El Hotel fue inaugurado el 1 de diciembre de 1929 y se convirtió en uno de los hoteles más importantes del país

Antes de 1930, en Santiago existieron posadas y lupanares. Los primeros con la finalidad de albergar al que le agarraba la noche en el camino y los segundos para estancias pasajeras y los pecados de la carne. Morillito reinó por La Joya cuando Kid Meneíto se entrenaba en la playita-gimnasio de Bodega Aybar al final de las Mirabal a orilla del Yaque.

Aquellos comerciantes intermediarios que recogían los productos en los campos para traerlos al Hospedaje o al Mercado del Pueblo no tenían tiempo para regresar por los ocasionales malos tiempos, malos transportes e inseguros y las bocas de lobos cuando no había lunas llenas.

En el pueblo podían quedarse un día de más para deslumbrarse con los bombillos encendidos en la noche, ver la maravilla de las calles y sus aceras en vez de los acostumbrados lodazales en los caminos de herraduras de dónde venían; podían rozarse y mezclarse con los pueblerinos bien vestidos, perfumados, con zapatos relucientes del charol recién pasado por los paños y cepillos de Julito el Cacú, sin dejar de mencionar sus lambidos peinados.

La construcción del Hotel Mercedes le dio a Santiago el caché de pueblo moderno con sus habitaciones de lujo y su restaurante en la primera planta en el mismo corazón de la ciudad.

Servía el hotel para alojar a una clase media y alta tanto local como del entorno y de otros pueblos que venían de paso, pero no al Hospedaje, y para reuniones fuera adentro o en la acera de la esquina para conversaciones de vagos, y especialistas en piropos.

Había que tener buena presentación y mejor bolsillo para pasar la noche en esa maravilla y que hoy es techo de clandestinos, mugrientos y espantados visitantes que cohabitan con ratas de todo tipo y tamaño. También se almacenan carretones de fritangas y chucherías que estorban en el día el paso normal de peatones y contribuyen a la torpeza de la movilidad vehicular.

El esplendor del Hotel Mercedes aumentó con la instalación de la emisora Radio Cibao en el Roof Garden que estaba en el cuarto piso.

Cuando el constructor, Enrique García Gómez, inició los trabajos en el 1928 se llegaba al final de un periodo gubernamental de cierto progreso cuando el gobierno de Horacio Vásquez logró disponer del dinero que se recaudaba en las aduanas y que desde el 1916 hasta el 24 fue una fuente exclusiva de la ocupación norteamericana. El presidente mocano llevaba cuatro años de una constitución que empezó a aplicarse con la salida de los soldados ocupantes y Santiago era un lugar agitado, ansioso de cambios.
La insistencia de Vásquez de prolongar su periodo hasta el 30 y presentarse de nuevo para reelegirse hizo que se produjera la famosa marcha del 23 de febrero conducida por Rafael Estrella Ureña y que llevó a Trujillo al poder. Ese es el contexto político que vivía el país y Santiago.

El auge arquitectónico adquirido por la ciudad desde que se inició el Gobierno de Heureaux en 1882 le ofreció a Santiago un esplendoroso Ayuntamiento, una enorme Catedral que serviría de su propia tumba. Se iniciaron los trabajos del centro de Recreo y Don Pedro Batista, Anselmo Copello, José Manuel Glas ya calculaban la ampliación de la ciudad hacia los terrenos de Eliseo Espaillat con la Iglesia San José como centro de la nueva urbanización. Ercilia Pepín contaba sus ahorros para hacer el Liceo México, bautizado en honor a la Revolución de Pancho Villa y de Emiliano Zapata.

Los trabajos de las Mercedes fueron continuados por el hijo de Enrique García Gómez, el Arq. Romualdo García, bajo el mandato de su propietario Don Alfonso Aguayo, quien decidió cambiarle el nombre por el de su esposa doña Mercedes Ceara. Inicialmente se quería un Hotel Ritz como los que había en Francia.

Don Alfonso Aguayo fue un comerciante próspero que formó parte de la Banda de Música que se oficializó en el gobierno de Carlos Morales Languasco en febrero de 1905. En diciembre entró Mon con su guardia y su deseo de quedarse al igual que su primo Don Horacio. En la Banda Musical que administraba Don Luis Cristóbal Perelló cuando Carlos Sully Bonelly era síndico y por lo que hoy hay una calle, estaba dirigida por el reconocido músico Ramón Emilio Peralta y por su subdirector José Ovidio García. Aguayo tocaba el flautín y Secundino Rodríguez alias el Colorao tocaba el contrabajo y la tuba como se puede ver en un óleo de 1922 de Yoryi Morel.

El Hotel fue inaugurado el 1º de diciembre de 1929. Se convirtió en uno de los hoteles más importantes del país cuando la capital contaba con el Hotel Francés (Meriño esq. Mercedes) el Hotel Plaza de 1918 (Conde con Comercio, hoy Católica, al lado del Palacio de Borgella), el New York (también de 1918 en la calle Hostos con Conde) y el Hotel Presidente (de la Era de Trujillo en el inicio de la calle 30 de marzo, frente a la Tacita y al lado de la bomba de gasolina Esso y el restaurante Mario de los chinos) y otros hoteluchos de paso y baja calaña que se ubicaban en la Mella. No existían ni el Jaragua, ni el Embajador, ni el Hispaniola, ni el Hamaca de Boca Chica (1949) que le dieron a la capital el toque de distinción e imagen de la Era.

Mucho se ha escrito sobre el Hotel Mercedes y todo el mundo repite la comodidad de Google, pero nadie ha hecho un trabajo más riguroso que el departamento de arquitectura de la PUCMM que incluye propuestas atinadas que nadie ha querido oír y menos asumir. Ese análisis data de 2016, dirigido por el Arq. Manuel Franco Taboada para los que buscan la Maestría de Arquitectura UDC-PUCMM. Me sumo diciendo que es imposible el desperdicio y que sería un enorme atractivo para un turismo posible.

El estudio de la PUCMM que lo conecta con la casa del Dr. Jiménez ubicada en la siguiente esquina hacia el óeste, más la conversión peatonal de las calles aledañas y las propuestas del CDES y del Plan Estratégico Santiago 2030, contribuiría a la recuperación del brillo perdido en el casco urbano, por lo menos de esa zona próxima al Parque Duarte y al Bulevar de la Benito Monción.

Es imposible pensar que un espacio tan maravilloso haya permanecido 40 años cerrado, lo que indica que las normas urbanas están más que obsoletas y que el Ayuntamiento de hoy debería tener un mayor poder sobre el uso medalaganario de “propiedades privadas”.

Quizás los dueños están esperando el fuego de Notre-Dame que barrerá a Santiago como el fuego de Gaspar Polanco de 1863 y no habrá hormigón armado que lo impida. Eso sí, las donaciones lloverán como el café de aquella canción que ya pasó de moda junto a su autor.

Cuando los lugares íconos de una ciudad están en ruina, la imagen del público es que la ciudad, toda, está en ruina.

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