Trayectoria literaria: memoria II

INTRODUCCIÓNTranscribí dos etapas de mi trayectoria literaria en la entrega anterior. Correspondieron éstas a:1. Mi infancia y adolescencia (1 a 15 años) en Higüey.2. Los años de Seminario…

INTRODUCCIÓN

Transcribí dos etapas de mi trayectoria literaria en la entrega anterior.
Correspondieron éstas a:

1. Mi infancia y adolescencia (1 a 15 años) en Higüey.

2. Los años de Seminario Menor (1954-1958) en Santo Domingo.
Haciendo memoria de ese tiempo ido, hoy entrego otras dos etapas, correspondientes todavía a mis años de estudiante de Filosofía y Teología.

3. Estudiante de filosofía, 1958-1961.
Filosofía, tres años, una de las dos carreras universitarias obligatorias para un sacerdote. Es un tiempo muy intenso desde el punto de vista intelectual y de formación del pensamiento.

En este período sigue mi formación literaria por una parte, en los cursos de oratoria y de estilo literario; y, por otra parte, participando en un círculo artístico optativo organizado por el P. Oscar Magnan, S.J. para los seminaristas que lo desearan. De ese grupo recuerdo al P. Vinicio Disla. Este círculo me marca positivamente. También me marca la frase del P. Oscar dicha en esta época: Si tú no escribes, cometes pecado mortal” y esta otra: Tú tienes facilidad para escribir pero debes trabajar más tu estilo.

Conservo de esta época algún guión elaborado por mí para representaciones artísticas tenidas en el Seminario Mayor.

Rastreando mi existencia descubro que, aunque mi formación era aristotélica-tomista, sin embargo los filósofos que más influyeron en mí para mi formación estético-espiritual y con los que más identificados me sentía fueron Platón, Plotino, y con ellos dos, San Agustín, que es de su escuela.

 También de estos años permanece viva en mí aquella insistencia en las tres características esenciales del ser, recogidas en esta afirmación: &#8220Todo ser es verdadero, bueno y bello&#8221, y el ansia de todo ser humano de buscar y encontrar la verdad, la bondad, la belleza, lo verdadero, lo bueno y lo bello.
Acompañadas estas afirmaciones: El ser es reflejo de ser de Dios, el cual es verdad, bondad y belleza; y de esta otra complementaria: Dios es la suma verdad, la suma bondad, la suma belleza; en el Él se da la plenitud del Ser y se halla la respuesta plena de nuestra búsqueda.

 Estas afirmaciones claves de la filosofía marcan decididamente mi vocación literaria, espiritual y estética. Ya de 1962 o 1963 encontré escrito en uno de mis cuadernos de apuntes éste, digamos poema, bajo el título de Inspiración.

Dicen que no sé cantar
Pero, ¿quiéres que te cante?
Bulle en mí
-casi lo puedo tocar –
una canción de belleza
quiero cantar la flor
la noche y la mar.
He gustado lo hermoso.
he descubierto el misterio,
todo lo bello, lo bueno, lo cierto
entra dentro de mí
y salta y siento
que quiere salir hecho canción.
Déjame que te cante
porque Dios me enseñó a cantar:&#8221

III
En el año 1993, treinta años después, no recordaba ni remotamente, esos escritos de 1962 o 1963 (los he repasado ahora para redactar estos apuntes) y, ciertamente no los tenía en cuenta; y en ese año 1993, impactado por la belleza combinada del mar intensamente azul, la brisa invisible, metida entre los cocoteros y el espléndido sol, escribí la siguiente página, que sin yo reflexionarlo de manera consciente, reflejaba aún la marcada influencia de mis años de filosofía (1958-1961) en mi quehacer literario y espiritual:
Jesucristo y mi pluma

Como escritor he puesto mi pluma al servicio de la Palabra. Ella ha sido fuente, medio y meta de mis trabajos literarios.

En éstos buscaba prestar un servicio a la verdad y proclamarla. Quería construir el bien y anunciarlo. Traté de escribir con belleza sobre la verdad y el bien.

Porque la verdad, el bien y la belleza son tres características de las personas, las cosas y los hechos y pueden ser recogidas por la pluma separadamente o juntas. Si van unidas las tres, mucho mejor. Y aunque no se las una explícitamente siempre se descubrirán semillas de una u otra en el discurso de una obra: lo verdadero hace bien; el bien es verdad y embellece a las gentes; lo bello es parte de la verdad de los entes y hace bien.

 Como escritor he puesto mi pluma al servicio de la Palabra, es decir, de Cristo. Él es la fuente, el medio y la meta de todos mi trabajos, serán literarios o de otro tipo. Cristo, la Palabra, es verdadero, bueno y bello. Cuando yo hablo o escribo (porque no tengo otro objetivo sino lo verdadero, lo bueno y lo bello), siempre hablo y escribo a Cristo, aunque no cite su nombre, porque mi objetivo es Él.

