Contrario a lo que ocurrió en otros países latinoamericanos, como Venezuela, donde Rómulo Gallegos explotó el tema de la esclavitud en su país con Pobre Negro, la novela dominicana ha llegado con retraso a la producción de textos que recrean estéticamente esa etapa oscura en la historia del continente. Emilia Pereyra, con El corazón de la revuelta, Premio de Historia del Archivo General de la Nación, transita el camino en el que dejaron huellas escritores de pueblos hermanos.

El tema de la esclavitud y la extinción de los indígenas tuvo su apogeo el cultivo del indigenismo, del que fuera pionero el dominicano Manuel de Jesús Galván, con Enriquillo, pero las penurias del negro africano convertido en esclavo debió esperar etapas más recientes, con una excelente producción poética, en la que se destacan nuestro Manuel del Cabral, el cubano Nicolás Guillén y el puertorriqueño Luis Palés Matos. En novela, es ahora que con textos como el de Pereyra, se rompen algunos pruritos que la intelectualidad perfumada no logró superar.

La periodista y escritora reconstruye ese mundo enterrado bajo un cúmulo de olvidos y leyendas, con esas relaciones de amor-odio entre amos y esclavos, donde se escenifican fieros combates de hombres y dioses, dependiendo de sus respectivas razas y creencias.

Personajes españoles y africanos, como Juan Bautista, Candela, Maricantó, Ana María y Toño el Carretero, por solo mencionar algunos, vienen a demostrar que la lucha del negro que en Haití trajo como resultado el surgimiento de la primera república negra en América, también tuvo sus secuelas del lado español en la isla de Santo Domingo.

Tal como resalta el prologuista Odalís G. Pérez, “Boca de Nigua y Guárico son dos lugares reales e históricos, que la novelista escoge como espacio de conflicto, opresión y lucha, siendo así que desde estas junturas aflora el tejido histórico-fantástico de las acciones ocurrentes en la vida colonial, insular, sobre todo en el Santo Domingo colonial y en el también Saint Domingue francés”. Una lectura verdaderamente edificante y amena.

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