Taberna y otros lugares (1)

IIIEn tres entregas anteriores (Roque Dalton: Oficio de poeta) se hizo un recorrido obligatorio por fases más tempranas de la poesía de Dalton, y entramos, ahora, con “Taberna y otros lugares” (Premio Casa de las…

III

En tres entregas anteriores (Roque Dalton: Oficio de poeta) se hizo un recorrido obligatorio por fases más tempranas de la poesía de Dalton, y entramos, ahora, con “Taberna y otros lugares” (Premio Casa de las Américas, 1969), a un territorio ampliado en que se manifiesta su plena madurez. “Taberna …” es, en efecto, el territorio-laboratorio donde se realiza y confirma la más alta poesía de Roque Dalton. Los dominios del poeta adquieren aquí contornos todavía más precisos, y su magnífica empresa de “conquista verbal de la realidad” se dirige más que nunca hacia donde tenía que dirigirse, es decir, hacia la “temática del testimonio, la denuncia política y social”. Pero este fenómeno no ocurre (como la mayoría de “los críticos coinciden en afirmar”), a través de un simple proceso de ruptura con su poesía lírica, amorosa”, (que nunca fue sólo tal en su conjunto), sino mediante un complejo proceso de superación y desarrollo dialécticos, sobre todo en el plano formal, como adecuación definitiva al contenido. El itinerario creativo de Roque Dalton es ciertamente tortuoso, y alguna vez atravesó por zonas pantanosas y se precipitó en abismos de dudas y conflictos muy serios y muy personales (que por poco no terminan ahogándolo), pero nunca su poesía dejó de apuntar hacia este norte (temático): poesía del testimonio y la denuncia, cuando no puro panfleto. No hay, pues, tal ruptura en “Taberna…” : simple afirmación de objetivos. Mayor amplitud de mira. Y eso es todo. Afirmar lo contrario significa convertirse en corifeo del simplismo, hacerle el juego a quienes pretenden separar la piel del hueso, lo “extrínseco” de lo “intrínseco” al american way of criticism. Si es cierto que un gran artista está condenado a repetir siempre la misma obra, “Taberna y otros lugares” sería la enésima confirmación de la regla. En rigor, y en potencia, “Taberna…” es la más noble y notable condensación del mundo poético-revolucionario de Roque Dalton. En este libro de intensidad lírica formidable y riguroso formalismo la forma epigramática (irónico-lírica) está más presente y más activa que nunca. Todas las instituciones del mundo de Dalton precipitan y cristalizan aquí a través de una lengua propia que ha alcanzado plena depuración, corroyendo en el plano de la forma y el contenido la atmósfera de lo prohibido, como diría Roland Barthes, con más precisión y elegancia. “Taberna…” es, por lo tanto, el gran laboratorio final de la humana poesía de Roque Dalton y el testimonio total (casi total) de su idea y representación del mundo. Imposible negar que en “Taberna y otros lugares” están presentes los motivos iniciales de su quehacer poético. Imposible negar que “Taberna …” constituye el auténtico certificado de compromiso con un código ético-estético al que Roque Dalton debía permanecer fiel toda la vida, demostrando así en todas las circunstancias que un poeta puede ser tan coherente como sus palabras.

Lo curioso del caso es que muchos de los críticos que han visto en “Taberna…” un mundo aparte (respecto a la producción anterior del poeta), y que se han pronunciado en consecuencia a favor de la tesis de la “ruptura”, han terminado por suministrar datos curiosos que confirman precisamente lo contrario. Es decir, la gran unidad y coherencia de los temas y obsesiones que giran en derredor del planeta Dalton. Así, el ponderado Italo López Vallecillos, en el prólogo de la primera edición salvadoreña, nos dice que “Taberna y otros lugares refleja los procesos de maduración de un poeta que ha logrado el dominio formal, el poderío de la palabra sobre ideas y emociones que se niegan a ser expresadas en forma desnuda y obvia. La intención va más allá de la metáfora o la imagen, creando y recreando un mundo poético en aparente desorden, desvertebrado, para dar paso a una serie de contrapuntos filosóficos, políticos, en los que el hombre de carne y hueso esta ahíto de angustia, de soledad, de amor”.
Más adelante nos habla del “gran desenfado e ironía” presentes en esta obra, de la casi permanente “confrontación entre la realidad nacional y la soledad del poeta, desterrado, sin patria”, de su palpable “ingenuidad o cinismo intelectual”, de su “plástico erotismo”, de su “angustia vallejiana, su nostalgia de infancia, su intimidad desnuda y la realidad social que le envuelve y determina”. “La ternura, la bondad, la insolencia, el ingenio, la ironía, la blasfemia (Dios es siempre un tema en Dalton) que aparecen mezclados en una secuencia que objetiviza una relación conflictiva del hombre, este hombre, y el mundo”.

