En estos días hubiera querido, como antes, celebrar la primavera, que siempre llega con flores, pajaritos, madrugadas luminosas y caricias brisales. Pero no. Y salir con ella a los parques domingueros, a las playas areneras, a los caminos irredentos. Pero no. E inventar visitas a lejanos amigos, fiestas familiares con cualquier pretexto, banquetes domingueros con tarjeta de crédito. Pero No. Y enarbolar unos versos a mis mejores recuerdos primaverales. Pero no. No puedo. No quiero. Porque en verdad siento, en prisión domiciliaria igual que usted, que esta es, como dice aquella canción, una maldita primavera.

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