Introducción
Volvamos una vez la mirada sobre cada etapa de la vida y sus valores. Y apreciamos lo que cada una nos da y aporta. No sólo de manera personal, sino viéndola en los demás. Así valoremos nuestros propios talentos y los de los demás, tendremos autoestima y estima de los otros, no importando su edad.

1-El niño
Permite que le hagan todo: se deja amar.

Corre al encuentro del padre y se echa a sus brazos: confía.

No se preocupa: juega, lee muñequitos y los ve en la televisión. Se divierte, goza: se siente ser hijo y nieto.

Se admira de las cosas, todo es nuevo para él: es un filósofo en ciernes.

No se complica la existencia: es sencillo, humilde, transparente, como el agua no contaminada.

Pero hay niños que no son niños, porque las circunstancias de la vida no les han permitido vivir los valores de la niñez. Sin embargo, siguen con “un niño dentro”, oculto, que no ha podido despertar.

Así, la expresión “despierta el niño que está en ti” puede valer para todos.

2-El joven
Es dinámico, inquieto: busca, innova, ama la libertad y lucha por ella.

Está de pie: practica deportes, lee todo, desea realizarse. Es alegre, comunica alegría y contagia al mundo de ella. Investiga, quiere saberlo todo: es un científico en potencia.

Se enamora: si escribe, compone poemas de amor o ensayos para abrir caminos en nombre de Dios.
Es solidario: se siente ser hermano y amigo.

Pero hay jóvenes que no son jóvenes: en sus ojos brilla la tristeza y, a veces, hasta el odio, porque su entorno social los ha golpeado duramente o porque han caído en vicios o en algún tipo de adicción. Sin embargo, dentro de cada uno, hay un joven que nunca muere, aunque parezca muerto; se permanece con ansia de eterna juventud, a la cual siempre se le puede decir como Jesucristo a Lázaro en la tumba: “Juventud, sal de ahí, sal de tu tumba, resucita” (véase Juan 11, 38-44).

3-El adulto
Es trabajador, responsable: organiza, luce siempre ocupado, exigente consigo mismo y con los demás.
Es servicial: se mueve mucho, entabla relaciones humanas estables.

Es seguro: transmite paz y se muestra maduro y equilibrado.

Busca ser eficaz: producir bienes y riquezas, aportar un granito de arena a la construcción de la historia, tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Quiere dominar el mundo: es un ejecutivo.

Es co-creador: se siente ser esposo y padre, en el caso del varón; o esposa y madre, en la mujer.

Pero hay adultos que no pueden realizarse como adultos: no aprendieron la responsabilidad o la lucha por la subsistencia diaria no les permite pensar en otra cosa o se corrompieron, dañando sus vidas. Sin embargo, siempre es posible rescatar la propia vida, no importando las circunstancias adversas educativas, económicas, sociales o personales, y encauzarla por caminos de madurez y adultez.

4-El anciano

Acoge, escucha, dialoga, aconseja, es sabio: conoce la historia, ha vivido mucho y oído y visto muchas cosas.

Se sienta a la mecedora: se ve realizado, da seguridad, sanamente satisfecho.

Se reconoce poseedor de la sabiduría: es un asesor y consultor.

Produce, pero con sosiego. Es fecundo por el amor y la ternura.

Disfruta la vida y los nietos: se siente ser abuelo.

Pero hay ancianos que no son ancianos: pasaron por la existencia humana sin dejarse enriquecer de su experiencia y no alcanzaron sabiduría; o simplemente no pueden vivir como ancianos, porque no tienen una mecedora ni ningún tipo de seguridad familiar o social; o no disfrutan su ancianidad, porque amargaron su carácter y pasan los días quejándose de todo y de todos. Sin embargo, siempre permanece como meta de la historia, personal una ancianidad, venerable por sus canas, sus hechos y la alegre aceptación de sus años.

5-Una hermosa síntesis vital podría ser la siguiente, dicha de manera personal:

Vivir a plenitud los valores de cada edad y favorecer que otros los vivan.

Conservar los rasgos de cada una de esas etapas, como un tesoro preciado.

“Así, me conservaré niño ante Dios y ante la vida misma, con todas las características positivas de esta edad.

Me mantendré joven de espíritu y adulto ante las responsabilidades. Equilibraré mi vida sentándome sosegadamente, de vez en cuando, en la mecedora de los ancianos y de los sabios. Escribiré poesías para Dios y sobre el amor”. ¡Ah! Y una última reflexión: En cuanto al tiempo, el niño no tiene noción del tiempo, el joven siempre tiene tiempo, al adulto le falta tiempo y el anciano disfruta el tiempo.

Conclusión

CERTIFICO que los datos recogidos en este trabajo son de mi autoría.

DOY FE en Santiago de los Caballeros, a los veintidós (22) día del mes de julio del año del Señor 2021.

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