Torres

Entre algunas culturas antiguas la montaña simbolizaba el centro del mundo, el albergue de la divinidad residente en su empinada cumbre. Las modernas torres construidas en la cada vez más vertical ciudad de Santo Domingo, me evocan esa noción mística. Parecen montañas prolongadas hacia el cielo que dibujan un paisaje de avance y esplendor metropolitano, ajeno al terrenal caos, típico de nuestra urbe. Pero así como dioses nunca serán hallados en la cúspide montañosa, nuestras altas torres son monumentos de bases de barro. Aparentan estar por encima de las limitaciones generales, pero están levantadas sobre una realidad de servicios públicos precarios que se afianza y agudiza con cada nueva elevación. Aunque su modernidad deslumbre.