En 1933 Ripley abrió el primer museo con parte de sus objetos raros recogidos en África, Asia y América latina

¿Dónde estaba el aeropuerto de Santo Domingo en 1928?
El periodismo de Robert Ripley tenía que ver con lo extraño y curioso como cuando el piloto Charles Linbergh voló desde New York a París en un día y medio, el 20 de mayo de 1927. Recorrió más de tres mil millas sin parar (5,800 kilómetros) y sin dormir, que los pilotos automáticos ni los copilotos existían. La noticia cubrió la prensa internacional reseñando que era la primera vez que se cruzaba el Atlántico por el aire y sin escala. Ripley, más zorro que la amiga del cuervo, aprovechó la ocasión y publicó que muchos habían realizado tal hazaña y Lindbergh no era más que el número 67 de la lista. La controversia fue un palo periodístico.

Para probarlo Ripley dio a conocer un vuelo de dos aviadores que volaron desde Newfounland, al nordeste de Canadá, hasta Irlanda en el 1919. El mismo año, 31 personas viajaron en un dirigible desde Escocia (Reino Unido) hasta Estados Unidos. En el año1924 treinta y tres hombres llegaron a New Jersey en un dirigible desde Alemania. Así es que Ripley sumó: 2+31+33= 66. Lindbergh por tanto era el 67. Ripley no perdía.

Al año siguiente Lindbergh aterrizó en una sabana del km. 8 de lo que es ahora la autopista Duarte (exactamente desde el puente de la avenida Luperón hasta la av. Winston Churchill). Ese fue nuestro primer aeropuerto. Eran las tres de la tarde del 4 de febrero de 1928. Fue recibido por el Presidente Horacio Vásquez y el general Rafael Trujillo. La muchedumbre que presenció el aterrizaje del “Spirit of Saint Louis” no tenía ni la más remota idea de quién era el piloto y nunca habían leído a Ripley. Solo querían ver el avión volar y ya. Ese era el evento y la chercha que los dominicanos no se podían perder, aunque tuvieran que venir a la capital en burro desde Dajabón.

Yo vivía en la 1242 Hidden Valley Dr. de Santa Rosa California. Me tomaba 20 minutos en bicicleta llegar a la Iglesia más famosa de California: La Iglesia Bautista de un solo árbol; no para rezar, sino por la misma curiosidad con la que Ripley amarraba a sus lectores.

California tenía, aún le quedan unos cuantos “paque no digan”, los árboles más grandes del Planeta. Si la modernidad arrasó con todas las tribus indígenas, cómo no iban a hacerlo con los gigantescos árboles de la costa del Pacífico que no tenían quien los defendiera.

Con la madera de un solo árbol se construyó la Baptist Church of Santa Rosa, y se hizo famosa porque LeRoy Robert Ripley la incluyó en una de sus viñetas de curiosidades y que él tituló “Believe or Not” traducido en más de 50 periódicos del mundo como “Aunque Usted no lo Crea”.

Ripley era de Santa Rosa al igual que Charles Schultz el de los muñequitos de Charlie Brown y Snoopy y ambos hicieron el bachillerato en la Santa Rosa High School que para ese entonces era la octava de todo el Estado de California y donde la enseñanza incluía unos programas de arte buenísimos. Robert Leroy no lo desaprovechó, aunque estaba más interesado y ocupado en jugar pelota. Ripley, ya establecido, recibió de Charles Schultz un dibujito de su perro Spike con una nota diciendo que comía alfileres, tachuelas y cuchillas de afeitar. Ripley lo acomodó en una de sus viñetas y de ahí nació el famoso cartoon Snoopy. Ahora entiendo porqué el perro de los Browns, donde viví, se llamaba Spike y el hijo mejor Charlie Brown.

La muerte del padre de Ripley lo obligó a dejarlo todo, hasta el complejo de Edipo, y dedicarse a trabajar y así empezó a ganarse la vida con lo único que sabía hacer: dibujar.

Se fue a San Francisco, unos 89 kilómetros al sur, donde los periódicos eran mayores e importantes que en su pueblito natal. Era como “ir al pueblo” cuando uno lo compara con Santo Domingo o Santiago y los pueblitos aledaños de antes.

En tan solo un año ya se hablaba de sus dibujos deportivos porque, aunque no llegó a ser el jugador de pelota que quería, el Baseball y todos los deportes se le pegaron en el gusto.

El año 1910 fue muy importante y nunca más olvidado por un evento deportivo en el que Ripley se topó con el periodista Jack London quien cubría en Reno, la “pelea del siglo” entre Jack Johnson y James Jeffrey. No solo fue la pelea por el título de Campeón de los Pesos Pesados lo que quedó en la memoria, más bien los líos que se armaron en muchísimas ciudades al saber que un negro, que valía menos que el diente de oro que su sonrisa exhibía, era mejor que un blanco. London escribió una serie de reportajes, para la expectativa del espectáculo, que lo llevaron a la cima del periodismo. Tanto London, que se convirtió en uno de los grandes escritores norteamericanos, como otros periodistas, le aconsejaron al jovencito dibujante de los “dientes fríos”, que se fuera a New York que era más grande y más “pueblo”. Allí fue a parar siguiendo esos consejos sanos y sinceros de amigos que vieron su enorme talento. Empezó a publicar la viñeta que lo haría famoso y rico: “Aunque Usted no lo Crea”. En los inicios eran cuestionables sus curiosidades que él mismo ilustraba lo que le ganó un gran público sin poder evitar que lo consideraran un tremendo jablador. Eran tan, pero tan extrañas sus notas que la gente sospechaba de la veracidad.

