Según las cartas del Tarot, Karim López será un ser humano, por siempre, millonario de felicidad. ¡¿Y quiere más?!

Esas cartas, 78 en total, de arcanos (arcanum) mayores, como Karim, y menores, como el resto que puebla el universo desde que el mundo es mundo e inmundo. Pero la magia de Karim, que no es poca, porque es capaz de hacer aparecer una persona sobre una tela que siempre estuvo en blanco… taránnnnnn, va a convertir los arcanos en arcanas en esta, su primera exposición individual de artes visuales en el salón Federico Izquierdo, de lo que queda de la Regional Norte de Cultura en el Palacio Consistorial.

Confirma Karim la teoría, incautada por los comerciantes que profanaron todas las tumbas de los grandes creadores, cuando decían, sin decirlo, que la creación, en las artes visuales (y cualquier arte) era, y es, digo yo, infinita, como lo es el pensamiento humano.

Eso se come con muchos ingredientes de sensibilidades y querer SER por encima de TENER, como me lo contó Fromm, en uno de mis sueños.

¡Pero cuidado!, que la evolución del arte no es kangúrica, de saltos radicales que van borrando las huellas del camino. Y la Dialéctica no está presente por su linda cara de mil máscaras, sino para asegurar las adaptaciones en los tránsitos. Y es por esto que ninguna creación lo es en un 100%, con escasísimas excepciones.

Los que pensaron que el fin del arte había llegado con Picasso se siguen sorprendiendo con la aparición de miles y miles de jóvenes artistas que no se creen el cuento, ni que se lo diga una bruja gitana de algún circo, cartas de Tarot a la mano.

Un elemento que contribuye a crecer se llama “influencia” que, a pesar de ser satanizada y negada, permitió a Dostoievski y Tolstoi, en Literatura, hacer renacer la tragedia antigua con un norte claro de justicia subyacente, o como decimos en el Cibao, “con su zurrapa”. ¿Y acaso no es esa la gran enseñanza del Quixote? ¿No vimos nosotros con los ojos, por encima de las caretas, la buena y fertilizante presencia de Gauguin en la limitada obra de nuestro Plutarco Andújar? Muchas de sus obras logran la serenidad y belleza más allá de las tahitianas del francés. N’est-ce pas?

Y en cualquier joven artista, como Karim, no solo es necesario, sino vital para construir, sin que se lo proponga, un estilo, que cae automáticamente, no de la mata, ni de la sentencia de un pseudocrítico, surge de sus manos que solo saben hacer las cosas a su propia y única manera, tal y como lo sella su huella, distinta a todas.

“Arcanas” no es la primera experiencia pictórica del joven Karim porque previamente ha enviado sus creaciones a otras exposiciones colectivas lo que le ha permitido madurar para presentarnos esta misteriosa muestra.

Me asombra y alegra tres cosas de “Arcanas”: 1. La coherencia temática junto a la uniformidad de formatos. 2. La limpieza de sus trazos que él define en sus penumbras como si nos abriera unas ventanas hacia el misterio. 3. La filosofía detrás de la imagen.

El dibujo, que marca el rumbo de los contornos, tiene una clara procedencia de la arquitectura por la prolificidad del artista, y no salen notas musicales de detrás de cada obra porque José Díaz fue siquitrillado y no está más en “cultura”.

El debate es viejo e inconcluso sobre la conversión del arte en arma social o simplemente dejarla transcurrir por el camino de la estética pura, como si nada, como si las barbaridades que nos arropan no nos incumben, o como si las deslumbrantes escenas de la naturaleza fueran suficientes y nos conformáramos con su contemplación para servirnos de ella y pintar, escribir, componer música…

Charles Baudelaire, el escritor amante de la pintura, amigo de Gustave Courbet, escribía para darnos a conocer otra cosa, una novedad, una obra, no para “criticar” que en el sentido científico vale para corregir, y subir en el espiral del pensamiento humano, pero en arte no tiene sentido porque el “crítico” solo conoce la historia del arte, pero no las técnicas y menos la libertad y deseo internos de cada creador.
Atención con el “éxito” porque todo se venda o porque “las masas” o la “chusma” la celebren. Baudelaire escribió que “el infortunio es más hermoso que el triunfo que llena de regocijo a tantos necios”.

La primera y gran satisfacción debe ocurrirle al propio artista, que es el fin de su obra. El mundo solo es mundo para quien lo vive y lo disfruta, pero como no vive en Júpiter lleva sobre sí los problemas que le rodean, los que refleja, de algún modo en su quehacer artístico, a riesgo de ser etiquetado de “loco” como lo hicieron con Nietzsche, con Van Gogh y con tantos, lo que aprovechó el comercio, como un “atout”, activo o valor agregado, para sacar ventajas de sus “locuras”. Mientras más “loco” lo ponen, más alto suben los precios de sus telas, y mayores tiradas su producción epistolar con Theo su hermano.

Las diferencias marcadas e incomprendidas van directas a la clasificación como lo describe Dostoievski en “El Idiota”. Su loco, Mishkin, diferente a todos, niega la lógica de la vida común, el pensamiento y la “percepción” o ceguera de los demás. Esos mismos que no pueden percibir al Alfons Mucha y al mismo Paul Gauguin en la recámara de Karim, para bien, más que para mal. Y en ninguno de los casos las armas ayudan.

Nadie en esta sociedad puede abstraerse del maltrato que parece perpetuarse contra las mujeres. La misoginia es paralela al racismo, ambos abolidos, en teoría, y ambos vigentes.

En Literatura, Virginia Woolf recrea el personaje Tiresias de la mitología griega que había sido hombre y mujer, y leía el futuro en el vuelo de los pájaros. Woolf escribe “Orlando”, la novela de igual nombre, para transformar a su señorito en bella doncella. Orlando es la misma Virginia en su rol que busca estrujarle en la cara a la sociedad inglesa su hipocresía y repugnante discriminación. Y esta era tan marcada que grandes plumas de la literatura tuvieron que refugiarse en nombres masculinos para poder dar a conocer sus obras. Amantine-Aurore-Lucile Dupin se dio a conocer como Georges Sand cuando Chopin la embriagaba con su exquisita música. Charlotte Brontë se hizo pasar por Currer Bell y Mary Ann Evans por el “famoso” escritor George Eliot. Nosotros, aquí en el Cibao leíamos unos textos firmados como María, de la autoría de Ulises Francisco Espaillat, en la época de la Restauración, para dar a conocer los valores igualitarios de la mujer, con las limitantes de la época. La italiana Artemisia Gentileschi tuvo que recurrir a la enorme influencia de su padre, pintor también, para lograr recibir clases de pintura. Y aquí, de nuevo, Celeste Woss y Gil, hija del presidente provisional Alejandro en el 1903, se impuso fumando y pintando, en desafío abierto al machismo de bolos, rabuses, azules y rojos.

Las imágenes de las cartas del Tarot son convertidas por Karim en “arcanas”, como si lo hubiese leído en el fondo de una taza de café, para presentarnos una muestra de mucha fuerza visual, a pesar de los pocos contrastes de luz, como para acentuar la intriga. Es una obra que mata dos pájaros de un tiro: al machismo y al “allante del Ministerio de Cultura”, de manera inconsciente, el que parece haberse trasladado a aquel valle prehistórico del que no puede salir Turok, el guerrero de piedra.

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