La literatura dramática del ‘Vanguardismo’ – el último de los siete grandes movimientos de la cultura Occidental a partir de la Edad Media- tuvo su representación principal en el Teatro del Absurdo cuyas figuras más influyentes fueron Beckett, Genet, Ionesco, Adamov. Un texto de Antonin Artaud se estableció como punto de referencia obligada: ‘El teatro y su doble’ de 1938. En adelante el mundo no dejaría de planteársenos como un absurdo palpable, no sólo como evocación. A los modelos se sumaban Jean Giraudoux, Jean Anouilh, Jean Paul Sartre, Albert Camus, Eugene O´Neill, Bertolt Brecht.

La libertad de expresión y el artista fueron temas que ventilaron por primera vez, y desde el punto de vista del raciocinio, los escritores de la Ilustración; no fue sin embargo, hasta la explosión del Romanticismo, posterior a la Revolución Francesa, cuando se formularon definitivamente los derechos universales. En adelante el proceso ha sido largo, desigual –y particularmente extendido en Latinoamérica-.

Apenas en el 2013 la unidad de educación de la ONU, la Unesco, publicó en París ‘Libertad de expresión. Caja de Herramientas’. Se trata la edición de un esfuerzo contemporáneo que recoge documentación actualizada de alcance planetario. Sobre esta dicotomía humana refiero a Homi K. Habha en su estudio ‘’Nation and Narration’’de 1990; una interesante colección heterogénea de artículos en torno a Literatura dramática y libertad expresiva la encontramos recopilada por John Beverley en ‘’Subalternity and Representation: Arguments in Cultural Theory’’ publicado en 1999.

Respecto a la expresión en los autores del teatro del Absurdo en Hispanoamérica asumieron pronto las influencias europeas tributando lineamientos que aportaban sus respectivos contextos sociales. En Argentina se destacó Osvaldo Dragún, muy cercano al teatro brechtiano; en Colombia Enrique Buenaventura incidió en la orientación política dramática con la pieza ‘’A la diestra de Dios padre’’ en 1960; José de Triana en 1965 ofreció en ‘’La noche de los asesinos’’ una visión crudamente crítica de Cuba en el filo de la Revolución. Por igual Jorge Díaz de Colombia en una amplia producción teatral insertaba, con particular humor negro la problemática del ser humano y la sociedad en ‘’El cepillo de dientes’’ de 1961; con personal estilo vanguardista descollaron Enrique Solari y Sebastián Salazar Bondy en Perú, y René Marqués de Puerto Rico; en Venezuela José Ignacio Cabrujas desmitificó la Historia con el despliegue de una extraordinaria riqueza de lenguaje en ‘’En nombre del rey’’, de 1963.

Justo en aquellas fechas, en el verano del año 1963, las autoridades de la cultura en el gobierno de Juan Bosch organizaron el Primer Festival de Autores Dominicanos. La muestra constituyó una plataforma crítica en donde los autores nacionales ventilaron las más novedosas tendencias dramáticas al tiempo que mostraron al público, a través de sus obras artísticas, las irregularidades que percibían en el mundo para convidar a actuar y corregirlas. Como todo festival, era una piedra de toque de la marcha del teatro y, en efecto, reveló una avanzada confortante y un entusiasmo creativo que encajaba a la perfección en el nuevo modelo democrático que recién irrumpía en nuestra nación.

Temas, estilos, escritores y obras armonizaron en la nueva senda escénica y en cada uno de los estrenos, todos vernáculos: ‘’La otra estrella en el cielo’’ de Máximo avilés Blonda, ‘’Más allá de la búsqueda’’ de Iván García, ‘’Sueño de gente común’’ de Rafael Vásquez, ‘’Una gaveta para muchos sueños’’ de Rafael Áñez, Creonte de Marcio Veloz Maggiolo, ‘’Filoctetes’’ de Héctor Incháustegui. Al primer inventario grupal se agregaría posteriormente ‘’Estamos de acuerdo… sí señor’’ del mismo Vásquez, ‘’El hombre que nunca llegaba’’ de Carlos Esteban Deive y piezas puntuales de Efraím Castillo -interesantísimo dramaturgo de quien disfrutamos recientemente el texto de uno de sus últimos trabajos,‘Los coberos del reino’, Premio Cristóbal de Llerena-.

