El viaje al “más allá”

Cada cual debe tener la posibilidad de elegir qué hacer con su vida. El límite sólo debe ser el respeto por la vida de los demás. Incluso dejar de vivir puede ser una válida opción personal.El problema de cómo serás recordado es…

Cada cual debe tener la posibilidad de elegir qué hacer con su vida. El límite sólo debe ser el respeto por la vida de los demás. Incluso dejar de vivir puede ser una válida opción personal.

El problema de cómo serás recordado es imposible saberlo, no estarás. Además, el juicio de las generaciones que te sucedan podría ser múltiple y contradictorio. Quizás por eso no debe preocuparnos, sino procurar el aprecio del presente, de los tuyos, de tu entorno.

Para los cristianos al morir serás juzgado de acuerdo a cánones bíblicos. Sin importar tu procedencia, observarán si viviste de forma cristiana o si, por lo menos, aceptaste a Dios aunque sea un momento antes de expirar. Lo cual es un alivio para los que viven “mal”, “llevándose al mundo por delante”, pues si un segundo antes de morir “aceptan en su corazón a Dios”, sin importar los daños que hayan hecho en la vida, serán salvos.

Los griegos de su lado, siempre lúdicos, cínicos y geniales, tenían una tesis distinta. Al morir colocaban un donativo en la boca del muerto para que éste pudiera pagarle a Caronte por cruzar la laguna Estigia en su barca hasta el Hades.

Los muertos eran llevados hasta allí por el Dios Hermes en función de psicopompo, quien también les revisaba el equipaje antes de abordar. Y, como la barca podía hundirse, los que iban a subirse debían dejar todos los sentimientos, lujos y pasiones humanas en la orilla.

Así Hermes le dice a Lampico, un tirano, que deje la pompa y se desnude para subir a la barca y que, además, abandone “la soberbia y el orgullo”, pues “pesan demasiado para entrar contigo en la barca”. Pidiéndole también que se despoje “de la crueldad, la locura, la insolencia y la cólera”.

Y a Cratón le pide que abandone “tus riquezas, placeres y esa buena vida que llevas. No puedes subir tampoco con las pompas fúnebres ni los títulos…Olvídate del linaje y la gloria, y arroja todos aquellos elogios que recibiste de algunas ciudades, y también esas inscripciones de las estatuas a ti dedicadas. No debes mencionar el gran sepulcro erigido en tu nombre, pues ya sólo el recuerdo de todo ello, pesa mucho”.

De su lado a un filósofo impostor y charlatán le dice Hermes: “Primero, quítate el vestido, y después todo lo demás…Cuánta vanidad traes! Cuánta ignorancia, vanagloria, espíritu de contradicción y problemas inextricables, espinosos discursos y liosos pensamientos! (…) y excesiva charlatanería, frivolidad y gran cantidad de palabras sin sustancia… también montones de oro, sensualidad, desvergüenza, ira, y voluptuosidad (…) Deja también tu falsedad, después tu presunción y superioridad. Con toda esa carga, ni una nave de cincuenta remos soportaría tu peso”.

Y luego le dice a un orador antes de subir que: “…ya puedes ir descargando toda esa engañosa verborrea, repleta de contradicciones, comparaciones, barbarismos, además de otras muchas pesadas cargas del lenguaje”.

En ese instante decisivo, según Luciano de Samósata en el Diálogo de los muertos, de donde tomo los fragmentos, sólo podemos llevar la libertad, la sinceridad, el alma noble y la risa, por ser “ligeras, fácilmente transportables y muy útiles para el viaje”.

Entonces, sea de forma griega o cristiana nuestro juicio al morir, preparémonos para el viaje y vivamos “bien” y sin dañar a terceros, así mejoraremos el presente y quizás ganaremos el juicio positivo de la posteridad.

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