El doctor Asmar se enamoró de la primera obra de arte a los once años cuando veía el programa de Freddy Beras Goico
El doctor Alejandro Asmar Aponte es una persona sencilla, trabajadora, muy reconocida en el país por su amplia labor social a través de su fundación, a través de la cual ofrece ayuda a los más desposeídos.
Su vida está marcada en la fe “absoluta e innegable” en Dios, pues considera que es un hombre bendecido que siempre ha contado con la bendición del Creador en todos los momentos de su vida.
De trato amable, el doctor Asmar Aponte cuenta a elCaribe esos momentos inolvidables que guarda de su familia, de sus estudios y de cómo se abrió paso en el mundo de la medicina y de los negocios.
1. Primera infancia
Nací en Ciudad Nueva, en la Padre Billini 48, donde tuve mi primera infancia. Después nos mudamos para Arroyo Hondo, pero a mi papá que era muy pro-Ciudad Nueva, en la revolución se le ocurrió ir al bando constitucionalista porque se sentía más protegido, entonces nos fuimos a la casa de Juan Pablo Mella, un tío de mi mamá que vivía en la 16 de Agosto. Recuerdo que por los tiroteos nos fuimos arrastrados por el suelo hasta la casa, papá nos decía que no subiéramos la cabeza. Me acuerdo también que cuando los barcos norteamericanos tiraban bombas nos ponían un paño con vinagre en la nariz. En las mañanas él salía a buscar café y chocolate para comer con pan, para entonces tenía 5 años. Después de la Revolución, mi papá compró una finquita en el Kilómetro 9, allá duramos un tiempecito, pero después nos volvimos a mudar a Arroyo Hondo. Cuando tenía 10 años, nos fuimos de nuevo a Naco, papá había comprado una casa, pero a mis 16 años otra vez volvimos para Arroyo Hondo, pues mi padre había remodelado su casa. Éramos 3 hermanos, soy el único varón, mi hermana mayor falleció a los 60 años, tenía leucemia. Mi hermana Pilar es la más pequeña, se ha dedicado a la pintura, es muy dedicada a la Iglesia católica”.
2. Afinidad por el de abajo
Siempre tuve esa afinidad por los más pobres, eso me enseñaron mis padres. Aunque vivía en Naco, en la parte de atrás estaban los Chichiguaos, un barrio de personas muy pobres, allí tenía a mis amiguitos. Cuando el Ciclón David en el 79, recuerdo que me metí en un closet a llorar, pensaba en ellos, entonces mi papá me preguntó si me había metido ahí a llorar por miedo y le contesté que no, que lloraba por mis amigos de los Chichiguaos porque no sabía que les estaba pasando con el ciclón, que yo estaba resguardado en una casa de block, pero que ellos no, que eso me preocupaba mucho. Desde que pasó el ciclón cogí para donde ellos para ver cómo estaban, cuando llegué vi las casas destruidas, pero ellos, muchachos al fin, estaban jugando con palitos de fósforo en el agua. Fue un desastre lo que hizo el ciclón en ese barrio. Aunque había una división social nunca hubo una limitante para la amistad, en ese barrio tuve muy buenos amigos. Recuerdo a Papo, ya murió, Oché está vivo, es lavador de carros y otros se fueron a los Estados Unidos. Después Balaguer los desalojó e hicieron el Centro Olímpico”.
3. Buen estudiante
Siempre fui muy buen estudiante, me destaqué en todas las materias, en matemáticas terminé con 12 cien el último año. Estudié primero en el San Judas Tadeo, luego en el Colegio de La Salle con el padre Antonio, ahí terminé en 1977. Recuerdo que jugaba pelota, mi papá tenía mucha ilusión de que me filmaran como pelotero, no era malo jugando, pero mi mamá era muy opuesta a eso, ella era más pro educación y no aceptó eso. Siempre decía que tenía que estudiar porque si después me lesionaba por lo menos tenía una carrera hecha. Cuando terminé el bachillerato, entré a la Universidad Pedro Henríquez Ureña y luego me fui a España, donde obtuve una licenciatura en Medicina y Cirugía. También me especialicé en Ginecología y Obstetricia. En 1990 volví a mi país, aquí me involucré en la Asociación Médica Dominicana, era el encargado de Asuntos Intersindicales y presidente de la Federación Dominicana de Profesionales”.
4. Madre educadora
Mi madre, Ana Lidia Aponte Mella, era una mujer consagrada al cuidado de su hogar y de sus hijos, era especial e inteligente, muy buena educadora de sus hijos, una mujer que para mí ya no las hay. Trabajó por un año, vendía productos, pero mi padre le dijo que dejara eso y que se dedicara a nosotros. Desde que empecé a estudiar, ella era mi profesora, se sentaba a ayudarme, si faltaba al colegio porque estaba enfermo, me daba clases para que me mantuviera activo. Ella me educó. En la casa había un equilibrio, ella era más tranquila, mi papá era el cuco, si hacíamos bellaquerías ahí estaba la famosa varita. No era que nos pegaban, sino que desde que nos la enseñaban salíamos corriendo. Corrí varias veces para que no me la pegaran, mi abuela no permitía. Pero sí, me llagaron a dar mi pelita”.