En el año 1922 empezó a viajar por todos los rincones del mundo al estilo de un Marco Polo moderno, buscando vainas increíbles, pero “ciertas”. Ese exotismo que llamaba la atención con solo el título de su espacio y que eran cosas normales de cada pueblo donde existían, le sirvieron para alimentar su viñeta. Aprovechó para recoger objetos de esas culturas que luego se exhibieron en los numerosos museos que abrió. Para ese año se sabía muy poco del exterior, y curiosamente y a pesar de internet, hoy un turista sigue siendo como lo cantaba Piero en su nostálgica canción de “los americanos”, un cowboy que solo le interesa el dinero. Ripley convertía esas informaciones como cosas insólitas, extravagantes, que a la gente le fascinaba. Él tenía el don del marketing y sabía qué hacer para llamar la atención, como todo “businessman”.

En 1929, momento de la gran depresión económica de los Estados Unidos, el empresario William Rudolph Hearst lo contrató para sus periódicos vía el King Feature Syndicate que distribuía todas las tiras cómicas de los más importantes periódicos del mundo incluyendo las nuestras. A partir de ahí, Hearst no quería problemas, su compromiso con el público era que todo lo publicado era verificable. Hearst era el papaupa de los “Businessman” y no parpadeó para asignarle el mayor sueldo que ningún periodista tuvo en ese entonces: $100 mil dólares anuales. Estaba pagando una crónica graficada de “tres dibujitos”, pero que era el gran atractivo de sus periódicos, más leída que los reportajes de escritores famosos como Irving Wallace, Norman Miller o Truman Capote. La brevedad y el dibujo eran la clave de su éxito.

Ripley llegó a decir, lo que llamó la atención de los lectores, que Buffalo Bill no había matado un solo búfalo en su vida, lo que le había dado su fama. Decía que solo había matado bisontes.

Ripley declaró que George Washington no fue el primer presidente de los Estados Unidos lo que provocó un gran escándalo. Mirando con la lupa los primeros documentos de la fundación del País encontraron que se había elaborado un Artículo de la Confederación en el que un tal John Hanson firmaba como presidente lo que duró muy poco hasta que se aprobara la Constitución con la declaración de Washington como el verdadero y Presidente oficial.

Publicó Ripley que el día que se supo del viaje de Lindbergh, a un chinito que nació en esa fecha le pusieron el nombre de One Long Hop (un largo salto) y que alguien había aguantado seis minutos y medio sumergido en el agua. Todas las hazañas de Houdini, trucos todos, Ripley las difundía como cosas bizarras y eran, claro, material que se devoraba en la primera ojeada al periódico.

Cuando dijo que en los Estados Unidos no había himno nacional la cúpula del gobierno se apresuró y aprobó a toda máquina “the star spangled banner” el que hoy tiene vigencia y que muchos dicen era fanfarria de borrachos.

El “Believe or not” se convirtió en un monstruo con el que Ripley no podía lidiar solo. Contrató a Norbert Pearlroth, un señor culto de gran sabiduría que le sirvió de secretario y mano derecha. Se creó un imperio con dibujantes que dibujan como él, traductores, secretarias para leer los cientos de cartas de los lectores, los concursos y todo lo que hizo que Ripley fuese más popular que el mismo Lindbergh. De hecho, con el tiempo, Lindbergh fue declarado persona non grata por el presidente Franklin Roosevelt durante la ll Guerra Mundial por el acercamiento, admiración y colaboración del piloto al nazismo que hicieron que pasara de héroe a villano.

En el año 1933 Ripley abrió el primer museo con parte de sus objetos raros recogidos en África, Asia, América Latina y hasta en la Atlántida. El Odditorium (de odd, raro) abrió en Chicago, en el 1935 en San Diego, en el 36 en Dallas, en el 37 en Cleveland, en el 39 en San Francisco y New York. Hoy existe 30 Odditoriums en 10 países como se aprecia en ripleys.com.

Ripley, como Walt Disney, asumió la supervisión, el emporio creado se encargó de reemplazarlo hasta en los dibujos, menos en el cobro de las ganancias.

Se había creado hasta un programa por la televisión con Jack Palance, el malo de tantas películas, que lo animaba.

En una consulta pública que hizo el periódico The New York Times declaraba que Ripley era el hombre más popular de América. El Presidente Roosevelt venía de segundo.

“Aunque Usted no lo Crea” aparecía en El Caribe y en el Listín Diario e inspiró al periodista santiagués Agustín Concepción para realizar su columna de efemérides, pero menos llamativa al no estar acompañada de un buen dibujo.

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