Entre las piezas debutantes del Festival destacó el sublime estilo en fondo y forma desplegado por Iván García Guerra –1938–, autor esencial en nuestra escritura teatral desde entonces, ya antes había iniciado la que sería una intensa carrera —actor, director, promotor, maestro, teórico, realizador—. En el transcurso de su itinerario creativo García Guerra ha sido receptor de todos los premios que se conceden en la República Dominicana en ambas aristas de la Dramaturgia: el texto literario y la representación, referidos al Teatro. Sobre la trayectoria internacional del autor remitimos la investigación de Piri Henández “Tres antillas, tres caminos: René Márquez, Iván García, Eugenio Hernández Espinosa” en ‘Spanish Caribbean Theatre’, de 1979. Sus piezas de creación han permanecido como parte permanente del día a día en la actividad de los grupos teatrales en todo el territorio dominicano principalmente sus títulos más populares: Fábula de los cinco caminantes, Soberbia, Un héroe más para la mitología, Don Quijote de todo el mundo,Los hijos del fénix, Siglo XX, Solitud, Los tiranos, Interioridades, Un puente a la esperanza, Entre la paz y la paz, Natifixion, Vivir buena razón, Otros retratos, Don Quijote de todo el mundo.

En ‘Más allá de la búsqueda’considerada obra clásica de la literatura dramática dominicana, un Prometeo moderno se lamenta por el mundo y el proceso de autodestrucción que ve ante sus ojos. Como el precedente griego, conoce la verdad de su poder para transformar la realidad pero atrapado en la propia egolatría se resiste a dejar el aislamiento solitario que ha elegido para sí. Al igual que la Pandora en la antigua obra de Esquilo, el segundo personaje le insta a continuar enfrentando el reto vital y así la eterna lucha existencial del ser humano toma lugar, ahora en un contexto sociopolítico que refrenda la incomunicación.
El tema de la imposibilidad de comunicación en ciertos personajes de García fue ampliamente desarrollado por Raquel Aguilu de Murphy en “Soledad e incomunicabilidad en la obra teatral de Iván García”, ‘Revista Iberoamericana’, Hamburgo-Madrid, 54,1988. Por su parte Carlos R. Mota en su magnífico estudio ‘Corrientes renovadoras en el teatro dominicano siglo XX’ retoma este rasgo, propio en las piezas del absurdo que, de acuerdo con el autor ‘’En Hispanoamérica suelen rebasar el margen de la abstracción filosófica alcanzando a calar profundo en la realidad histórica: “Su característica más palpable es la crítica punzante, delatora, y combativa de las injusticias sociales (…)”.

La acabada síntesis de forma y contenido en las primeras piezas de Iván García fue rotulada asertivamente por Veloz Maggiolo: “El teatro de García-Guerra posee la rara particularidad de ser individual y masivo a la vez” (En ‘Evolución histórica del teatro dominicano’, 1972). Y Señaló asimismo junto a las huellas de Adamov, Frisch y Durrenmatt, “una expresión constantemente dolorosa” y el intento de nuestro dramaturgo de producir catarsis en “la persecución de una respuesta del espectador que le lleve a comprometerse y a la comprensión de que de nada valen las prédicas sin el concurso de la buena voluntad y del propio sacrificio”.

En su discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Lengua -2008- el dramaturgo se refiriría al significado, de la que ha sido su pieza más conocida, en el contexto personal: ‘’Y ese Prometeo, que no era más que yo mismo, planteaba desde entonces el utópico escape hacia la ignorancia, imposible después de haber robado la luminosa inteligencia a los dioses. Amaba la libertad y había sufrido en carne hermana el resultado de intentar lograrla. Varios compañeros habían sido eliminados por los esbirros de la tiranía, y yo, indemne, me sentía culpable, y lo sabía, y quería compartirlo. Por eso al final de ‘Más allá de la búsqueda’ la promesa sólo podía ser una (…)’’.

Posted in CulturaEtiquetas

Más de gente

Más leídas de gente

Las Más leídas