5. Gratos recuerdos
Mis abuelos de parte de padre eran libanés y de parte de madre eran españoles. No conocí a mis abuelos, solo a mis abuelas. Recuerdo que mi abuela paterna hacía quipes y berenjenas rellenas, siempre íbamos a su casa cuando las cocinaba. Mi abuela materna era muy religiosa, todo el día con su rosario en la mano, siempre tenía que acompañarla a las procesiones de la iglesia, peleaba por no ir pero eso era obligatorio. Recuerdo que monseñor Veras la saludaba, ella era muy reconocida en la iglesia. Como mi abuela no podía comer sal, nos daba de cinco pesos para que se la lleváramos a escondidas, muchachos al fin se la pasábamos. Una vez mi mamá se dio cuenta porque la vio comiendo su comida con gusto, entonces nos regañó y le reclamó a ella que nos pusiera a buscarle la sal, pero ella se negaba. Mamá nos llegó a dar nuestros cocotazos por llevarle la sal a escondidas a la abuela”.
6. Relación de amigos
Mi padre, Alejandro Chito Asmar, y yo teníamos una relación de amistad muy grande. Hablaba con él todos los días en la mañana, sin importar si estaba fuera siempre hablábamos horas, no había ningún paso que diera en mi vida sin que se lo consultara. Él se quedó con esa frustración de que no fui abogado igual que él, recuerdo que me llevaba a los tribunales a ver a Vincho y a Pina para que aprendiera, él fue un gran referente personal, siento mucho respeto y admiración por mi padre. También, fue un gran pitcher, jugaba pelota conmigo, me llevaba al Centro Olímpico, me lanzaba una recta que me quemaba la mano, tenía que quitarme el guante rápidamente, el viejo tenía fuerza en ese brazo. Lo iban a firmar pero mi abuelo no quiso, después se lesionó, pero fue un gran pelotero, un gran representante del país en sus años, jugó desde el 56. Chito me hace mucha falta, a veces voy a tomar una decisión y no tengo a quien llamar. Es difícil cuando uno se acostumbra a llamar a una persona en la mañana que fue tu referente, tu guía y mentor”.
7. Fuera del país
Luego de llegar de España me fui a los Estados Unidos a realizar estudios, allá pasé mucho trabajo, desde que uno llega a ese país hay que trabajar en lo que sea. Trabajar y estudiar allá no es fácil, me puse a sacar sangre en un centro de salud mientras me preparaba para tomar un examen, pero no lo pasé, saqué 79, entonces vine a mi país a echar mi pleito y empecé solo. De allá traje un ahorrito, compré mi apartamentico y traje un carro, pero se lo di a mi esposa y me quedé a pie. Aquí tenía 3 trabajos, empecé en la Clínica De Óleo Montero, luego en la Rodríguez Santos y después fui al Centro Médico Clínico Quirúrgico. En el 98 puse la firma de igualas médicas y dejé el ejercicio profesional en el 2000. Cuando creé la iguala médica, tenía un tío médico que trabajaba en la San Rafael. Soy ginecólogo desde que tenía 15 años, era ayudante de mi tío y de su hijo que era mayor que yo. Las cosas no fueron fáciles, lo que ganaba mi tío no daba para mucho, él también tenía a su hijo que lo ayudaba, entonces él se quedó en la San Rafael y yo me fui a otros centros a operar, tenía el pluriempleo hasta que me asenté en la Rodríguez Santos. Luego nos unimos un grupo de médicos en 2001 y compramos la clínica, el doctor Rodríguez Santos tuvo la condescendencia de vendérnosla. El que la administra es el doctor Valdez, un gran neurocirujano a quien le agradezco mucho, él me dio la mano cuando llegué a España, me buscó el jefe de la cátedra donde hice mi especialidad”.
8. Amor por el arte
Me enamoré de la primera obra de arte cuando tenía once años, mientras veía un telemaratón en el programa de Freddy Beras Goico, eso fue como en el 74. Me acuerdo que mi mamá me dijo que estaban subastando una obra de Guillermo Hernández Ortega, Freddy dijo que costaba 1,500 pesos, para la época era carísima, entonces cogí el teléfono y llamé. Cuando mi papá oyó que dijeron que la obra fue vendida a Chito Asmar, me quería matar, me preguntaba por qué llamé, estaba incómodo. Lo grande de todo es que como a los 15 minutos de subastado el cuadro sonó el timbre de la casa y era el mensajero de Freddy que fue a buscar los cuartos. Freddy era un criminal en eso, mandaba de una vez al motorista a buscar el dinero. Mi papá tuvo que pagar la obra, un cuadro 30×40 que todavía conservo. Esa vez mi papá casi me mata”.
