Apunten esta categórica opinión: Miguel Cotto, veterano púgil puertorriqueño, va directo a la gloria del boxeo internacional. Me refiero a que Cotto, quien terminó su exitosa carrera con expediente profesional de 41-6 (33 victorias por nocaut), va directo a la inmortalidad. La semana pasada, en su última pelea -la que protagonizó con el estadounidense Sadam Ali-, Cotto fue derrotado por decisión unánime, según los tres jueces que trabajaron en el match en el que estaba en disputa el cinturón mediano junior avalado por la Organización Mundial de Boxeo (OMB).

Después de su pleito con Ali (pelea que a mi juicio debió ser declarado ganador Cotto), se informó que el cuatro veces monarca iba a ser sometido a una revisión general en su brazo izquierdo. Y cito algunas líneas de la crónica al respecto: “Miguel Cotto sería sometido a nuevas pruebas en su brazo izquierdo antes de someterse a una cirugía a comienzos de esta semana en Nueva York, indicó el vicepresidente de su compañía promotora, Héctor Soto”. En efecto, el peleador sufrió una seria lesión en el brazo izquierdo que fue diagnosticada como una rotura de un tendón del bíceps, que le impidió lanzar con efectividad su izquierda a partir del séptimo. Si no se hubiera lesionado me atrevo a decir que hasta por nocaut derrotaba al hoy titular mediano junior.

¿Por qué la decisión en su contra?

A mi juicio, Cotto debió ser declarado ganador del combate que tuvo como escenario el emblemático Madison Square Garden de Nueva York. Los tres oficiales marcaron en sus cartulinas 115-113, 116-112 y 115-113, todos a favor del nativo de Brooklyn, Nueva York.

En una pelea dura, en la que Cotto había dominado hasta el décimo round -e incluso en el 12avo round conectó los golpes más contundentes- no se explica por qué se produjo una decisión unánime que favoreció a su joven rival. No obstante, Cotto, único boxeador boricua en ganar cuatro coronas mundiales en diferentes divisiones (welter junior, welter, mediano junior y mediano) debe sentirse feliz por su desempeño. Y saber que será inmortalizado. ¡Tendrá su nicho en Canastota!

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