Reprimir la ira hace daño a la salud

¿Se irrita usted con facilidad? ¿Por qué lo hace? Y, sobre todo, ¿cómo lo hace?

¿Se irrita usted con facilidad? ¿Por qué lo hace? Y, sobre todo, ¿cómo lo hace? ¿Trata de reflexionar sobre lo ocurrido, contar hasta diez y resolver los problemas de la forma más civilizada posible? ¿Es de las personas que se “tragan” las injusticias y se encierran en sí mismos para evitar escenas, o, por el contrario, es de los que desahoga su cólera de inmediato?

Aunque los investigadores no se ponen muy de acuerdo sobre si es mejor demostrar la ira o reprimirla, parece que los últimos estudios coinciden en que este sentimiento humano es demasiado complicado como para reducirlo a dos simples adjetivos: bueno o malo. Lo importante es, según los expertos, utilizar la ira de forma adecuada, como si fuese una herramienta para conseguir los propósitos tanto laborales como de relación con los demás. Y es este buen funcionamiento el que, a la larga, repercute favorablemente en la salud y hasta en la longevidad.

Los resultados de los estudios siguen siendo un poco contradictorios: mientras unos creen que encolerizarse es perjudicial, otros, en cambio, aunque condenan que la cólera se traduzca en violencia física o en insultos verbales -algo, por otro lado, cada vez más frecuente en la sociedad-, creen que exteriorizar los enfados es más sano que suprimirlos.

Es mejor explotar

Si la ira que provocan determinadas experiencias personales o hechos externos no se expresa, puede ser perjudicial para la salud cardiovascular, especialmente de las mujeres.

Es la conclusión a la que han llegado investigadores del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Educación a Distancia (UNED), de España .

La investigación revela que, “comparando la ira manifestada con la interiorizada, es mejor expresarla puesto que, aunque se asocie con mayores niveles de presión sanguínea, de frecuencia cardíaca y una mayor secreción de adrenalina, la recuperación hasta los niveles normales es más rápida que si se reprime, pues la represión de la ira hace que esos sentimientos perduren durante mucho más tiempo por lo que, aunque las reacciones no alcancen la misma intensidad, su duración se prolonga, con sus correspondientes alteraciones fisiológicas”, indica Ana M. Pérez-García, coautora del trabajo.

Esta expresión del enojo tiene unos límites puesto que “verbalizar la ira no significa caer en actos agresivos o violentos”, añade la investigadora.

En los años 70, la creencia general era que los individuos con personalidades de Tipo A -es decir, impacientes, agresivos y competitivos- tenían más probabilidades de sufrir una enfermedad cardíaca.

Fue la conclusión de unos cardiólogos de San Francisco, después de un largo estudio llevado a cabo con 3.000 varones. Pero a mediados de los 80, se empezó a proclamar justo lo contrario: que los individuos del Tipo A no corrían más riesgo que los demás, e incluso que los pacientes del Tipo A que habían sobrevivido a un infarto estaban mejor que los más relajados.

Entonces fue cuando Redford Williams, un profesor de psiquiatría y psicología de la Duke University, en Durham, Carolina del Norte, ideó la teoría del Tipo H. La clave estaba en un ingrediente que existe sólo en algunas de las personas del Tipo A: la hostilidad. Según Williams, se puede ser del Tipo A y no correr ningún riesgo de enfermedad cardíaca pero si además se es hostil -cínico, desconfiado, tendente a mostrarse agresivo con los demás- es más probable que se desarrolle esta patología.

Resultados de estudios

Investigadores de la University of Maryland, dirigidos por el doctor Siegman, han ido más lejos que Williams, y sostienen que sino se exteriorizar la ira se incrementa el riesgo de cardiopatía no sólo en los más hostiles sino en todo tipo de personas. Siegman asegura que entre las personas que ya han sufrido los síntomas de un infarto, aquellos que expresan abiertamente su agresividad sufren menos bloqueos en sus coronarias que los que la reprimen.

Tanto la teoría de Williams como la de Siegman atienden a la misma explicación biológica: cuando el corazón late más fuerte y deprisa por causa de una crisis, las arterias se dilatan para aceptar mayor aporte de sangre y las plaquetas se hacen más densas para cerrar la supuesta heridaprovocadas el alboroto intravascular. 

Sugerencias para poder manejar la ira

Podemos decir que lo ideal sería que no nos enojemos, pero ya que esto es imposible, lo mejor es que controlemos nuestra ira, es decir, sólo enojarnos por las cosas importantes. Y una vez controlada, expresarla, lo que no significa caer en situaciones violentas, con verbalizarla alcanza.

Algunos consejos para aplicar ante situaciones de ira, según los expertos, desde el punto de vista de la salud cardiovascular es controlar el enfado y llevarlo a expresiones emocionales más favorables, recurriendo al sentido del humor, hacer ejercicio físico, distraerse, tomarse un tiempo para pensar.

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