La vida pende de un hilo

Los jóvenes fallecidos en el naufragio de Sánchez jamás podían saber que les quedaban pocas horas de vida. Llenos de entusiasmo viajaron a disfrutar unos días de descanso a esa hermosa región, en sana reunión de amigos.

Los jóvenes fallecidos en el naufragio de Sánchez jamás podían saber que les quedaban pocas horas de vida. Llenos de entusiasmo viajaron a disfrutar unos días de descanso a esa hermosa región, en sana reunión de amigos.Una imagen divulgada por algún pariente o allegado presenta al grupo en un balneario de agua dulce. Quizás el Salto del Limón, en Sánchez. Relajados, disfrutando las frescas aguas del arroyuelo.

Otros ciudadanos viajaron el fin de semana hacia esa misma zona, y murieron en un accidente de tránsito aparentemente provocado por una patana que obligó al conductor del autobús a arrimarse a la orilla de la carretera donde había un cable de alta tensión a baja altura. A este grupo la muerte lo sorprendió en la carretera, después de un encuentro familiar, probablemente lleno de remembranzas y alegría.

En ningún cálculo podía entrar la posibilidad de que pocas horas después un imponderable iba a arruinar sus vidas. Son los hechos, las circunstancias que llevan a la gente a pensar que “la vida pende de un hilo”, generalmente finísimo.

Personas llenas de vigor y esperanzas y un golpe absurdo decreta el fin de sus días, con el agravante de que generalmente nada los vincula al desenlace fatal. Una imprudencia o torpeza de un tercero arrasa con los inocentes.

A veces una irresponsabilidad -como la del capitán del bote que persuadió a las cuatro parejas a tirarse a la mar embravecida con altos oleajes en una zona bajo alerta de las autoridades de Meteorología-; o el incomprensible pobre instinto de conservación de los jóvenes que convinieron en intentar tan temeraria travesía.

Todo, como si definitivamente no estuviésemos persuadidos de que se pende del fino hilo que puede deshacerse en un instante. Nunca resulta sencillo entenderlo. Y ocurre todos los días.

La realidad empuja, y no siempre se percibe esa fuerza arrolladora. Circunda en todo. Y la única posibilidad de atisbar los riesgos está en no olvidarse de que el peligro acecha. Que no se tiene todo el control.

Prudencia, y a veces suerte, pueden ayudar.

Nuestra solidaridad con las familias que sufren pérdidas inesperadas, que duelen, y resultan tan difíciles de admitir.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas