Cuando soñamos que soñamos está próximo el despertar”.
NOVALIS

El gran economista británico Alfred Marshall afirmó: “La causa de la pobreza son los bajos salarios”. Los radicales pensaban que la culpa era la codicia de los empresarios. Los malthusianos la atribuían a las debilidades morales de los pobres. Marshall asentó respuestas diferentes: “Los salarios son bajos por la baja productividad de los trabajadores” y “El mejor remedio contra los salarios bajos es una mejor educación”.

Las ideas del Dr. Juan Enríquez Cabot —un pensador mexicano, profesor de la Universidad de Harvard— surgen alineadas con el pensamiento de Alfred Marshall. De ahí que nos permitan discernir, en su cabal dimensión, el sendero en que transita hoy el desarrollo científico y tecnológico; cual motor del más impetuoso auge económico que registra la historia universal.


Más que complacido estaré si las ideas del Dr. Enríquez Cabot (expuestas en una conferencia en Argentina, hace algunos años) despiertan en el lector un optimismo similar al que suscitaran en mí.
¿Es la Argentina un país viable?… ¿Y los demás? (2da parte)
Juan Enríquez Cabot

Esto es lo que hoy día cuenta; y los países que no le pongan atención a sus recursos humanos, a su educación, a su gente que puede generar patentes, ideas, empresas…. acabarán quebrando.

Veámoslo en términos prácticos: En 1999 IBM generó 2,685 patentes en USA, mientras 167 países del mundo juntos, generaron menos; apenas 2,500 patentes. Eso lo quiere decir que una sola compañía puede generar más conocimiento y vender más patentes que 167 países del mundo.

Ahora vamos en busca de un nuevo idioma mundial. A partir de 1950, dos científicos –Watson y Creek– descifran el modo como se codifica y transmite el código de la vida. Ése, creo yo, fue el descubrimiento más importante del siglo, junto con lo que encontró Albert Einstein. ¿Qué es lo que pasó? Que más adelante, el costo de codificar un gen bajó de US$150 millones por gen a US$50 por gen. Cuando uno ve una curva de costos que opera de esta manera, se genera una cantidad de información absolutamente brutal.

Hay países, compañías, lugares, que entienden este idioma, que están acumulando patentes utilizando estos idiomas; y también hay países que todavía no entienden que ya se “descubrió América”. Los países que sí lo entendieron y que lograron mejor tecnología acabaron dominando a los que pensaron que se había descubierto algo que no se llamaba “América”. Por eso es tan importante entender y hablar estos idiomas.

La persona que finalmente hizo un papel decisivo para descifrar el genoma humano –mitad científico loco, mitad empresario– se sentó hace tres años y medio y dijo que se le hacía muy lenta esta investigación genética (la que ya estaba en curso) y se planteó hacer por su cuenta la secuencia completa del genoma humano; gesto equivalente a que, en 1960, alguien entrara en la NASA y dijera que iba a lanzar un cohete a la Luna sin financiamiento del Gobierno, que lo iba a hacer solito.

Cuando lo dijo, hace tres años y medio, todo el mundo se rio y retrucaron que “Nosotros, los Gobiernos del mundo de 16 países, 89 laboratorios, estamos gastando US$3,000 millones, y vamos a acabar esto antes del 2005”. Y este señor dijo: “Yo voy a gastar la décima parte y lo voy a hacer en dos años”. Y cumplió. El 12 de febrero de 2001 estaba hecho.

Este hombre, que hace tres años no tenía ninguna compañía, ahora tiene la computadora privada más grande del mundo, tiene el equivalente a seis bibliotecas del Congreso de USA en información genética en su “sótano”, y acaba de terminar el mapa genético completo de un ratón.

De las 12 enfermedades principales que primero se publicaron para su control por medios genéticos, él fue responsable por la publicación de ocho. Es un hombre que en tres años generó una industria que se llama la genómica y que ha dado lugar a una serie de compañías que ahora tienen un valor de mercado similar a lo que produce la Argentina en un año. En su laboratorio para estudiar, generar y hacer el mapa genético humano, trabajaban apenas 47 personas.

