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El personalismo

Suspendida la revista Esprit, Emmanuel Mounier se dedicó a escribir por su cuenta, partiendo de varios ensayos publicados en su revista, sin descuidar escribir artículos para otras publicaciones. En 1937, escribió un interesante artículo titulado «Anarquía y personalismo».

Lo que es de una forma u otra, propiedad, debe ser utilizado también en función de los valores personales. Porque la sociedad, con todo lo que posee y administra, está al servicio de la persona. No existe pues, según nuestra opinión, ni propiedad individual, ni propiedad colectiva en sentido absoluto. Toda propiedad es al mismo tiempo, aunque en proporciones diferentes, personal y social.

Mounier se distinguió exponiendo el personalismo. En muchas ocasiones se les pidió que definiera el concepto y su alcance; sobre esto escribió: “El personalismo es una filosofía, no es solamente una actitud. Es una filosofía, no un sistema. Si bien no huye de la sistematización. Pues conviene que haya orden en los pensamientos; conceptos, lógica, esquemas de unificación, no son solo útiles para fijar y comunicar un pensamiento que sin ello se disolvería en instituciones opacas y solitarias”.

El personalismo parte de la persona. Hay diversas formas de expresar los criterios que se puede tener sobre la persona humana. En este sentido Mounier hizo una designación, que no es una descripción completa: «La persona es un ser espiritual constituido como tal por una especie de la subsistencia y de su independencia en su ser; conserva esta subsistencia por su adhesión a una jerarquía de valores adoptados libremente, asimilados y servidos a través de un comprometerse responsable y de una constante conversión».

En Mounier estaba siempre el compromiso con las cualidades fundamentes de la persona humana. El papel del Estado también fue elaborado por el personalismo, y Mounier explicó cuál consideraba que era su función: El Estado es una comunidad espiritual, o persona colectiva en el estricto sentido de la palabra. No está sobre la patria, ni sobre la nación, ni —a mayor abundamiento— sobre las personas.

Es un instrumento al servicio de las sociedades, y a través de ella, con ellas si fuera preciso, al servicio de las personas. Instrumento artificial y subordinado, pero necesario.

Mounier se debatía frente al «desorden establecido», como calificaba la situación imperante, frente al peligro del social-nacionalismo de Hitler que amenazaba a toda Europa, y frente a un ambiente donde el comunismo tenía fuerza social, sindical y política.

El tema de los trabajadores era necesario afrontarlo. ¿Cuál era el criterio del personalismo frente a la clase trabajadora?

¿Debe el personalismo plantearse el problema global de la conquista de la clase obrera?

No: no se propone ni una acción de clase, ni una acción de masa. Pero debe conectar en el movimiento obrero…; y tiene la misión concreta de realizar con éxito la unión de los valores espirituales desprestigiados a sus ojos por el uso que ha hecho de ellos el mundo del dinero, y las auténticas riquezas, también espirituales, que en el alma popular se han consagrado más auténticos que en ningún otro lugar.

El hombre que resaltaba la primacía de la persona sobre todas las cosas de la tierra encontró en el destino una dura prueba dentro de su propia familia. Su hijita, Françoise, a los pocos meses de nacida tenía una enfermedad incurable, fue atacada de un choque que le ocasionó una antivariólica, que le produjo encefalitis, y tuvo que vivir como un vegetal. Mounier se refirió a ella como una niña que tenía «un poco de vida, accidentada». Su vida interna se hizo turbulenta al tener que soportar esta situación y, al mismo tiempo, predicar el valor y la supremacía de la persona.

En 1938, apareció un artículo titulado: «Breve tratado sobre la mística de izquierda».

Francia ocupada

En 1939, ante la situación política que vivía Europa, con el avance de la fuerza militar de Hitler, Mounier tuvo que entrar a la vida militar integrándose a «los Cazadores Alpinos». En esos momentos en que su patria estaba en peligro, debía demostrar en la acción su pensamiento. Sobre esta situación escribió: «Pacifistas y belicistas» y «Los cristianos ante el problema de la paz».

En la primavera de 1940, Hitler invadió Francia, la ocupó militarmente y se firmó un armisticio con los alemanes, que dividió a Francia en dos zonas: una ocupada y otra libre. El gobierno de Petain, instalado en Vichy, colaboró con los alemanes, mientras que el general Charles de Gaulle, desde Londres, pedía continuar la guerra y organiza la «Francia combatiente», además toma posesión de algunas colonias francesas.

