ofertas académicas. Los significativos cambios que tocaron la esencia de la universidad a partir de las últimas décadas del siglo XX (masificación, internacionalización, privatización, diferenciación…) han generado a su vez procesos de cambios en el desarrollo curricular de las universidades en América Latina.

Por un lado, se organiza una dinámica de oferta de carreras y programas, en coherencia con las demandas de un mercado no sólo local o regional, sino global (variedad de nuevas carreras de grado, maestrías y hasta estudios doctorales).

Asimismo, se renuevan constantemente los planes de estudio de las ofertas tradicionales para dar respuesta a la rapidez con que el conocimiento se hace obsoleto, y a la necesidad de atender la heterogeneidad de la nueva clase estudiantil en Educación Superior, habiendo apropiado ya el concepto de “educación para toda la vida”.

Por otro lado, el proceso mismo de enseñanza-aprendizaje se renueva e inicia sus propias demandas: se diseñan programas orientados al desarrollo de competencias, educación en la praxis, educación no catedrática-lineal, inserción de la investigación como mecanismo fundamental para el aprendizaje, utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) como recurso vital para los procesos pedagógicos, y hasta de modalidad única en el desarrollo de algunos programas.

Todo esto está generando replanteamientos al rol del docente tradicional, que pasa a ser   un “mediador” del aprendizaje de cada sujeto.

Esta revolución curricular plural, flexible e inclusiva ha sido positiva y, en tal sentido, suscribo las ideas de Claudio Rama, ex director del Instituto de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC), cuando expresa que la estructuración del currículo de este momento histórico ha permitido un equilibrio complejo frente a las múltiples demandas de estudiantes, empresas, sociedades, saberes, etc. que de pronto desafiaron a nuestras universidades.

Ahora bien, en una mirada crítica al proceso y sus resultados, consideramos que hoy urge en la región una reconceptualización más organizada, no necesariamente homogénea, pero que pueda comprometerse con las mejores estrategias de avances en materia económica y social de nuestros países.

Con el currículo, como herramienta potente y transformadora del proceso educativo (Stenhouse, 1982) se deberá articular la nueva respuesta de las instituciones de Educación Superior a una America Latina que sólo ha alcanzado moderados logros en términos de institucionalidad, fortalecimiento democrático, crecimiento económico, y donde sobreviven serios problemas de inequidad y pobreza. Es que hemos logrado vivir en nuevas formas de sociedades, pero aún con los viejos problemas. l

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