Lo más probable es que Galileo hablara el mismo italiano que Cristóforo Columbus, aunque ya este había “descubierto” América unos 72 años antes.

A don Vincenzo, su padre, lo entretenía la música de laúd y las matemáticas, pero mucho más, los cuentos de vecindario y algunos de los 100 del Decamerón de Boccaccio, leídos por su esposa, Giulia Ammannati, a cielo abierto en una terraza de pérgola y uvas colgantes. Ese acercamiento matrimonial produjo siete hijos que nadie conocería, salvo uno: Galileo quien se interesó más por las estrellas que las narraciones eróticas y chismosas de su madre.

Al entrar en la Universidad de Pisa tenía por seguro que viajaría por todo el Universo, que él demostró, tenía al Sol como centro e iba desde él hasta otros planetas cercanos a Plutón que vio con su propio telescopio que no llegaba tan lejos.

Galilei, como se le llamaba, como Cibao a los que van a la Capital, andaba muy ocupado leyendo todo lo que se había escrito de matemática y astronomía y sin hacerle mucho caso a Marina Gamba, que le hacía ojos bonitos por el barrio donde se instaló.

El primer gran problema de Galilei no lo vio por el telescopio, ni fueron las amenazas de ningún extraterrestre, apareció cuando descubrió las teorías de Copérnico quien rompió el estancamiento de siglos gracias al despertar del Renacimiento y a un clero culto como Johannes de Sacrobosco para dilucidar los avances científicos de chinos, árabes e indios que le permitió establecer, para 1514, el Sistema Solar, con el Sol mitad mitad. Esos estudios los publicó después de 1543 cuando murió. Le tocó, por tanto, a Galilei, enfrentarse a la Iglesia y su brazo armado, La Inquisición, por una sola línea de la Biblia donde reza: “…Tú has fijado la Tierra firme e inmóvil…” que casi le cuesta convertirse en chicharrón, en la plaza pública. Vaya uno a saber si “esa Tierra firme e inmóvil” se refería a que por ahí no había temblores ni terremotos. ¡Ei pipo! ¿Y quíen le discutía a la Inquisición?

En la Biblioteca de Pisa encontró todas las teorías del alemán Johannes Kepler y hasta las mediciones del tamaño de la Tierra a que llegó Eratóstenes con gran aproximación a los datos modernos.

De joven, toda Italia se regía por el calendario Juliano, de Julio César, pero cuando él tenía 18 años se adoptó el Gregoriano de 12 meses casi tal como lo conocemos hoy día.

Para 1600, con 36, supo de la teoría de Giordano Bruno, el más importante aporte a la Astronomía: El Universo es infinito.

Es imposible que estos conceptos, tanto del universo limitado por el Sistema Solar de Galilei como el de Bruno, pueda entenderse por la gente común. Todavía, por la ilusión óptica, el Sol es el que da vuelta y para vergüenza, Bolsonaro, el expresidente de Brasil, sostenía que la Tierra era plana en pleno siglo XXl. Quizás por eso tuvo un ejército de analfabetos, casi el 50 %, que lo apoyaron.

Por supuesto que la Astronomía no tiene nada que ver con las religiones, las que han tenido que aceptar los descubrimientos de la Ciencia y adaptarlos o evitarlas para la feligresía.

Las religiones se rigen por libros sagrados que reúnen sus preceptos morales concebidos para unificar las poblaciones y sus comportamientos sociales. Estos principios son explicados en cuentos o historias para que los seres humanos las entiendan y las respeten, basadas en ideas teológicas.

Para los estudiosos de Física y de Lógica es mucho más fácil poder entender los descubrimientos reales que cada vez se enriquecen.

Lo que sí entra en contradicción con esa lógica es declarar un inicio del Universo en el “Big-Bang” cuando habría que decir que este “Big-Bang” se produjo, en un momento X, en una parte finita del Universo que siempre existió con sus leyes cambiantes de conversión de energía para el Sistema Solar solamente. Si el Universo es infinito, por Cálculo de Probabilidades, existen infinitos “Big-Bang” en él. Aunque Einstein lo explicó, un 0.0003 % de la población mundial lo entiende.

¿Voy bien Dotol Suárez? (mi profesor de Física en la UCMM).

Es igual de ilógico hablar de una cantidad finita de galaxias lo que determinaría que el Universo tiene un fin. ¿Y después, qué hay? Es como decir que el Universo llega hasta el punto X donde hay una pared que lo limita. Como Bruno determinó, correctamente, la infinidad del Universo, sobrepasa las capacidades cerebrales, sin conocimientos básicos de Física, que puedan dar espacios a explicaciones mágicas y absurdas.

Cuando se habla de la evolución del Universo, los científicos se refieren al Universo, o la parte de este conocido, a nuestra galaxia. Y claro, esta galaxia es cambiante, pero finita. Para un campesino el universo es su conuco, la pulpería, la gallera y el pueblo más cercano… lo único que conoce.

De nuestra galaxia conocemos la formación de las lunas de los planetas, de la luna nuestra, cuya más reciente teoría de formación salió en 1990 donde se explica su origen por coalición de un gran meteorito con la Tierra.

¿En qué momento aparece vida en la Tierra?

De todos los planetas del Sistema Solar solo la Tierra permite vida y hay que ir a los conocimientos de la Biología y la Química para entenderlo. Y esas primeras manifestaciones de vida se calculan de hace más de 3,500 millones de años. Con la Química, por la composición y agrupamiento de elementos y, por la Física, por la electricidad que provoca el sístole y diástole y por la distancia precisa, con el Sol, que permite el desarrollo de esas combinaciones que con los años, miles y miles , fue tomando forma en múltiples animales que a su vez fueron variando hasta llegar a las especies que conocemos hoy, incluyendo el ser humano, que viene evolucionando desde hace más de 200,000 años como se puede constatar en los descubrimientos fósiles y las pruebas modernas del carbono 14 y los adelantos de las computadoras.

Los egipcios, por las observaciones del cielo, sus ciclos y movimientos ya habían establecido un calendario con 12 meses de 30 días más cinco de fiestas para completarlo, desde hace más de 4,500 años.
Cuando Galileo posó por segunda vez para el pintor Justus Sustermans, lo dejó contando estrellas vistas con su telescopio, el más potente fabricado hasta ese momento.

En Occidente, gracias a Copérnico, Galileo y otros astrónomos, podemos entender mejor la sincronía de los movimientos celestes sin tener que irnos en misión con Star Trek.

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