Introducción

Mucho se ha dicho y escrito sobre la Altagracia y mucho más se seguirá diciendo, escribiendo en el futuro.

He aquí tres trabajos míos sobre el hecho de la Altagracia de todo cuanto he dicho y diré.

1- El hecho altagraciano
“Un testimonio sobre la Altagracia lo escuché el lunes 14 de enero del 2002 de labios de un importante líder sindical, quien lo proclamó ardorosamente, ante muchas personas. Decía que su hija más pequeña había adquirido unas manchas en la piel, que los médicos diagnosticaron incurables e irreversibles. La madre, entonces, la encomienda a la Virgen y pide su intercesión para que Dios la sane. Un par de días después las manchas desaparecieron totalmente. Llevada la pequeña de nuevo a su médico, este afirma que el hecho no tiene explicación. Los padres le responden que ellos si conocen la explicación: un milagro de la Virgen de Altagracia. Desde este instante, confiesa el padre que su vida personal empieza a cambiar y se torna más practicante junto a su esposa.

He recogido este testimonio y lo he puesto por escrito. No es esa, sin embargo, nuestra práctica habitual. Ya en 1650 el Canónigo Jerónimo de Alcocer dejaba constancia en su célebre Relación sobre la Isla de Santo Domingo de que “van en romería a esta santa Ymagen de Nuestra Señora de Alta Gracia de toda esta Ysla y de las partes de las Indias que están más serca y cada día se ven muchos milagros que por ser tantos ya no se averiguan ni escriben”.

El hecho altagraciano en esta isla arranca en la fundación de Higüey, a comienzos del siglo XVI, y podemos jalonar su historia con nombres y fechas muy concretas: fue traída la Imagen por los hermanos Antonio y Alonso de Trejo, que para 1506 tienen carta de recomendación del Rey Felipe I ante el Gobernador Ovando y para 1514 aparecen en un listado de residentes en Higüey; el templo donde se alojó la imagen por 400 años, antes de ser colocada en la Basílica en 1971, fue construido por Don Simón de Bolívar, quinto abuelo del libertador sudamericano del mismo nombre e inaugurado en 1572 para sustituir la pequeña ermita de tablas, etc.

Pero, ciertamente, solo los datos históricos, fríos y secos, no explican el hecho altagraciano, un fenómeno religioso, popular, cultural, masivo, nacional e internacional, que se promueve por sí solo. Es necesario, para entenderlo en su riqueza y complejidad, descubrir esa íntima relación personal entre los dominicanos y la Virgen de Altagracia, la presencia amorosa, cercana, activa y continua en medio de ellos, sus familias, sus problemas individuales o colectivos. El mismo 21 de enero, día en el que todos los caminos conducen a Higüey o a un templo dedicado a la Altagracia en cualquier parte del país o a una Misa en honor de la Virgen, celebran de manera multitudinaria un acontecimiento que la conciencia nacional ha ligado a la Virgen de Altagracia: el triunfo dominicano en la batalla de la Limonade el 21 de enero del 1691”.

(Tomado de mi libro Más allá de un momento, primera edición, págs. 195-196).

2- 15 de agosto en Higuey
“Celebración religiosa, tradición y folklore, se mezclan festivamente durante el mes de agosto en toda la Región Oriental, culminando los días 14, 15 y 16 en Higüey.
La más concurrida y popular fiesta altagraciana es la que gira alrededor del 21 de enero. Data de 1692. Anterior a ella es la del 15 de agosto, que se remonta, a fines del siglo XVI. Es ésta la que concentra, desde tiempo inmemorial, la manifestación folklórica más típica del Este: la llamada “Fiesta de los Toros”, mantenida de padres a hijos por la “Hermandad de los Toreros de la Virgen”, que tiene miembros en las seis provincias orientales.

