Una vivencia enriquecedora después de 18 meses en cama

Juan Hernández, titular de la Dirección General de Impuestos Internos, es un hombre que puede considerarse con todo el derecho más que afortunado, bendecido.

Juan Hernández, titular de la Dirección General de Impuestos Internos, es un hombre que puede considerarse con todo el derecho más que afortunado, bendecido. Luego de permanecer casi un año y medio ingresado en un centro de salud en  Estados Unidos, lo que habla por sí solo del delicado estado en que se encontraba,  hoy  está integrado plenamente a sus labores, desde donde ha podido, durante todo el tiempo que lleva al frente de esta institución, demostrar no solo su capacidad, sino su honestidad.

Este hombre, proveniente de una familia muy unida y numerosa, criado bajo una estricta disciplina, valora mucho el rol de la familia, muy en especial a la suya.  Siempre tuvo el apoyo de su abnegada  esposa, quien nunca flaqueó en sus días difíciles, el de sus hijos y de sus amigos.

Un hombre sencillo que circula por la ciudad sin el aparataje que identifica a algunos funcionarios del gobierno, al retomar sus funciones, superada la situación de salud,  fue objeto de un recibimiento único, algo que forma parte de los momentos que atesora en su memoria.

1. Mi infancia

Mis primeros años transcurrieron en un campo de Santiago que se llama Las Charcas, junto a mis padres y hermanos, que son ocho. Vivíamos como una familia humilde, pero sin carencia alguna; entre ganados, gallinas y juegos, en un patio donde se podía practicar cómodamente béisbol, lo cual hacíamos casi todas las tardes, aprovechando la ausencia de mi padre, que se dedicaba a la agricultura. Siempre recuerdo esos momentos con mucha alegría.

2. Una familia de mucho Respeto:

Mis padres siempre contaban con todo el aprecio y respeto de los moradores de Las Charcas y dado lo extremadamente estrictos que eran, en cuanto al debido comportamiento que teníamos que guardar, los moradores se convirtieron en guardianes de los hijos de Manono y Alsacia, como eran llamados. Recuerdo un día que fui a un colmado donde habían juegos de billar y quise quedarme un ratito observando, y el dueño me dijo: “no puedes quedarte aquí;  tu padre me pedirá cuenta a mí y te dará una pela a ti”.

3. Cambio de escuela

Un momento muy importante fue cuando pasé a sexto curso, que debía trasladarme a Santiago, a la escuela Benigno Filomeno Rojas. Un salto cualitativo importante, sin dudas.

Aunque trasladarme a Santiago no era problema, regresar a Las Charcas sí lo era, ya que a mediodía los pocos choferes que hacían esa ruta se quedaban en sus casas hasta que reposaban lo suficiente.  La mayoría de veces, los compañeritos de curso que vivían en Santiago me encontraban en la parada cuando ya ellos  habían comido y salían a montar bicicleta.

4. Cursar el bachillerato

Una época maravillosa fue realizar el bachillerato en el liceo Ulises Francisco Espaillat.

Siempre fui buen estudiante y aproveché esa habilidad para poder estar acompañado de muchachas a las cuales les enseñaba matemáticas (álgebra, física, etc.). Me preocupé por dominar totalmente esas materias para tener la oportunidad de explicarles. Eso me ayudó, además, a conseguir una plaza en el Instituto Abinader, como profesor de álgebra.

5. Cantante de un combo

Los momentos más divertidos que recuerdo han sido los de mi etapa de “artista”. Cursaba los primeros años de la universidad, en 1974,  y un grupo de amigos organizó un combo llamado Los Juveniles del Cibao, y yo era el cantante principal del grupo (risas). Ciertamente, era muy demandado.

Era guitarra y ritmo, y cuando el contrato era “alto”, incluíamos piano y saxo. Recuerdo una noche en el Túnel de Puerto Plata. Estando de moda “El Pingüino”, de Johnny Ventura; Fortunato, el pianista, lo tocaba perfecto, sobre todo la introducción que hace el piano al inicio.

Acabando de tocar, un señor me pide que lo toquemos otra vez. Fortunato se niega y el señor, que resultó ser un Coronel, me puso una 45 en la cabeza, y cuando Fortunato se dio cuenta, comenzó la introducción del piano al “El Pingüino”.

