Saramago, “El último cuaderno”

José Saramago fue un escritor lúcido, con una prosa que confunde por su aparente sencillez, pero que exige mucho siempre del lector. Tenía ideas claras, por ejemplo: su apuesta por el hombre y sus posibilidades de redención –palabra quizás…

José Saramago fue un escritor lúcido, con una prosa que confunde por su aparente sencillez, pero que exige mucho siempre del lector. Tenía ideas claras, por ejemplo: su apuesta por el hombre y sus posibilidades de redención –palabra quizás no muy de su agrado-, su ataque a los absolutos tanto políticos como religiosos y su amor desmesurado por las palabras y la razón.

La fama le llegó tarde. Su primera novela la publicó joven, con unos 25 años, pero luego estuvo casi veinte años sin publicar porque, según él: «quizá no tenía nada que decir». Luego presentó libros de poemas, teatro, novelas y memorias y no paró hasta morir, tranquilo, escoltado por los suyos, en junio de 2010. Su obra le valió el Nobel en 1998, siendo el primer escritor de lengua lusa en recibirlo y su amplia bibliografía incluye títulos como “El ensayo sobre la ceguera” o “El evangelio según Jesucristo”, que no pueden faltar en cualquier biblioteca moderna.

Ya en sus últimos años, casi al borde de la inexorable muerte, escribió un blog, que fue publicado como unos “Cuadernos de Saramago”, siendo la última recopilación titulada: “El último cuaderno”, con prólogos de Pilar del Río, su esposa española, y del genio italiano, recientemente fallecido, Umberto Eco.

En su blog está su mirada sobre casi todas las cosas, divinas y humanas, sus fobias y sus amores, su visión trágica y pesimista del presente y sus propuestas para un futuro más cálido. “Suscitar un sentido nuevo de los deberes humanos, haciéndolos paralelo al ejercicio pleno de sus derechos”, “Vivir como supervivientes, porque los bienes, las riquezas y los productos del planeta no son inagotables”.

También están la pluralidad de vida: “Las verdades únicas no existen: las verdades son múltiples, sólo la mentira es global”. Sobre el poeta palestino Mahmud Darwish nos dice que es “…una experiencia estética que será imposible olvidar, es hacer un doloroso recorrido por las rutas de la injusticia y de la ignominia de que la tierra palestina ha sido víctima…”. La prosa de Saramago, en cierta forma, es también un llamado a la lucidez en un mundo oscuro, sin rumbo ni brújula.

Otros escritores de los que habla con total humildad, como pocos escritores llegados a tan alto nivel son capaces de hacerlo, son: Borges, Eduardo Galeano, Benedetti, Sábato y García Márquez, entre otros de aquí y de allá.

Sobre la religión no podían faltar anotaciones, habiendo sido Saramago un ateo militante, en “Un tercer Dios”, propone la creación de “un tercer dios con poderes suficientes” para someter a Dios y Alá, pero que deberá retirarse y dejarnos solos al poner orden.

Finalmente en “Un capítulo para el Evangelio”, una bella página de amor sin dudas, escribe, en voz de María Magdalena: “Miraré tu sombra si no quieres que te mire a ti”, respondiendo Jesús: “Quiero estar donde esté mi sombra si allí es donde están tus ojos”.
Buen libro este de Saramago, ¡Dios lo tenga en la gloria!

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