Amediados del siglo XIX, aunque no se había establecido la Unión Postal Universal, todas las naciones occidentales habían introducido el uso de los sellos de correos para la correspondencia internacional. El franqueo, desde luego, no aseguraba que los envíos llegasen a su destino, pues las jóvenes naciones americanas no tenían acuerdos de intercambio postal y cuando las cartas y paquetería arribaban a los puertos, se les aplicaba un recargo a pesar de estar selladas en el país de origen. Con el fin de corregir el problema el imperio inglés abrió sucursales postales alrededor de todo mundo. De esta forma todas las entidades y personas que podían adquirir sellos ingleses y franquear su correo se aseguraban el servicio de envío. En ese tiempo las embarcaciones británicas surcaban todos los mares y océanos y el imperio mantenía acuerdos de intercambio de correspondencia con naciones de todo el globo, hacia 1860 ya disponía de 136 oficinas en 44 países. En el último cuarto del siglo otras naciones siguieron el ejemplo ante la necesidad y se empezaron a concertar acuerdos para el transporte de correspondencia. En América Latina la compañía británica abrió 41 oficinas en 16 naciones, la primera en1862 en Buenos Aires y la última en 1873 en Puerto Rico. En la región del Caribe además operaba en la Guyana, en Saint Thomas y en casi todas las colonias británicas de las Antillas menores. El apogeo de este servicio fue en la década de los 70, pero a partir de 1884 casi todos los países se adhirieron a la Unión Postal Universal, acuerdo que facilitó el flujo de correspondencia entre los países adscritos.

En 1867 sir Augustus Cowper, cónsul y agente postal inglés de Puerto Rico, desembarcó en Puerto Plata para proponer al general José María Cabral abrir un servicio postal que conectase a la República Dominica con el resto del mundo a través de un servicio de vapores que al mes arribara dos veces a dicho puerto. La propuesta echaría a andar a expensas de la corona británica sin que ello implicase gastos al Estado dominicano. El presidente Cabral dio el visto bueno y el ministro de Interior y Policía, Apolinar Castro, remitió a Londres el convenio rubricado. Este contenía una normativa que indicaban que, a la llegada de los vapores, se le entregaría al administrador de correo las cartas que trajese y se cobraría un real por las sencillas, dos reales por las dobles y las otras a razón de dos reales por cada onza de peso. El agente postal, a su vez, tenía la obligación de informar de la llegada del barco y el horario de cierre de valijas para poder cumplir a tiempo con la entrega las cartas. El funcionario inglés no podía recibir cartas que no estuvieran franqueadas con sellos dominicanos. El acuerdo firmado en abril de 1867 permitió que la correspondencia con sellos ingleses circulara sin problemas con el exterior, especialmente hacia Europa. Aunque siguió existiendo limitación para él envío a Estados Unidos, que en ese entonces ya se posicionaba como el principal socio comercial de República Dominicana.

Los agentes postales británicos que ejercieron dichas funciones en el país fueron el Sr. David Coen en la capital y el Sr. Theodore Farrington en Puerto Plata, ambos al tiempo vicecónsules del imperio. En octubre de 1874 se firmó un nuevo convenio con la Mala Real -Royal Mail Steam Packet- por el cual el Gobierno subvencionaba a la compañía con $3.000 anuales por el servicio de la correspondencia, con la condición de ofrecer una tarifa reducida a las cargas y usuarios nacionales. En 1876, el Gobierno abrió a la competencia naviera la oportunidad de establecer vapores-correos y paquetes estipulando la conducción gratuita de la correspondencia oficial hasta St. Thomas para evitar el excesivo franqueo ocasionado por las exigencias de Mala Real. A inicios de 1880, con Gregorio Luperón presidente y el señor Lithgow de ministro de Relaciones Exteriores, República Dominicana fue admitida en la Unión Postal Universal. Se le fijó una cuota de 150 dólares anuales que fue aprobada por el Congreso nacional en octubre de 1880. El país ingresó formalmente como miembro número cuarenta y siete de la Unión Postal Universal a finales de 1880. Las noticias sobre las gestiones hechas para el ingreso a través del consulado dominicano en Londres llegaron con cierto retraso, pues la incorporación a la UPU exigía la emisión de series de sellos con denominación centesimal. Hasta 1880 todos los sellos nacionales expresaban su valor en reales. La adhesión tomó al país desprevenido y al llegar la aprobación el correo nacional no tenía organizada aún el régimen de tarifas postales.

Fue evidente que la incorporación al servicio internacional de correos conllevó grandes beneficios a la isla, especialmente en todo lo relacionado con el despacho y recepción de la correspondencia un estímulo en definitiva para el comercio. En consecuencia, con el incremento del movimiento postal se accedió a la información de los mercados internacionales con mayor fluidez y se facilitó el intercambio comercial. l


Centro estudios caribeños. PUCMM. Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846.

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