El Museo del Futuro fue inaugurado en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, este viernes 25 de febrero pasado con bombos y platillos… voladores.

Virtuales, claro está.

La obra arquitectónica de Shaun Killa, que duró 9 años para construirse, va a marcar un nuevo ciclo, o salto, en la historia del Arte porque la virtualidad será el eje central de cualquier creación.

De la misma manera que vimos un impresionante espectáculo en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio y ahora, recientemente, en Beijing, asistimos a un juego de luces, hologramas y hasta figuras efímeras de fuegos artificiales, como creaciones artísticas del futuro. ¿Adiós al óleo, al crayón, acuarela, esculturas?

Pero comoquiera, ¿no hablamos siempre del dominio de las luces en la pintura, la fotografía y el dibujo? Seguimos ahora con las luces, como materia prima básica para las creaciones futuristas.
Obligatoriamente tendrán que impartir dibujo, perspectiva, proporción, color, anatomía, composición, como base y a eso, un paquetón de cursos para dominar todos esos programas cibernéticos que recrean el calidoscopio, pero fuera del tubo.
Para el arquitecto Killa fue un gigantesco desafío hacer este Museo que superará los ya existentes a todos los niveles… ¿incluyendo el contenido? Veremos.

Pero para Killa los únicos dos museos que debía tomar en cuenta, en esta superación, eran el de Oscar Niemeyer de Rio de Janeiro y el Sheimo en China. Principalmente el chino del que tomó la forma elíptica básica y la convirtió en un anillo. Porque el Guggenheim de New York, donde se invirtió toda la fama de Frank Lloyd Wright y todos los dólares de Salomón, era una “cosita” al igual que el de Bilbao, también de su propiedad.

Es obvio que la originalidad de Shaun Killa con su Museo de Dubai, tiene también sus primos lejanos porque sin el Pompidou, de Richard Rogers y Piano, no hay Museo del Futuro; sin hablar de los interiores, de las luces de las discotecas de moda en los 70 y 80 con música de los Bee Gees y ABBA y el “Saturday Night Fever”.

Ver el acto de inauguración, de esta inmensa obra de la imaginación y el desarrollo del pensamiento humano, deja a cualquiera petrificado de asombro y más que maravillado. Tomar el tren, que te deja a las puertas de aquella escultura gigantesca, y penetrar sus salones de encanto, es realmente vivir en el futuro. Cuando la vi no pude impedir sacar mi cibaeño y decirme, “ei pipo, que maidita obra”.

Lo único inadecuado es justamente el nombre porque limita los descubrimientos del ser humano a los que se presentan ahí como si ya eso es el final de la creación. Un poco a lo Fukuyama.
Digamos que lo que hay en Dubai, en ese museo, es lo que se ha descubierto hoy por lo que, lógicamente, es más contemporáneo, en el sentido literal de la palabra, que futuro, que serán las exposiciones que vendrán.

Muchos de los adelantos técnicos presentados ahora no están vigente en el diario vivir de la gente, y en ese sentido, sí se aplicarán a la cotidianidad más luego.

Los siete pisos y salones especiales que componen el museo, incluyendo un techo “descapotable” que permite a un helicóptero u otra nave posarse y dar paso, por el momento, a jeques millonarios, y a marcianos en el año 5,666, está recubierto de un material fuerte, ligero y resistente sobre el que hay un poema en árabe cuya caligrafía es a la vez ventanas de luces que hipnotizan a los amantes del arte.

El auditórium de 420 asientos semeja un gran salón de una nave espacial, pongamos de Star Trek. No es para menos pues sus paredes y techo van en la línea de Antonio Gaudí, un astronauta que decía sentirse arquitecto, y el Arte Nouveau, que tantos afiches dejó como legado para las artes visuales y para la arquitectura, como obviamente lo comprobamos.

La estructura de acero que compone el caparazón del anillo es en sí un desafío, un salto de la Arquitectura actual, y de nuevo, no podemos olvidar, que aquí no hubo varita mágica, y que tuvo que haber existido Gustave Eiffel con su torre parisina inaugurada en 1889.

