Viriato desveló intrigas políticas

A más de medio siglo de los acontecimientos, el abogado Antonio Lockward Artiles admite que llegó a colocar bombas en lugares públicos de la capital, como parte de las acciones subversivas planificadas por una célula antitrujil

A más de medio siglo de los acontecimientos, el abogado Antonio Lockward Artiles admite que llegó a colocar bombas en lugares públicos de la capital, como parte de las acciones subversivas planificadas por una célula antitrujillista que operó dentro del seminario Santo Tomás de Aquino. Cuenta que tras ser apresado por el SIM (Servicio de Inteligencia Militar) y torturado en la cárcel “La 40”, el propio Rafael Leónidas Trujillo Molina lo entregó en el Palacio Nacional a los curas, con la advertencia de que: “No lo dejen salir del seminario hasta que yo diga”.

Los sacerdotes católicos cumplieron la voluntad del dictador.  Condenaron al joven rebelde a nueve meses de silencio y aislamiento, una etapa de su vida que décadas después inspiró a Viriato Sención, su amigo del seminario, a convertirlo, bajo el nombre de Antonio Bell, en el protagonista de su polémica novela “Los que falsificaron la firma de Dios”.

Sención, que ideó e impulsó la denominada Cruzada de Amor, con Emma, la hermana de Joaquín Balaguer, conoció el mundo del entorno del caudillo reformista antes de radicarse en  Estados Unidos, en 1978. “Desde Nueva York me informó que estaba haciendo una novela sobre lo que me había pasado cuando estábamos en el seminario”, dice Antonio.

El escritor hurgó en su memoria para recrear los días en que los curas del Santo Tomás de Aquino se convirtieron en carceleros del seminarista. Lockward Artiles resalta que “el padre Marino Vásquez, era el jefe de los trujillistas”.

Recuerda que llegaron a confiscar y a entregarle al rector del recinto, la carta que el seminarista mayor Clemente Medina enviaría al coronel Johnny Abbes García, jefe del SIM, denunciando a varios  compañeros suyos que estaban dispuestos a conspirar contra Trujillo.

La invasión del 14 de junio de 1959 levantó gran revuelo en el seminario, ubicado en la hoy avenida Abraham Lincoln con Bolívar. “Fue: ¡Un acontecimiento…! Dentro del seminario volaron las sotanas de alegría por la llegada de los expedicionarios”. “Todo el mundo hablaba en contra de la dictadura dentro del seminario”.

La tiranía enfrentaba lo que sus organismos represivos veían como la rebelión de los curas. El SIM pensaba que la conjura inició con el sacerdote Fabré de la Guardia, auxiliado por los seminaristas Gorostiaga Cipriano, René Parra y Rafael Lefrebre, todos cubanos. El día 12  de septiembre Antonio se encontraba de vacaciones y descanzaba descalzo en su casa, ubicada la tercera planta de un edificio de la calle Salomé Ureña, de la Zona Colonial, cuando tocaron en forma brusca. “Me acerqué a la puerta y dije: ´Yo soy Antonio Lockward´.

Me levantaron y en los tres pisos no puse un pie en la escalera. Hasta que llegué a un carrito, eran unos carritos ingleses en esos momentos, pero eran ´tipos´ del SIM”.

“Me metieron en el vehículo. Cogieron por la calle El Conde, doblaron por el parque Independencia hasta la Máximo Gómez y subieron hasta La Manicera. Doblaron en una calle que yo no sabía que era La 40, donde estaba la cárcel. Cuando llegamos vi un chalet con un letrero en madera que decía ´Villa Jacqueline´”.

En La 40 encontró a su hermano Rafael y a sus compañeros antitrujillistas Tony Barreiro y Francisco Javier Mella Peña (Pichi). “Serían las 12 del mediodía. Me metieron en el primer pabellón, había un pabellón donde tenían una silla eléctrica. Ahí fue mi primera experiencia con esa gente… Trajeron a los amigos míos. Todos desnudos”.

 “Varios de los que entramos al seminario teníamos parientes que habían sido miembros de Juventud Democrática, que era, diríamos, el antecedente del Partido Socialista Popular que existió en la década del 1940 y luego desapareció.

Mis hermanos Rafael y Máximo eran antitrujillistas y habían sido de Juventud Democrática”, apunta. En el seminario se entrenó en la fabricación de explosivos con El Chino González y Papilín (Luis Ramón Peña González), de La Romana.

“Los curas cometieron el error de botar a Papilín del seminario cuando descubrieron que estaba en política y cuando Papilín llegó a La Romana lo agarró el SIM y hasta el día de hoy…”, dice.

Lockward Artiles asegura que, sometido a torturas, mencionó a Fabré de la Guardia sólo para despistar al SIM porque sabía que el maestrillo jesuita ya había retornado a Cuba.

En la cárcel recibió descargas eléctricas con un bastón y golpes en las plantas de los pies con un fleje metálico. Los torturadores, bajo el mando de Abbes García y Cholo Villeta, lo sacaron de su celda al tercer o cuarto día y le ordenaron vestirse, lo que hizo escogiendo piezas del montón de ropa de los detenidos.
“Coño, y me metieron en unos vehículos y salimos hacia el Palacio Nacional.

