La Ley de Hidrocarburos está en el centro del debate. Su discusión ya no es solo en el aspecto económico. Alcanza la frontera de la política, la actividad cuya incidencia buscaba precisamente erradicar la legislación.

Cuando se aprobó esa ley, la 112-00, el argumento esencial era la defensa de la estabilidad macroeconómica, agenciar recursos para entre otras razones, pagar la deuda externa, y despolitizar la fijación de los precios internos de los combustibles, hasta entonces establecidos mediante un esquema en el cual el criterio que prevalecía era altamente discrecional.

Con el paso del tiempo la nueva legislación mostró a las autoridades fiscales, en al menos tres oportunidades, el potencial recaudador que tienen los combustibles. Así, se crearon nuevos impuestos específicos y ad valorem que gravan ya la totalidad de los hidrocarburos, no solo a los derivados alcanzados originalmente por la legislación que comentamos. La Ley 112-00 inició con un impuesto de RD$18.00 y RD$15.00 al galón de las gasolinas premium y regular, respectivamente. Para los dos tipos de gasoil se fijaron RD$5.00 y RD$6.00. Por ser aplicado sobre el volumen y no al valor, fue un impuesto específico, aunque con cláusula de ajuste por inflación (indexación).

Por la tradicional necesidad que han tenido los diferentes gobiernos que se han sucedido desde la promulgación de la citada Ley y por el descubrimiento del rendimiento impositivo de los combustibles, el impuesto específico fue reforzado por uno de aplicación sobre el valor, primando ya el concepto recaudación en el criterio de gravar a los derivados de petróleo. Técnicamente los impuestos específicos se aplican en interés de desincentivar el consumo de ciertos bienes, y los ad valorem cuando el fin principal es recaudar.

En esa mezcla de objetivos teóricos, los impuestos a los combustibles son ya la segunda fuente de recaudación por gravámenes sobre mercancías y servicios. Desprenderse de esa importante fuente de ingresos, en un escenario donde la meta es precisamente aumentar la presión tributaria a niveles al menos parecidos a los de la región, para el Gobierno será muy difícil. También es difícil manejar la presión que les tienen diversas organizaciones del transporte.

Hallar la fórmula mágica para mantener el nivel de recaudación, bajando los impuestos aun cuando el petróleo siga alto, es una tarea que amerita una cumbre.

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