Uno se pregunta para qué sirve el cine toda vez que ve filmes de Alejandro González Iñárritu, un director como el de este que supo entrar a la historia con una mirada certera del micromundo que retrata, tal cual “Amores perros”, “Babel” y “21 gramos”. Y ahora sale con este filme muy ajustado a la visión burguesa de la sociedad estadounidense, aquella que satiriza su propia realidad, y nada más, y para eso emplea el humor negro para burlarse de los superhéroes del cine gringo. Nada que ver con el trascendental cine de Todd Solondz. No, en esta película van escenitas del tipo discusión padre-hija por aquí, o una discusión de exparejas por allá, muchos ingredientes para acercar la película al mundo cotidiano políticamente correcto. Pero lo que realmente es destacable, incluso mucho más que cualquier desempeño actoral, que son bastante buenos, lo resaltable —al menos para mí— es la excelente estrategia narrativa a golpes de planos secuencia. Ahí sí que hay para ver y rever hasta la saciedad. Aunque aparenta una sola toma desde el inicio, esta se convierte en atemporal en el objeto y tiempos filmados, pues la historia ocurre a lo largo de varios días. El logro se da por el empleo de elipsis y paralipsis que van desarrollando tema y personajes de una manera elegante. La cámara, en tono de espía, quiere revelar a los personajes disfrazados como personajes de una obra de teatro y al mismo tiempo como lo que son, y el logro se alcanza debido al omnipresente plano secuencia zigzagueante con una formidable edición gracias a los nuevos software para tales efectos. Es muy posible que usted se ría de buena gana con el sarcasmo y la ironía, con un elenco de chuparse los dedos. Y es casi seguro que le impacte esa crítica aparentemente bizarra a la vanidad latente entre las superestrellas de Hollywood y de Broadway. Sí, se reirá si es parte de su mundo o usted es parte de ese mundo gangrenado por egos inflamados. Pero avisamos que todo eso pasa a los dos minutos de abandonar la sala, pues no deja acción alguna sobre el imaginario para reflexionar. De ahí que saquemos “¿para qué se hizo?”. Pues sí, el filme deslumbra con su técnica de planos secuencia, humor negro y sátira, pero su impacto es fugaz. Es un ejercicio cinematográfico visualmente atrapante, sin trascendencia ni reflexión profunda, deslumbra más en la forma que en el fondo. En Netflix.

HHHH Género: Comedia de humor negro . Duración: 119 minutos.

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