Desde que entré me pusieron esposas en la espalda y subimos al segundo piso, donde había entre 12 ó 15 funcionarios, entre ellos Balaguer y Virgilio Álvarez Pina, secretario de Interior”, recuerda.

No olvida que Johnny Abbes se movía por la sala “diciendo una serie de vainas: ´No… Y tuvo suerte coño que lo agarramos nosotros porque si lo hubiera cogido la Policía, lo mata´. El único que estaba parado era yo, pero cada vez que sonaban pasos en el pasillo todo el mundo se ponía de pie pensando en que era Trujillo. Eso ocurrió como cinco veces, hasta que llegó Trujillo”.

Al encuentro había sido invitado el arzobispo monseñor Octavio Beras, el nuncio Lino Zanini y los directivos del Santo Tomás de Aquino. “Los llamaron para entregarme. Trujillo dijo de todo. Dijo palabrotas: ´Coño, si yo lo mando a los tribunales son 30 años los que le tocan, 30 años… Estaba haciendo bombas, bombas que matan gente, pero yo se los voy a entregar y miren. No lo dejen salir del seminario hasta que yo diga”.

A partir de ese momento Lockward Artiles pasó nueve meses bajo estricta vigilancia de la dirección del seminario. El castigo terminó “cuando a Trujillo le dio la gana”. “El 3 de mayo de  1960 me llamaron los curas para que recogiera mis cosas y me mandaron a mi casa”.

Conspiración de los obispos

Luis Ramón Peña Gónzález (Papilín) fue torturado y asesinado en La 40, cuando Johnny Abbes García y sus esbirros eliminaban a los integrantes del 1J4. Rafael Valera Benitez fue testigo de su muerte. Lo mataron porque el seminarista se negó a firmar una declaración que desvelaba la “conspiración de los obispos” en la que acusaba al entonces obispo de Higüey, monseñor Juan Félix Pepén, de introducir un cargamento de armas al país para luchar contra la dictadura.

En 2003 monseñor Pepén contó: “Papilín fue asesinado salvajemente porque se negó a acusarme de participar en un supuesto contrabando de armas por las costas de Higüey que la mente enferma de aquellos infelices había tramado presentar como una prueba de la conspiración de los curas contra el gobierno”.

Critica la “Cruzada de Amor” que ideó

En 1993 un jurado otorgó el Premio Nacional de Novela a “Los que falsificaron la firma de Dios”, pero la Secretaría de Educación, dirigida por Jacqueline Malagón, se negó a entregarle el galardon. La novela retrata a Joaquín Balaguer en Mario Ramos, un personaje frío y sin sentimientos humanos que acumulaba poder a la sombra de Trujillo y que, teniendo influencia política, sacia sus pasiones sexuales con sirvientas, cuyos encuentros amorosos consuma en el cementerio de la Independencia.

También cuenta detalles sobre las actividades políticas de las hermanas de Mario Ramos, en abierta alusión a Emma Balaguer. El personaje que la encarna se convierte en una mujer ambiciosa que hace de la “Cruzada” una maquinaria política electoral y un negocio de importación de mercancías sin pagar impuestos. En la vida real, Viriato Sención convenció a Emma en 1971 de formar la “Cruzada de Amor”, una organización que iría “en beneficio de los pobres”.

“Esa mujer se hace poderosa con los grandes negocios que están desarrollándose con Aníbal Páez, que entra después, y con Guaroa Liranzo posteriormente, su gran socio”, declaró Sención a El Siglo en 1988. La novela introduce a personajes como Doña Herminia, la dueña de un prostíbulo famoso de la parte alta de Santo Domingo.

También incluye un personaje llamado “Frank Bolaño” o “FBC”, un desertor del seminario que se convirtió en odontólogo, pero que estableció su mejor negocio en el espionaje de políticos, militares y de todas las personalidades de la sociedad dominicana. Aunque Bolaño ayuda a Antonio Bell a huir de la represión del Santo Tomás de Aquino, pasa a servir a las peores causas, empezando por ponerse a las órdenes del Mario Ramos que describe a Joaquín Balaguer.

El “Complot Develado”

El libro Complot Develado, que publicó el SIM, aunque lo distribuyó bajo la firma del abogado y periodista Rafael Valera Benítez (torturado en La 40), reproduce un plano para la preparación de “bombas de tiempo” ocupado a José Manuel Pacheco Morales (Pilón), quien lo recibió del seminarista Antonio Lockward Artiles. El instructivo, según el texto, sería “utilizado por una asociación terrorista descubierta en Ciudad Trujillo”.

La obra relata que “conforme a las indagaciones practicadas, el plano en cuestión fue confeccionado y puesto en circulación en el país por el religioso cubano Antonio César Fabré de la Guardia, profesor del Seminario Santo Tomás de Aquino”.

Ahora, Lockward Artiles se ríe de esa época: “Eran bombas más bien de estruendo. ¿Tú sabes?…” Recuerda que colocó una que causó un gran pánico, en el baño del Mario, un restaurante chino, el más aristocrático de la capital, ubicado en la calle Palo Hincado esquina Mercedes. “Era con una mecha, prendí aquello y salí.

Cuando estaba en la puerta explotó aquello, ¡coño!… Y los chinos y todo el mundo salieron huyendo porque era el terror…”

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