Lo de Andrés Cepeda es cosa que le ocurre a pocos. Además de llenar el Teatro Nacional, con un formato sinfónico logró que pareciera de rock. De hecho, casi una hora después de terminar el concierto este viernes, salieron un grupo de jóvenes fans de San Juan por la puerta de atrás del coliseo.

Iban hablando de lo buen mozo que se veía de cerca, y que era alto, y afable. Aunque lo fundamental había sucedido en el escenario, del cual bajó en un momento. Y fue tanta la presión, que echó para atrás, y se recogió «que cualquier cosa puede pasar», pensaría.

Las muchachas aplauden con delirio a su artista personal (Foto: Pedro Bonilla)

Al salir al escenario, bajo aplausos, Cepeda esperó varios segundos a que Amaury Sánchez se desapendejizara y terminara de poner la partitura principal en su atril. Alzó la batuta y arrancó el concierto con Déjame ir. Coreada y aplaudida, como casi todas las canciones. Enfermedad y El mensaje le siguieron.

La gran ovación llegó con Lo mejor que hay en mi vida, probablemente la más popular de la noche.

Le siguen temas como Lo que había olvidado; Equivocado; Te voy a amar y Día tras día.

Entre ovaciones y conversadas, Andrés se metió al respetable en un bolsillo.

La Orquesta Filarmónica de Santo Domingo junto a cuatro músicos de la banda de Cepeda lograron empaste, cohesión, sonar bien. Los arreglos, cuatro de los cuales realizó el maestro Amaury Sánchez, -batuta y constitución- fueron realizados no para rellenar las canciones de paisajes con cuerdas y metales. Sino para acompañar canciones conocidas del artista colombiano con otro swing.

El encanto no decayó con No sé querer y Voy a extrañarte; Tengo ganas, Por el resto de mi vida y Besos usados o Medley Carpinteros. Sino que fue in crecendo.

Amaury, dirigendo a Orquesta Filarmónica de Santo Domingo

Completó con Un ratito, Embrujo, Desesperado. Ahí se fue atrás a un costado y con el guitarrista y el pianista hizo Se te nota. Luego volvió al frente de la orquesta para terminar la jornada con Mejor que a ti me va y Piel Canela para el gran final.

Cuando se lanzó al público y reculó, una pareja se comprometió.

En los conciertos de Andrés Cepeda ocurren cosas como el amor, o la poesía de las personas que le ven, por momentos lo normal en esos barrios del alma.

Vestía un sobretodo en imitación de piel negra, pantalones de piel y el cabello brilloso de limpio. Unas gafas negras con las que intenta orientarse en esa nebulosa de luz que se ve desde el escenario y donde no se distinguen rostros.

Cuando sea un viejito, Andrés Cepeda puede que venga con bastón, pero con la misma gracia de siempre, y con la voz añosa pero certera de quien sabe que el bolero es una filosofía de vida.

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