Saliendo desde el Santuario de Bayaguana, el 11 de agosto y recorriendo “el camino viejo” que unía los pueblos de la Isla, a pie y a caballo, estos “Toreros de la Virgen”, con otros devotos, van reuniendo “los toretes”, que esta zona ganadera dona al Santuario y se los presentan a la Virgen, el día 14 de agosto, hacia el mediodía, en el atrio de la Basílica. Es un acontecimiento único en la historia y en la cultura dominicana.

Esta larga peregrinación se ajusta a una serie de normas, paradas, vigilias (velorios), conservadas y practicadas secularmente por la Hermandad.

Alrededor de esta gran actividad de hondas raíces tradicionales, ha surgido modernamente una importante actividad anual, que caracteriza a la región: una feria agropecuaria, que convoca a expositores, ganaderos y otros empresarios del Este y otras partes de la República.

La fiesta altagraciana del 15 de agosto, que se coloca en Asunción de la Virgen, celebración de la Iglesia Universal, reúne a peregrinos de todo el país, de Haití, dominicanos ausentes y remueve la región Este entera, mostrando su rostro ganadero.

La celebración concluye con el festivo “remate de toros” en la tarde del 16 de agosto. El fruto de este remate se ha dedicado, desde siempre, a la formación y educación de los seminaristas, del clero, de los mismos toreros de la Virgen y de otros agentes de la pastoral”.

(Tomado de mi libro Más allá de un momento, primera edición, págs. 73-74).

3- A la virgen le escriben
“Mucha gente, cuando no puede venir a Higüey, le escribe una carta a la Virgen de Altagracia.

“No vine tú sabes por qué. Pero el próximo año entrante voy con mi hijo. No tengo más que decirte, que tú sabe, que tú tienes un solo hijo y yo tengo uno sólo, también macho…”. Frases de una carta de una señora, quizás del Sur, quizás del Norte del país, copiadas textualmente.

Se puede decir que una de las maneras que tiene el pueblo dominicano de manifestar su relación con la Altagracia, aparte de sus promesas, visitas al Santuario o participación en celebraciones litúrgicas, son las cartas a la Virgen. Vienen de todas partes del país y también de Haití y de dominicanos residentes en el extranjero.

Los que escriben a la Virgen casi siempre ponen sus nombres y a veces su dirección e incluso el número de cédula, como para mayor seguridad en la identificación.

La manera de hablar a la Altagracia en sus cartas es de un lenguaje directo, en un diálogo abierto, lleno de confianza y ternura. Maman chérie (Mamá querida), escribía un haitiano al comenzar su epístola. “Querida madrecita nuestra de la Altagracia”, decía una dominicana.

En ese clima de diálogo confiado se comprende perfectamente cómo esas páginas, escritas a lápiz o con bolígrafo, reflejan con sencillez, más allá de la caligrafía u ortografía que los acompañan, las ansias e inquietudes, los deseos y esperanzas personales, familiares, políticos o sociales del escribiente y de toda la nación. No son iguales las cartas escritas en tiempo de elecciones o de crisis económica y aquellas escritas en tiempos más o menos normales.

El investigador de sociología o psicología religiosa encuentra también en esta franca correspondencia con la Altagracia datos de sumo interés. Algunos de ellos de orden teológico. Como estos: La Virgen aparece como una persona viva y que ocupa un lugar después de Dios. “Intercede por mí delante de Dios, cuéntale mis sufrimientos”, reza una de las cartas. La gente va más allá del cuadro.

Las cartas a la Virgen son literatura del pueblo, oración espontánea, otra de las maneras de encuentro entre el dominicano y su Altagracia”.

(Tomado de mi libro Antes de un momento, segunda edición, págs. 140-141).

Conclusión

CERTIFICO que los datos recogidos en este trabajo son de mi autoría, y están plasmados en mis libros “Antes de un monmento” y “Más allá de un momento”.

DOY FE en Santiago de los Caballeros, a los diecinueve (19) días del mes de agosto del año del Señor 2021.

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