Laura Araujo, hija del autor nacido en San Cristóbal en 1947, muere asesinada en Filadelfia, Estados Unidos, poco después de graduarse en el Art Institute de esa ciudad norteamericana. Todavía puede leerse en los medios digitales de esa urbe la espeluznante información de que una joven de origen dominicano fue asesinada en agosto del 2014 a la edad de 23 años por un individuo de nombre Jeremía Jackson, de su misma edad, con el objetivo de robarle.
“El cuerpo de Araujo fue encontrado frente a una casa abandonada en Kensington, con sus manos y pies amarrados. Había sido golpeada y estrangulada, y sus restos dejados en una bolsa de basura, envueltos en una sábana y luego introducidos en un bolso de lona”, describe en su página el conocido medio Telemundo, donde también publica que el asesino, tras ser descubierto por la policía intentó suicidarse.
Un hecho atroz, sufrido desde la condición de padre que ve partir a su hija, Araujo construye una poética del duelo que le sirve de terapia en lo personal, y para quienes atraviesan por situaciones parecidas en el tratamiento del proceso luctuoso. El perdón es lo más dramático frente al condenado a cadena perpetua en un hilo de la pena capital. Ante lo irreversible, le canta perdonando al asesino de su amada Laura: “Me inclino a socorrer a un alma como tú que estás en pena”.
Araujo dice que cada poema “aspira a ser un mensajero de amor y esperanza para los hombres de todas las razas y credos como una promoción a la fuerza espiritual del cosmos”.