Dondequiera que haya semillas de verdad, de bondad y de belleza correré tras ella, es decir, correré hacia Cristo, correré hacia la Palabra y trataré de pronunciarla y ponerla por escrito.

Buscaré prestar un servicio a la verdad y proclamarla; me empeñaré en construir el bien y anunciarlo; estaré atento para captar la belleza cuando pase y escribirla, si es que puedo. Si logro expresar la verdad y el bien bellamente, tanto mejor. Entonces mis escritos recogerán mejor a Cristo, se parecerán más a Él y la Palabra será más completa y eficaz, porque será verdad, belleza y bien.
 
4. Estudiante de Teología, 1961-1965:
Cuatro años: &#8220Teología&#8221, la segunda carrera universitaria obligada para sacerdote. Es un tiempo en el que el centro del estudio es Dios y las cosas de Dios, que dicho sea de paso, son todas las cosas, según definía San Francisco de Asís: &#8220Dios mío y todas las cosas&#8221. El tiempo de los estudios teológicos, es, en realidad, un tiempo de apertura e interés por todo cuanto existe desde la óptica de Dios. Estos largos años de estudio te entrenan para conocer y amar a Dios como tal, y a ese mismo presente y activo en el ser humano, en la naturaleza, en la historia, en el universo entero.

Desde el punto de vista literario, conservo de esta época una serie de cuadernos que recogen reflexiones, especie de meditaciones, de tipo teológico-doctrinal y otra serie que recoge mis experiencias espirituales más personales, una especie de Diario espiritual, que llamé Cotidiano, porque quería recoger allí lo cotidiano, lo corriente, de mis días vividos a la luz de Dios. Lo debería llamar más bien Ocasionario, porque no es un Diario sistemático sino que escribo allí aquella vivencia espiritual que, en un día determinado, se destaca más.

Comencé cotidiano justo en el primero de teología, año 1961-1962, y lo he mantenido a lo largo de estos más de cuarenta años, con sus altas y sus bajas, con unos períodos más fecundos que otros.

 Sin lugar a dudas, que los estudios bíblicos, en este período y en los años siguientes, influyeron en mí, no sólo en los contenidos doctrinales, sino también en el estilo literario.

El lenguaje de la Biblia es eminentemente simbólico y concreto; no es abstracto o discursivo, como el de la filosofía u otras ciencias. Incluso dentro de la misma Biblia hay unos libros más poéticos que otros. Me voy a referir concretamente al Cantar de los Cantares, los Salmos y el profeta Isaías. Estos escritos bíblicos, debo decirlo, han influido poderosamente en mi manera de escribir. El modo de hacer poesía de la Biblia me encanta. El Cantar de los Cantares lo he leído y gustado desde mi juventud. Cuando rezo diariamente los salmos, los disfruto como oración y como poesía y estilo literario. Isaías es, al mismo tiempo, profeta y poeta.

También en esta época me inicié en la lectura y en el amor a Santa Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz. Ambos han influido y siguen influyendo en mí no solamente desde el punto de vista místico-espiritual, sino también poético y literario. De San Juan de la Cruz, para citar un caso muy sencillo y concreto, aprendí a darle a las canciones románticas comunes y normales un sentido espiritual. Las letras de esos poemas de amor humano él los traducía a la relación de amor entre el alma y Dios. Los grandes e inigualables poemas místicos de San Juan de la Cruz, exquisita poesía, tienen sabor a poesías románticas de corte humano. Incluso esta práctica me sirve de criterio para discernir las canciones, los poemas o cualquier pieza romántica: si no se puede traducir o aplicar a la relación mística de Dios, considero que no permanecerá en el tiempo y que quedará en el olvido.

Ya terminando los estudios teológicos, conocí los libros de P. Taillard de Chardin, S. J., científico evolucionista, teólogo, filósofo y poeta y bebí abundantemente en sus escritos su visión del mundo, su cristocentrismo, su amor a la creación y su estilo de prosa poética. Influyó y sigue influyendo en mí.
 La caída del régimen de Trujillo y la difusión de la enseñanza laical de la Iglesia nos trajo aires nuevos y frescos y nos abrió el campo a la literatura de corte social. Desde esta época incursioné en ella y lo sigo haciendo aún.

 Así en 1962, tenía 23 años, publiqué mi primer folleto, edición de 10,000 ejemplares, titulado La Reforma Social, que recogía las inquietudes, sueños e ideales de los jóvenes de esa época.
 
CONCLUSIÓN
 
CERTIFICO que, en mi primera entrega de Memoria de mi trayectoria literaria, sólo di a conocer datos de mi infancia, adolescencia y de los años de Bachillerato y Seminario Menor, hoy entrego otras dos etapas, correspondientes todavía a mis años de estudiante de Filosofía y Teología.
 
DOY FE en Santiago de los Caballeros a los veinte (20) días del mes de junio del Año del Señor dos mil catorce (2014).

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