La década de 1990 fue muy productiva para el artista Iván Tovar, que logró establecerse en Santo Domingo por varios años y, más tarde, en Jarabacoa, municipio de la provincia La Vega.

En la metrópolis, siempre procuró estar en el centro, entre los sectores Los Cacicazgos y Bella Vista. Ya con una familia, junto a María Castillo y su hija Daniela, el artista se ocupó de crear un balance en su vida. Buscaba estar tranquilo, sin ruidos que pudieran distraerle.

En esta etapa, Iván entra en contacto con otros galeristas, lo que fortalece y dimensiona su obra al alcanzar nuevos públicos. Asimismo, continúa recreando con delicada sensualidad sus retorcidas formas, incorpora elementos zoomorfos, de la naturaleza y de la figura humana, y le otorga virtuosismo y genialidad al conjunto.

Como bien expresara en su momento el crítico de arte francés José Pierre: “Sus objetos toman formas que no son de este mundo, a menos que sean seres-objetos tomados por sorpresa mientras se transformaban dentro de una máquina metafórica”.

El artista manejó con sobrada experiencia diversos materiales que le permitieron no solo abordar la pintura al óleo, sino también realizar grabados, esculturas, objetos de arte, instalaciones, dibujos; en fin, un poco de todo.

Cada proyecto que emprendió contó con un manual estructurado. Tovar buscaba la perfección en su arte, así que bosquejaba, clasificaba, enumeraba y enlistaba todo cuanto iba a desarrollar.

Consecuentemente, la obra de Iván Tovar es tildada de oscura, poblada por figuras estereotipadas, siguiendo las normas preestablecidas por el clasicismo en cuanto al desarrollo técnico. Esto en modo alguno deviene negativo, todo lo contrario, supone un renacer en el contexto dominicano, donde casi siempre ha predominado la figuración, por lo que el público termina de aceptar y validar el neosurrealismo tovariano.

Más todavía, se trata de un artista de ribetes internacionales, que siempre ha sido considerado para exponer en los eventos más trascendentes como representante caribeño del movimiento surrealista. Muestra de ello es su incorporación en el proyecto editorial “Libros-objetos: luces del Sol Negro”, el cual se presentó en la segunda bienal del libro de artistas, desarrollada en Uzerche, Francia en 1991. Continuará.

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