En una entrevista en la televisión nacional, Carlos dijo que Transilvania es la «mejor exportación» de Rumania y un «tesoro nacional».
El príncipe, que realiza una visita de cinco días a Rumania, ha estado desde hace tiempo enamorado del paisaje natural casi virgen y las ancestrales tradicionales agrarias en Transilvania, donde posee varias casas.
El legendario príncipe Vlad el Empalador fue un gobernante y guerrero rumano conocido por su resistencia al Imperio Otomano y su crueldad inspiró la novela de Bram Stoker «Drácula» y decenas de películas sobre vampiros en Transilvania.
¿Qué tiene esta provincia rumana?
Transilvania es más que un escenario de densos bosques, nieblas perennes y castillos siniestros. Esta región del centro de Rumania, protegida por el arco de altas cimas que forman los Cárpatos, es una de las más industriales y ricas del país. Hay bosques, sí; sobre todo de coníferas. Hay castillos, muchos, incluido el famoso de Bran, al que la iconografía turística ha colgado el sambenito de castillo de Drácula. Pero en lo que Transilvania es rica es en ciudades monumentales. Urbes medievales llenas de palacios, iglesias y fortalezas, tan numerosas y tan bien conservadas que resultaría difícil encontrar una concentración similar en otro país europeo.
Un montón de hoteles pequeños y casi familiares alojados en antiguos edificios medievales tratan de dar respuesta a la creciente afluencia de turistas que llegan atraídos por los viejos burgos medievales transilvanos. Ciudades de otro tiempo a las que el formol del comunismo conservó aletargadas, pero intactas, y que hoy, con la cara lavada y recién pintada, ofrecen lo mejor de Rumania. Más allá del Conde Drácula.