6. Mi matrimonio

Poco antes de graduarme, el 11 de febrero de 1978, contraje matrimonio con Altagracia, mi actual esposa, con la cual llevaba 9 años de noviazgo. Le pedí al Padre Alemán, director de la Escuela de Economía de la hoy PUCMM, que nos casara. Antes de aceptar, me hizo una anécdota de un viejito que jugaba golf con un amigo, todos los viernes, y un día envió a su hijo con la excusa de que no podía jugar ese día, porque iba a casarse y el amigo le preguntó al hijo: ¿con esa edad, y tu padre quiere casarse?, y el hijo le contestó: “quiere no, tiene que casarse”. Le expliqué que ese no era nuestro caso y aceptó hacerlo. Cuando llegué a la iglesia, vestido con un Frac negro muy elegante, el Padre estaba esperando, y delante de todos los invitados, gritó: “el mono, aunque se vista de seda, mono se queda” y todo el mundo estalló en risas.

7. Graduación de Economista

Siempre quise estudiar Derecho, pero mi hermano Abel decía: “Lo que más hay en este país es abogados. Estudia Ingeniería, que aquí no hay ingenieros, porque los estudiantes tienden a huirles a las matemáticas”. Comencé la Ingeniería, pero nunca he podido con el dibujo lineal. No entiendo los planos. Cuando me los enseñan, les digo: Mejor explícamelos. Luego cambié para Economía y fue todo un éxito. Mi graduación fue todo un acontecimiento.

8. Nacimiento de mis hijos

Dios siempre me ha bendecido grandemente a lo largo de mi vida. Dos regalos concedidos han sido mi hija Lina y mi hijo Randy. Dos personas fundamentalmente buenas, honestas y trabajadoras, que son el orgullo mío y de mi esposa. Recuerdo que le pedimos al Padre Alemán que fuera quien bautizara a Lina, quien es la primera y el preguntó: “¿En qué mes fue que se casaron?”, entonces contó los meses y dijo: “está bien, lo haré” (risas).

9. Llegada de mi primera nieta

Algo que ha cambiado positivamente mi vida y la de toda mi familia ha sido la llegada de Sharlize Michelle, mi primera nieta.  Ahora estoy obligado a pedir excusas a mis amigos que fueron abuelos antes que yo, por las burlas que les hacía cuando contaban sus buenos momentos con sus nietos.

10. El restablecimiento de mi salud

La situación que me obligó a permanecer casi un año y medio en Boston es algo que siempre recordaré como una experiencia enriquecedora. A pesar de lo delicado de mi situación, lo que realmente llega a mi memoria es el cuidado de mi esposa, sin muestra alguna de cansancio, a pesar de sus problemas en la columna; el amor de mis hijos Lina y Randy; el sacrificio de mi amigo Carlos; el apoyo del Presidente Fernández, que estaba más consternado que yo.

El cariño de la doctora Cedeño (Margarita) -antes lloraba porque estaba enfermo y ahora llora cuando me ve, porque estoy sano-. Todas las oraciones y buenos deseos de tantas personas y de todos los partidos políticos, y ,sobre todo, el recibimiento de 2,000 empleados de la DGII de pie, aplaudiendo por espacio de varios minutos, con sus ojos llenos de lágrimas de alegría, igual que los míos (todavía lagrimeo cuando lo recuerdo).

Historia de una trayectoria de vida

Graduado en Economía de la Pontificia Universidad Católica de Santiago, Juan Hernández Batista es el primer director general de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII).

Durante los años 1980-1983 realizó estudios de Post Grado en Técnicas Tributarias en el Instituto de Estudios Fiscales de Madrid, España, y en el Instituto de Estudios Tributarios en Panamá. Posee una experiencia de más de 15 años en actividades relacionadas a la formulación, capacitación y administración de políticas fiscales y tributarias, tanto en la Secretaría de Estado de Finanzas, como en el sector privado. Desde el año 1984 ha participado en la formulación y/o discusión de todas las Reformas Tributarias sometidas en República Dominicana.

Ha desempeñado funciones en los diferentes niveles de la Administración Pública y Tributaria del país, entre las que se destacan: Subsecretario de Estado de Finanzas en 1984 y Coordinador Nacional para la aplicación de la Ley del Impuesto sobre la Transferencia de Bienes Industrializados y Servicios (ITBIS) en 1983.

En 1996 es designado Director General de la Dirección General de Impuesto Sobre la Renta, siendo su último Director General, con la encomienda de iniciar el proceso de Modernización de la Administración Tributaria Nacional, dando como resultado la unificación de la Dirección General de Impuestos Internos, conocida como la DGII. En agosto del 2004, es designado, por segunda vez, director general de la Dirección General de Impuestos Internos, con la responsabilidad de preparar esa institución a  fin de asumir su nuevo rol en el marco de la apertura comercial.

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