Tributación para la equidad

Combatir la desigualdad es un imperativo de este tiempo porque ésta resquebraja la sociedad, perpetúa la pobreza y atenta contra el crecimiento y el bienestar a largo plazo.

Combatir la desigualdad es un imperativo de este tiempo porque ésta resquebraja la sociedad, perpetúa la pobreza y atenta contra el crecimiento y el bienestar a largo plazo.

Según datos de la CEPAL, en términos del ingreso, la República Dominicana es el tercer país más desigual de América Latina y el Caribe. Sólo le superan Honduras y Brasil. Pero además, es un país también muy desigual en términos de riqueza. Comparado con su población, el número de multimillonarios (con riqueza de 30 millones de dólares o más) no es muy distinto al de la media regional. Tenemos poco menos de 38 mil personas por cada multimillonario, mientras en toda la región la cifra es de 42 mil. Sin embargo, la riqueza que éstos poseen expresado como porcentaje del PIB es notablemente mayor que el conjunto de la región. Mientras en toda América Latina los multimillonarios poseen el equivalente al 36% del PIB de la región, en la República Dominicana los suyos llegan a tener casi la mitad del PIB del país.

Un dato que llama la atención es que todos los países cuyos multimillonarios poseen una riqueza que equivale a un porcentaje del PIB superior al de la República Dominicana, tales como Bolivia, Nicaragua, Paraguay y Honduras, tienen un ingreso per cápita inferior. En contraste, en muchos países de ingresos per cápita más elevados que el de la República Dominicana como Argentina, Uruguay, Brasil Chile y Colombia, sus multimillonarios acumulan una riqueza menor comparados con su PIB.

Aunque esta evidencia es insuficiente para sacar conclusiones duras, sugiere que mientras mayor es la concentración de la riqueza, menor es el ingreso por persona y mayores los niveles de pobreza, y que hacer esfuerzos por reducir la desigualdad podrían contribuir a acelerar el crecimiento económico y reducir la pobreza.

Uno de los instrumentos más poderosos para reducir la desigualdad es el fisco, en particular cuando la tributación directa, es decir, los gravámenes sobre los ingresos y el patrimonio, es robusta logrando que los más ricos contribuyan relativamente más que otros, y cuando el gasto público es progresivo, tendiendo a beneficiar proporcionalmente más a los que menor capacidad de contribución tienen.

Sin embargo, tanto en América Latina como en la República Dominicana, la tributación directa es débil y explica en parte por qué es un continente tan
desigual. Eso implica que en vez de seguir poniendo el énfasis en los impuestos sobre las mercancías como el ITBIS, se necesita hacer un esfuerzo grande para poner mayor peso en los impuestos que gravan la riqueza. Uno de los principales problemas es la gran evasión que se da en el impuesto sobre la renta.

En la República Dominicana hay varios signos que revelan la debilidad de este tipo de impuestos. El primero es que explican una relativamente baja proporción de los ingresos tributarios. El impuesto sobre la renta (ISR) recauda menos del 28% del total, equivalente a menos de 4% del PIB. En los países de alto ingreso, estos impuestos explican cerca del 40% de las recaudaciones o más del 10% del PIB.

El segundo es que el elevado peso que tienen las recaudaciones del ISR los que gravan a las personas asalariadas y a las empresas, que son fuentes “fáciles”, en comparación con los impuestos a las personas físicas no asalariadas.

Mientras en América Latina se recauda cerca del equivalente al 1.5% del PIB por impuestos a las personas físicas, en el país a duras penas alcanza el 1%. De eso, más del 70% es por impuestos sobre asalariados, y sólo el 18% es de no asalariados. Y esto sucede a pesar del relativamente elevado nivel de exención contributiva para las personas. Esto sugiere que las personas no asalariadas de mayor nivel de ingreso tributan poco.

Tercero, los datos de la DGII sugieren que las empresas dominicanas tienen una rentabilidad tan baja que es difícil de creer y apunta a una práctica generalizada de esconder los beneficios para tributar poco. Las empresas han declarado que, en promedio, sus beneficios apenas superan el 5% de sus ingresos brutos. Cuarto, los impuestos sobre la propiedad (p.e. bienes inmuebles y vehículos) apenas aportan el 6% de los ingresos tributarios, lo que significa que no se está gravando bien la riqueza que toma esa forma.

Incrementar el peso de estos impuestos y reducir el de los indirectos como el ITBIS es un camino obligado hacia una sociedad más equitativa y con bases más sólidas para un crecimiento más sano y sostenido.

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