Podría pensarse que Donald Trump inició sus deseos de participación en negocios en República Dominicana en 2007, cuando se informó que había logrado la venta de US$350 MM en 5 horas, y que había alcanzado una venta en Cap Cana por RD$12,000 millones, según puede apreciarse en la primera plana de El Caribe del 20 de mayo cuyo facsímile está aquí incluido. Examinando la base de datos de OGM, encontramos que en noviembre de 1996, desde Nueva York se informaba que el magnate había dado muestras de que quería establecer un casino de juegos en República Dominicana, un tipo de establecimientos que le han permitido amasar su fabulosa fortuna. La prensa local repitió la información que se produjo en Nueva York, e indicaba que había discutido sus planes con el entonces presidente Leonel Fernández, que había pasado por la ciudad de los rascacielos en octubre de 1996.
Como parlanchín que es, cuando informó a la prensa norteamericana que visitaría este país, señaló que se hospedaría en el Palacio Nacional, según rumores recogidos por el diario norteamericano The Daily News. Consultadas las fuentes del Palacio Nacional, se tuvo la información de que allí no se sabía con precisión la fecha en la cual el personaje realizaría la visita, que se informaría oportunamente a la prensa, pero que era seguro de que no se hospedaría en el Palacio.
En 1996 no se produjo la visita y no se volvió a hablar de la visita de Trump.
No pasó mucho tiempo, sin embargo, cuando la prensa local volvió a tocar el tema del inversionista el 28 de abril de 1997, cuando se reseñó que la participación de las financieras extranjeras en el país se había visto aumentada luego que se anunciara el proyecto llamado Santo Domingo 2000, en el que se mencionaba la participación del grupo de Donald Trump, así como la posibilidad de que Salomen Brothers pasara a ser socia de la Rosario Dominicana en la explotación de los sulfuros. El grupo de inversionistas había sido aglutinado por un joven empresario de origen dominicano, Jorge Santana, e incluía varios bancos de inversión y corporaciones multinacionales que habían comenzado a interesarse por el país luego de la exitosa presentación dominicana en una Conferencia de Desarrollo del Caribe que se había celebrado y el anuncio de varios proyectos multimillonarios en minería y turismo que incluían a otros grupos financieros norteamericanos. Entre estas empresas estaban Merryl Linch y General Electric, en un grupo que se había formado en Miami, y se esperaba la concreción de algún proyecto que les permitiera participar en el desarrollo del país por medio de sus inversiones.
Santana había expresado que la idea había surgido de un encuentro informal que había tenido con el representante de la Oficina de Promoción de la Inversión Extranjera, Héctor Galván, durante la Conferencia indicada más arriba. En esa ocasión acompañaba a Santana el experto en inversiones, el norteamericano, Richard A. Barber. Se indicaba que desde su llegada al país habían realizado contactos con las secretarías y los organismos autónomos que tenían que ver con las áreas de infraestructura, y habían identificado varios proyectos con los que comenzarían a trabajar para determinar sus posibilidades de participación.
Encontraron, sin embargo, que en el país había un impasse en torno a la llegada de la inversión extrajera cuando tomaba la forma de un préstamo directo, y en ese sentido consideraron que se debían ponderar posibilidades de inversión conjunta del Estado y los capitales extranjeros, obviando la necesidad de aprobación congresional y de garantías de repago.
Santana manifestó que su intervención en los proyectos estaba relacionado con su interés en ayudar al país, ya que por varios años había mantenido una Fundación de Ayuda a los Niños Dominicanos que había enviado al país medicamentos y equipos hospitalarios, y que en los próximos meses traería al país un cargamento dirigido a la Cruz Roja Dominicana.
Ni este proyecto ni ningún otro con la participación de Trump, o la intervención de Santana, se concretizó y es una suerte que el Estado dominicano no haya participado en ninguna negociación con los inversionistas en principio interesados.
Luego de 1997, todo estuvo en relativa calma con relación al ahora presidente de los Estados Unidos, que de seguro, de visitar ahora nuestro país, se habría hospedado en el Palacio Nacional. ¿Premonición del peculiar interlocutor?
La mata volvió a remenearse con el “éxito” de Cap Cana reseñada en la página aquí incluida, que ha tenido repercusiones hasta el día de hoy. En realidad, Cap Cana significó un fracaso. La tierra que se había vendido, hoy está abandonada. No hubo casi ningún tipo de construcción, los inversionistas no pudieron recuperar las sumas invertidas, pero los ingresos que había logrado Trump, quedaron en los bolsillos de Trump, que según cálculos extraoficiales llegaron hasta unos 15 millones de dólares.
La corporación Trump ha sido sometida a diferentes juicios, es muy poco lo que ha podido recuperarse.
Aunque las leyes norteamericanas prohíben que un presidente de su país se beneficie de negocios particulares, los Trump, Donald y sus hijos, siguen con sus intenciones de inversiones en este país. Es así como Erik Trump visitó a República Dominicana, específicamente Cap Cana, en febrero de 2017, siendo ya su padre el presidente de Estados Unidos, para supervisar sus inversiones en el sector turístico.
Pero, hoy se discute en Estados Unidos si los proyectos de Trump en este país podrían ser causa de juicio político. Solo hay que esperar.