Introducción
La existencia humana es también una batalla. No sólo una lucha por la sobrevivencia o la superación, sino que incluye una lucha espiritual contra las fuerzas del mal que hay en el mundo y contra el Maligno, llamado también Diablo o Satanás y sus demonios. No siempre se tiene en cuenta a este Espíritu del mal y a su legión entre las fuerzas negativas y opositoras, que se deben enfrentar.

1- San Pablo dice tajantemente (Efesios 5, 10-20): “Revístanse de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Espíritus del mal, que están en las alturas. Por eso tomen las armas de Dios, para que puedan resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, mantenerse firmes”.

Las armas de Dios, en la enseñanza de San Pablo y utilizando simbólicamente las armas de un soldado antiguo, son:

  • Como coraza de protección, la justicia y la rectitud.
  • Como calzado, el celo por anunciar el mensaje de la paz.
  • Como escudo contra las flechas encendidas del maligno, la fe.
  • Como casco protector, la salvación.
  • Como espada, la Palabra de Dios.
  • Y mantenerse siempre en oración.
    Para San Pablo, pues, aquel que está en gracia de Dios y vive cristianamente (es decir, está “revestido de las armas de Dios”), siempre es vencedor del maligno y sus ataques.
    2-Jesús mismo recibió sus embates. Los evangelios de San Mateo (4, 1-11) y San Lucas (4, 1-13) traen la siguiente
    narración:
    “Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el Diablo lo pusiera a prueba. Estuvo cuarenta días y cuarenta noches sin comer, y después sintió hambre. El Diablo se acercó entonces a Jesús para ponerlo a prueba, y le dijo:
  • Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes.
    Pero Jesús le contestó:
  • La Escritura dice: No solo de pan vivirá el hombre, sino también de toda palabra que salga de los labios de Dios.
    Luego el Diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén, lo subió a la parte más alta del templo y le dijo:
  • Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque la Escritura dice: “Dios mandará a sus ángeles te cuiden. Te levantarán con sus manos, para que no tropieces con piedra alguna”.
    Jesús le contestó:
  • También dice la Escritura: “No pongas a prueba al Señor tu Dios”.
    Finalmente, el Diablo lo llevó a un cerro muy alto, y mostrándole todos los países del mundo y la grandeza de ellos, le dijo:
  • Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras.
    Jesús le contestó:
  • Vete, Satanás, porque la Escritura dice: “Adora al Señor tu Dios, y sírvele solo a él”.

Entonces el Diablo se apartó de Jesús y los ángeles acudieron a servirle”.

Es un relato aleccionador. En él aparecen tres tentaciones clásicas: buscar el alimento o las cosas fuera de Dios (convertir las piedras en pan), el orgullo y la vanagloria (tirarse del templo) y renegar de Dios para seguir a los falsos dioses que ofrece este mundo (las riquezas y el poder). Hoy el culto a Satanás o satanismo ofrece esto abiertamente: el maligno oferta poder, fama o riquezas a quien se arrodilla ante él y le adora como a un dios.

Jesús venció las tentaciones utilizando la espada de la Palabra de Dios, como se ve en los textos bíblicos que empleó.

Además, de manera firme, dio una orden al Diablo: Vete, Satanás.

Esta misma orden la utilizó Jesús en otras ocasiones, cuando descubría una presencia maligna, como en el caso de un niño endemoniado: “Viendo Jesús que se agolpaba la gente, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: ‘Espíritu sordo y mudo, sal de él y no entres más en él’” (ver el relato completo en Marcos 9, 14-29).

La Iglesia aprendió la fuerza de Jesús y su práctica para vencer a los espíritus del mal. Así los cristianos, cuando descubren una presencia maligna, pueden decir con autoridad y energía. “En el nombre de Jesús, yo te lo ordeno, espíritu maligno, sal de aquí, te arrojo a los pies de Jesús, y no vuelvas más”.
Para los casos más difíciles se busca ayuda de un sacerdote y para la posesión diabólica (el caso más difícil de todos) es necesario acudir al exorcista de la Diócesis designado por el Obispo. Pero en todos los casos la fuerza de Dios es vencedora.

3-El Apóstol Pedro en su primera carta aconseja: “Sean sobrios, estén despiertos: su enemigo, el Diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar; resístanle firmes en la fe” (I Pedro 5, 8-9). Y el apóstol Santiago recalca: “Sométanse, pues, a Dios; resistan al Diablo y el huirá de ustedes” (Santiago 4, 7).

La influencia de Satanás entra en el mundo y en los seres humanos por el pecado; y para la posesión diabólica, en el culto satánico, se exige un pecado gravísimo, como una orgía, una profanación de la hostia (la llamada misa negra), un asesinato cruel, etc. Con razón dice San Pablo: “No lleguen a pecar; que la puesta del sol no les sorprenda en su ira. No dejen lugar al Diablo” (Efesios 4,16-27).

Para echarlo hay que recurrir de nuevo a “las armas de Dios”.

De ahí que el tiempo especial anual de la Iglesia llamado la cuaresma (palabra que se refiere a su duración: cuarenta días), incluye entre sus objetivos y sus prácticas la batalla contra el maligno.

Así lo dice en su oración del miércoles de ceniza, en el inicio mismo de su tiempo cuaresmal:

“Al empezar esta cuaresma, te pedimos, Señor, que nos des un verdadero espíritu de conversión: así la austeridad de la penitencia de estos días nos servirá de ayuda en nuestra lucha para vencer el espíritu del mal”.

Nunca podemos olvidar que las dos últimas peticiones de las siete que componen la oración del Padre Nuestro, rezan así:

“No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal” (Mateo, 6,8-13).

Conclusión
CERTIFICO que publico este artículo a propósito del tiempo de Cuaresma que estamos viviendo.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los veintidós (22) días del mes de febrero del año del Señor dos mil veinticuatro (2024). l

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