Ahora bien, los elementos descritos por López Vallecillos son, como se ha demostrado inicialmente, típicos de la obra total de Roque Dalton. Y, en efecto, en Taberna… , el poeta se limita a recogerlos y superarlos por vía de la depuración. No a negarlos.

En cualesquiera de las cinco partes que componen el libro (tres de ellas dedicadas a “El país” está presente el Roque Dalton de siempre con sus eternos conflictos. “El país I”, por ejemplo, contiene una representativa serie de piezas de orfebrería perfecta que rara vez se ven juntas en una obra y por sí solas bastarían a darle fama a un literato. Entre ellas cabe mencionar “El descanso del guerrero”, “El capitán”, “El gran despecho”, “El alma nacional”, “El hombre del orden”, “0.E.A”: “La segura mano de Dios” (sobre el ajusticiamiento providencial del general Martínez) y en particular el extraño y hermoso huevo antológico “Buscándome líos”, donde el poeta describe (y mitifica) su inolvidable ingreso al Partido:

La noche de mi primera reunión de célula llovía / mi manera de chorrear fue muy aplaudida por cuatro / o cinco personajes del dominio de Goya / todo el mundo ahí / parecía levemente aburrido / tal vez de la persecución y hasta de la tortura diariamente soñada. / Fundadores de confederaciones y huelgas / mostraban cierta ronquera y me dijeron que debía / escoger un seudónimo / que me iba a tocar pagar cinco pesos al mes / que quedábamos en que todos los miércoles / y que como iban mis estudios
y que por hoy íbamos a leer un folleto de Lenin / y que no era necesario decir a cada momento camarada. / Cuando salimos no llovía más / mi madre me riñó por llegar tarde a casa.
En “El país II”, a pesar del toque intimista o seudo-intimista (que ha desorientado a más de un crítico), vibran las mismas instancias poéticas que ya hemos fichado y clasificado. Por ejemplo, soledades desgarradas y desgarrante como en “Matthew”:
Gocémonos ahora en nuestras íntimas llagas: / ello nos permitirá menospreciar la cicatriz, / dejar para el dolor el mejor rincón de la memoria, / y a la plena sanidad, la acción.
O bien, como en “Sir Thomas”, desesperación y angustia contenidas al borde del abismo por obra y gracia de la ironía convicta y la poética del cinismo:
“El horizonte es el objeto más inútil de la Creación / -decía mi abuelo para disimular el caos financiero- / Un paso hacia adelante lo destruye”/. Así es nuestra costosa experiencia / destinada a podrirse como un trapo / en los grandes basureros de la ciudad.
Pero aceptaríamos tranquilamente la muerte / antes que algún desprecio a nuestro / granito de arena. / Porque existe, ay, otra vida /más acá de los sueños.
Sexo simple y desnudo como en “Samantha”:
Cualquier excusa basta / cuando se tiene tan divino vello púbico.
O sexo al vino como en “Lady Ann”:
Oh, no me toques ahora (repetiré la prodigiosa escena / de nuestra primera noche en Mallorca, / borrachera compungida en que el deseo / era el mejor amigo de la misericordia): / tu clima es de agua enroscada / como una serpiente que no pecó / y esquiva por unos días más su vejez irremediable: / delirio cómico para llorar a tus anchas, / parte del tedio.
Humor negro como el “El obispo”:
Los hombres en este país son como sus madrugadas: / mueren siempre demasiado jóvenes / y son propicios para la idolatría. / Raza dañada. / La estación de las lluvias es el único consuelo.
Blasfemia y teosofagia como en otro “Sir Thomas”:
Pero solo me queda la soledad en el gran tablero de ajedrez, / casi el horror… / abandono donde balbucear hasta himnos, / dulces columnas inscriptas de numerosos / hechos nuestros / en espera de ser homenajes simbólicos / para un Dios futuro / que a lo mejor no vendrá, / en qué recodo / de la oscura carretera quedasteis?
Y además ironía irreverente:
Recuerdo a mi padre decir que con una Biblia / y con una perenne pinta de cerveza negra de Dublín, / seguiría siendo cristiano aún en los infiernos. / Dios no me dejes ironizar con su memoria, / pero el Nuevo Mundo es un acuario con peces / que no se pueden trinchar en los altares.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas