Durante más de medio siglo ha sido el más terco de la terca generación de periodistas de una historia nacional cargada de absurdos. Y, como tal, cada día ha cometido magníficas terquedades: como criticar las malas acciones de los gobiernos (cuales fueran); como denunciar las inconductas de los políticos (sin importar ideologías); como señalar abusos donde fuera (sin respetar rangos ni abolengos); como usar la palabra, en fin, para abrir camino a las mejores aspiraciones de su pueblo… (¿Se comprende lo duro de aceptar que Juan Bolívar Díaz, amigo y colega ejemplar, ahora cometa la terquedad de retirarse de este maravilloso oficio?).

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