Todo esto ocurre a una velocidad inmensa, al 50% más rápido de lo que sucedió la Revolución Digital, y es una revolución que va a cambiar la manera de cómo vemos y entendemos la vida en este planeta. Está cambiando no sólo en términos de la genética, sino en los términos de casi cualquier industria que ustedes quieran ver y, sólo como ejemplo les digo que el principal programa que tiene hoy en día IBM para nuevas computadoras no es para Internet sino para la genética y se llama “Blue Jean”.

El principal programa que tiene Hewlett-Packard –ya está la publicidad en las calles– tiene la doble hélice del ADN. Si se habla con una persona que esté inmersa en la industria farmacéutica les dirá que es la genética lo que está empujando la medicina; si lo hacen con una industria química como Dupont, les dirá que es la genética lo que está empujando toda su industria. Por eso Pioneer se vuelve parte de Dupont, y por eso las grandes compañías de semillas agrícolas del mundo fueron compradas por farmacéuticas o por químicas; porque una semilla se vuelve un disco digital; y entonces uno puede reprogramar la vida dentro de una manzana o de una naranja, y eso es lo que será la economía mundial.

Juan Enríquez Cabot (1959).

El año pasado, por primera vez en USA, el número de patentes biológicas y de biotecnología excedió el número de patentes de computadoras y telecomunicaciones. Mientras tanto nosotros, en América Latina, en México por ejemplo, seguimos exportando cada vez más y tenemos un salario mínimo que relativamente, es el 27% de lo que ganábamos en 1976.

Esto sucede país tras país, país tras país: entra un ministro de Economía o de Finanzas, sale un ministro de Economía o de Finanzas; entra un presidente, sale otro presidente y el país es cada vez más pobre. No porque el que entra sea más tonto, sino porque la agenda de desarrollo económico es equivocada, porque seguimos discutiendo si vamos a hacer una fábrica, una represa o un puerto. Nada de eso importa hoy de manera capital: Lo que importa hoy de forma decisiva, son las mentes, la educación, la ciencia. Importa que esas mentes puedan proteger y vender conocimientos al resto del mundo.

Los países que entendieron esto, como Singapur, son los países que van a dominar el planeta; y les recuerdo que en 1965 el 1er. Ministro de ese país –que era bastante más pobre que la Argentina– se reunió con el 1er. Ministro de su vecino, Malasia, y le pidió que absorbiera su país, su bandera y su Constitución, porque no era viable como nación. Malasia no estaba convencida. Les recuerdo que hoy Singapur tiene un ingreso per cápita similar al de USA. En el ínterin, produjo una reconversión fenomenal. Malasia se debe haber arrepentido muchísimo.

También en México privatizamos: de 1,155 empresas que teníamos, nos quedamos con 206 y por la venta de unas 900 obtuvimos US$24,000 millones. Pero se nos olvidó que una vez que se privatiza también hay que regular y hay que cuidar que la gente se porte bien, aún en el sector privado. Resultó que no regulamos los bancos, y tuvimos una pequeña crisis bancaria que nos costó US$105,000 millones, el 18% del PBI. Otra razón por la que México no tiene ahora un ingreso per cápita similar al de Corea, otra razón por la que México –después de 24 años de reestructuraciones y cuatro ministros de Economía o de Finanzas que han sido luego presidentes– tiene una deuda externa que cada vez crece más con relación a su producto nacional bruto; otro motivo por el cual en la Argentina, Uruguay, Brasil y México el PBI per cápita no aumentó entre 1980 y 1994, mientras que sí lo hizo en Mozambique y Pakistán.

Ahora cierro mi exposición, diciéndoles lo que afirmaba Einstein en los años 40:
“Todos los imperios del futuro van a ser imperios del conocimiento, y solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad para hacerlo y asegurarse que se queden en el país. Los otros países se quedarán con litorales hermosos, con iglesias, minas, con una historia fantástica; pero probablemente no se queden ni con las mismas banderas, ni con las mismas fronteras, ni mucho menos con un éxito económico”.
Muchas gracias.

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