9. Traductor
Un día acompañé a mi papá a una subasta de caballo junto a don José Acero, yo era su traductor. Cuando llegamos al lugar, él me dijo que dejara las manos abajo, que por nada del mundo las levantara y que no mirara para ningún lado, que los gringos eran una vaina, que después de que uno levanta la mano le jondea el caballo, que ellos tenían los juegos pasados. En una levanté la mano, no recuerdo para qué fue, si fue que me la pasé por la cabeza, lo cierto es que ahí mismo dijeron que el caballo estaba vendido. Cuando papá empezó a mirar para los lados para ver quién lo compró, don José le dijo pero fuiste tú que te lo llevaste. Chito sorprendido me reclamó por qué levanté la mano, el caballo costaba 7,500 dólares, entonces Chito le dijo a don José que ya no iba a ver más caballos porque en ese se fue todo el dinero. Cuando veníamos caminando un señor puertorriqueño se le acercó a mi papá y le propuso darle 15 mil dólares por el animal, le dijo que había ido a la subasta a buscar ese caballo nada más, pero él le contestó que no lo vendía. Después del boche que papá me dio por levantar la mano, luego no quiso vender el caballo”.
10. Todo por un cuadro
Cuando el pintor Aquiles Azar Villegas empezaba a dar sus pininos en el arte me vendió un cuadro. Un día venía del Seguro Social de cobrar mi quincena, eran 5 mil y pico de pesos y cuando él me vio me dijo que tenía un gallo que le había pintado a un Vicini, pero que costaba 50 mil pesos. Le contesté que estaba muy caro, entonces cuando me preguntó si tenía para comprarlo le comenté que acababa de cobrar un cheque en el Seguro, me pidió que se lo dejara ver y de repente me dijo endósamelo y me vendió el cuadro. En vez de llegar con el cheque a mi casa, lo hice con el cuadro. Cuando la mujer mía me preguntó por ese gallo tan feo, le expliqué que se lo compré a un pintor nuevo, que le dí el cheque que cobré en el Seguro. Mi mujer me quería matar, me dijo que era un abusador grande, entonces le expliqué que la obra de arte es así, uno se enamora de ella. Mi mujer siempre me dice que no compre cuadros, pero esa es la mejor inversión”. l
Confianza en Dios
Milagro de vida
“Conocí a mi esposa Antia del Castillo cuando hacía una pasantía en el Hospital Juan Pablo Pina, ella era interna de la UASD. Cuando me fui a España estábamos enamorados, entonces le propuse que también viniera. Allá nos casamos. Después que terminamos, nos fuimos a los Estados Unidos, allá tuvimos un hijo que nació prematuro, nació de 6 meses. Siempre digo que él es un milagro de Dios. Cuando nació, él y mi esposa se estaban muriendo de una septicemia, el médico me dijo que rezara porque mi esposa amaneciera viva y no por el niño que ese no se criaba. Recuerdo que le contesté por dentro de mí, te graduaste de Dios. Me acuerdo como ahora, que salí del hospital, me monté en mi carro, un Nissan Sentra del 89 y cuando iba en la carretera vi una iglesia y entré en ella, estaba vacía. Me arrodillé para hablar con Dios, eran como las 5 de la tarde, no me di cuenta de la hora hasta que un señor moreno me topó por el hombro y me dijo que iban a cerrar, que ya eran las 10 de la noche. Me paré y me fui para mi casa. Al día siguiente cuando volví al hospital, cuando entré al área de niños la enfermera me dijo: -doctor, con 20 años de ejercicio nunca había visto esto, es un milagro, el niño abrió los ojos. La doctora me lo dio a cargar y le di su lechita. Cuando fui al pabellón donde estaba mi esposa interna con una obstrucción intestinal, me dice alegre el doctor que ella había evacuado, no tenía fiebre y que todo estaba bien. Siempre digo que a mi esposa y a mi hijo los salvó la fe”.
Tristeza
“Chito me hace mucha falta, a veces voy a tomar una decisión y no tengo a quién llamar. Es difícil cuando uno se acostumbra a llamar a una persona en la mañana que es tu referente, tu guía y tu mentor”.
Amistad
Aunque vivía en el Naco, en la parte de atrás estaban los Chichiguaos, un barrio de personas muy pobres, allá tenía a mis miguitos”.
Estudios
Siempre fui muy buen estudiante, me destaqué en todas las materias, sobre todo en matemáticas, termine con 12 cien en el último año”.
Deseo
Papá tenía mucha ilusión de que me filmaran como pelotero, pero mi mamá era muy opuesta a eso, ella era más pro educación y no aceptó eso”.