Ante esta situación, Mounier se encuentra acorralado. Maritain se había ido al extranjero, Francia estaba ocupada. En 1940, Mounier es tomado prisionero por los nazis. Cuando es liberado, como respuesta, en el mes de julio reanuda la publicación de Esprit, para demostrar el sentido de la guerra, no solo en su brutalidad, sino con todos sus horrores; además para demostrar que el pacifismo debía ser superado con la resistencia activa.

Esprit retornó con el mismo contenido radical, ahora frente a los invasores de su país. Esta situación duró hasta el 25 de agosto de 1941, cuando es prohibida la publicación de la revista. En septiembre de 1941, Mounier va a la clandestinidad, sin embargo, él consideraba que desaparecer era un retroceso; era necesario combatir con la cara descubierta, era importante el objetivo de resistir con todas las fuerzas contra los invasores y el totalitarismo.

El 15 de enero de 1942, Mounier es hecho prisionero nuevamente por las fuerzas de ocupación. Esta vez es acusado de ser uno de los jefes del movimiento «Combate». El 21 de enero es encarcelado en Clermont-Ferrand, donde es interrogado sobre su participación con los grupos de resistencia, luego es confinado en una prisión residencial.

El 29 de abril es arrestado nuevamente, lo conducen a Vals. El 18 de junio se declara en huelga de hambre y dura 12 días sin comer nada. En julio, es trasladado a la prisión de Saint Paul de Lyon; estando prisionero escribió: «Tratado del carácter», que fue publicado luego. Este ensayo estudia la esencia de la persona a través de la ciencia del hombre.

Del 19 al 26 de octubre de 1942, fue procesado el movimiento «Combate». Mounier sale libertado, después de estar seis meses en prisión. Ante la persecución, se fue nuevamente a la clandestinidad; con un nombre falso sale con su familia a Dieulefit, en la Drome, ahí pudo estar tranquilo durante algún tiempo, dedicándose a escribir: Piezas escogidas de Montelambert, Libertad bajo condición, El afrontamiento cristiano.

Cuando se produjo la liberación de Francia, Mounier vuelve a París. En diciembre de 1945 reaparece Esprit: «Ser comprometido, solidario, entre estos hombres, con esta historia».

En 1946 aparece su artículo «Debate en alta voz con el comunismo». El tiempo de postguerra fue muy complicado. Debía esclarecerse la situación presente, pero también el pasado: «El fin no justifica los medios; un fin espiritual no puede necesitar ontológicamente, ni legitimar moralmente medios que sean esencialmente antiespirituales».

En 1947, Mounier pública Introducción al existencialismo» y ¿Qué es el personalismo?.

Mounier consideraba que debía hacerse unidad de acción con diferentes grupos ideológicos, que los cristianos no debían estar aislados, ni trabajar solitariamente:

Los revolucionarios están al pie de la obra. Cuando ellos están al pie de la obra, hay que trabajar con ellos. No podemos permitirnos el lujo de hacer un trabajo a cincuenta o cien años de retraso.

Las últimas obras de Mounier

En 1948, Mounier escribió Despertar del África negra y, en 1949, El pequeño miedo del siglo XX, además, El personalismo, que es la esencia de su obra filosófica, donde expone sus criterios básicos.

En septiembre de 1949, Mounier sufre una crisis cardíaca, atribuida a la fatiga del exceso de trabajo. Superó esa etapa y siguió trabajando, dirigiendo la revista Esprit y escribiendo libros. Emmanuel Mounier murió de una crisis cardíaca el 22 de marzo de 1950.

De los datos que anotó en su diario se hizo un ensayo sobre «La cristiandad difunta», además dejó inéditos dos ensayos titulados: «La esperanza de los desesperados» y «Las certidumbres difíciles».

Mounier representa dentro del cristianismo social el promotor del personalismo y de la sociedad comunitaria. Su voz fue como una levadura que fermenta para formar hombres cristianos, capaces de reconstruir la sociedad, y que clama por la necesidad de un hombre nuevo y fuerte por la virtud de la fortaleza.

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