El momento que vivimos los dominicanos en la primera fase de la desescalada, obliga a las organizaciones y a las personas a adoptar nuevas maneras de encarar sus responsabilidades, laborales o ciudadanas.
Con la entrada en la fase 1 de la llamada desescalada, es decir, pasar de la cuarentena en que nos encontramos a un primer escenario en la búsqueda de la normalidad, se ciernen amenazas.
El riesgo permanente a desentendernos del período, de que se vive en una transición durante la cual deben crearse o mantenerse protocolos para garantizar el alcance de las metas deseadas.

Es como un juego de escalas, en el cual se requiere sumar determinados puntos mediante acumulación. Todo está referido a nuestro desempeño o comportamiento, sea desde el punto de vista individual, en las organizaciones de servicio o productivas, o en el conglomerado social.

En consecuencia, si no se siguen las reglas que indica el momento, y que están sugeridas por los entes llamados a garantizar el funcionamiento del conjunto de la sociedad en ambientes adecuados, el mecanismo de acumulación falla, o no llena los parámetros previstos.

Sugiere un compromiso de todos, para el cual hay que trabajar cada día, sea cuando salimos a la calle, vamos a un supermercado, usamos el transporte o nos desempeñamos en las empresas, o mientras interactuamos en el vecindario, que objetivamente, a veces resulta inevitable.

En conclusión, que todos debemos hacer conciencia de que vamos hacia un objetivo, persiguiendo una meta, y la misma se alcanza por etapas, por fases.

Todo esto sugiere, en términos bien sencillos, que debemos comportarnos bien, para tratar de lograr el propósito, que es el primer peldaño en la búsqueda de la normalización de las actividades.

Porque debemos seguir viviendo, crear, producir y avanzar, pero muy conscientes de que lo hacemos al filo de la navaja: la COVID-19 acecha.

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