Cuando estuvimos viendo varios documentales sobre la casa de Richard Rogers, McJunior, artista y arquitecto (no es una redundancia) concluimos que la arquitectura en nuestro país “está en pañales” para decirlo con una expresión cibaeña. Aparte de obras como el HOMS, con estructura de acero, más que de hormigón, y un diseño moderno y desahogado, la mayoría de espacios se hacen pensando en la economía de materiales que anteponer la estética costosa, que al final le cuesta porque el atractivo trabaja en el subconciente y es un “valor agregado” y te acerca o espacios bellos y confortables que es, en definitiva el objeto de La Arquitectura y la gran ventaja. La facilidad ha hecho de La Arquitectura, una fábrica de almacenes que no toma en cuenta esos necesarios espacios. Los aeropuertos de hoy están obligados a ser “competitivos” en términos de belleza y confort, al igual que los estadios como el que sirvió de anfitrión a los olímpicos de invierno en China y que por su deslumbrante diseño, se le conoce como el Nido mágico.

En Brasil se inició este ciclo con el genio de Niemeyer y a él le han tenido que tomar en cuenta para grandes obras, como si finalmente hubiese un despertar para reivindicar el carácter artístico de esta “profesión”. También en Río, existe el Museo do Amanhá (Museo del Mañana) que es también un buen eslabón en la cadena arquitectónica de la Historia. Pero de la misma manera que todo lo que sea música no es arte, ni todo lo que sea pintura tampoco lo es, en arquitectura ocurre lo mismo. No todas las construcciones son obras de arte.

Nos negamos a la multiplicación de diseños como si fuesen nidos de abejas. No podemos ceñirnos solamente al criterio de “economía” para construir espacios públicos porque en definitiva no es cierto que se ahorra el diseño arquitectónico haciendo una escuela en Montecristi igual que en Cotuí porque sabemos que con el dinero que se llevan las mafias, podríamos tener variados diseños y nuestros arquitectos tendrían una razón de ser. Una escuela, el Palacio de Justicia, un estadio, etc. debe ser una obra diferente en cada ciudad que lo diferencie y la distinga, que sea una marca distintiva de los lugares. En realidad lo que hacemos es darle continuidad a aquel criterio de la Era de Trujillo de replicar, tanto escuelas, como locales de su partido, idénticas. De ser así, habría que cerrar las escuelas de Arquitectura, porque diseños de todo tipo hay, almacenes y torres “poipiá”.

El Museo de Dubai no podía ser como cualquier museo ya existente. Eso no tendría la menor gracia y peor sentido.

Todo indica, contradiciendo la mala intención del “arte contemporáneo”, que el Arte sí es producto de un talento y un “saber hacer” y que ese vacío del facilismo sin pie ni cabeza, será superado. No es verdad que en un museo de este tipo van a permitir que se exhiban aquellas vergonzosas pendejadas sin sentido y sin el mínimo de inteligencia creativo. Llegó tan lejos el “criterio” del “fin del arte”, proclamado por los millonarios coleccionistas del “arte conceptual”, que no “saben ni mierda” de arte, que influyeron e incitaron a los japoneses a crear un museo completo con reproducciones de obras de artes de maestros porque ellos no entendieron que la creación es infinita y que así como hubo un Velázquez hay un Ron Mueck, como hubo un Lloyd Wright, hay un Shaun Killa y siguen, con los mismos programas formativos, las escuelas de Bellas Artes de Saint Petersburg, San Fernando, y otras, sin cuya existencia, sí se desaceleraría el arte, pero no la continuidad. En el Museo de Otsuka, o el museo de las falsificaciones, se puede ver “La Capilla Sixtina” como si fuera la verdadera al igual que la Mona Lina y La Última Cena de Da Vinci y tampoco podía faltar el Guernica de Picasso y un salón completo de obras de Vermeer. “Así sí e bueno, compai”

El que ha visto las colecciones de El Louvre, Prado, Hermitage, Orsay, Orangerie… se preguntará ¿habrá colecciones de arte fruto del esfuerzo humano por enriquecer la creación y la belleza o tendremos que conformarnos con la impresionante maravilla del museo en sí, como si fuera una gigantesca escultura? ¿Estarán los salones vacíos con la justificación de que las obras son futuristas y por tanto inexistentes? ¿Existirán dispositivos especiales que nos permitan viajar, dentro del museo, al futuro para disfrutar de sus obras?

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